Festejo patrio devela la antigüedad de la
tradición cultural olimareña
En las postrimerías del siglo XIX, el entonces pujante pueblo
de Treinta y Tres estaba viviendo una etapa de expansión significativa, tanto a
nivel comercial y económico como en el aspecto poblacional, donde había visto
acrecentado notoriamente la cantidad de pobladores, tal como nos permitió
observar el completo censo realizado en 1894 por el entonces Jefe Político y de
Policía, don Antonio Pan, publicado en su “Memoria de la Jefatura Política” y
del que ya hemos tomado cuenta detalladamente en ediciones anteriores.
En efecto, el incipiente surgimiento de pequeños núcleos
poblacionales en las cercanías de la ciudad capital, con sus emprendimientos
comerciales y productivos, el traslado hacia la ciudad de un gran número de
familias de ganaderos, y una agricultura incipiente pero briosa, convertía al
pueblo en atractivo destino de comerciantes, emprendedores y trabajadores de
los más disímiles artes y oficios.
Quizá los ejemplos más claro para visualizar estas
afirmaciones, sean dos que aún hasta hoy permanecen y conocemos: Villa Sara y
Poblado Alonso.
En el caso de Villa Sara, ya en la década de 1890 Camilo
Barreto Medina había comenzado a lotear, vendiendo algunas chacras, como lo
menciona el propio Pan en el libro citado; alrededor del 900, Julio R. Gómez y Rafael
De Crecenzio fraccionan un campo creando el Pueblo Lavalleja apoyado sobre el
Camino Nacional, y en el 12 Luisa Goicochea de Arroyal manda delinear su
fraccionamiento Villa Sara, nombre que fue el que definitivamente perduró como
nombre genérico de toda esa población. Apenas comenzado el siglo, fue un sitio
de mucho tránsito y mucha actividad: en el km 330 de la vía, se instaló la
estación provisoria del ferrocarril mientras se realizaba la construcción del
puente sobre el río hacia la capital. De esta estación, además, partía hacia el
noroeste acompañando aguas arriba el cauce del Olimar, “hasta la estancia de
Hontou”, un trencito de trocha angosta del que pocas huellas quedan, que se
usaba para la explotación de leña y carbón del rico monte indígena y que
implicaba un importante movimiento de braceros y personal de trabajo.
Contemporáneamente aproximadamente en el lugar donde hoy se encuentra la
“Fomento” existían un par de “locales feria”, tal como lo documentan los
recortes que publicamos adjuntos, y que sin duda con su movimiento de troperos
y comerciantes fueron un polo importante en el desarrollo de la zona. Grandes
casas de comercio, como lo fue por ejemplo la de Lapido, que funcionó además de
almacén de ramos generales y frutos del país, como fonda y hospedaje,
completaban el panorama de intenso desarrollo de la época.
Poblado Alonso, por su parte, se estaba desarrollando también
con rapidez, fundamentalmente a instancias y consecuencias del emprendimiento
industrial y comercial de Bautista Perinetti y sus hijos, que con la
instalación de su hoy destruido molino, y la implementación de cuadrillas de
trilla y secado portátiles, crearon un núcleo laboral significativo, no
solamente en generación de puestos de trabajos directos, sino también con toda
la infraestructura que implicaba gran cantidad de trabajo indirecto, que llevó
a mucha gente y sus familias a radicarse en sus proximidades. Una idea de la
cantidad de gente que trabajaba en ese entorno, sin dudas, la da con fidelidad
la fotografía que adjuntamos, del equipo de trabajo de Perinetti con su
trilladora y secador portátiles.
Tampoco debemos olvidar, en estas consideraciones, que por
ese punto pasaban en la época los más importantes caminos: la ruta hacia Melo,
y la salida hacia “Parao”, “Sarandí”, “Tacuarí” y la frontera, o sea las
actuales Vergara, Rincón, Plácido Rosas y Río Branco, con todo el tránsito de
personas, bienes y servicios que ello implicaba.
Festejo de las Fiestas Patrias
En el plano social y cultural, el reciente nombramiento de
Treinta y Tres como capital del nuevo departamento, también fue caldo de
cultivo para un salto cualitativo: nuevas autoridades, nuevas dependencias
públicas, más escuelas, maestros de música, profesionales y docentes que
diseminaron en varias generaciones la semilla de lo que serían más tarde las
brillantes generaciones de actores culturales de principios y mediados del
siglo XX.
En este aspecto, un documento conservado en el Archivo
General de la Nación, en la caja 2 de la Jefatura Política de Treinta y Tres,
referente a la celebración en agosto de 1894 del 69º aniversario de la Declaratoria
de la Independencia, es un testimonio invaluable que permite conocer algo de
las costumbres de la época y que además en el detalle de su “velada
literario-musical” revela el alto nivel cultural de la sociedad olimareña de
entonces.
En efecto, mientras el pomposo programa (cuya imagen
acompañamos) anuncia en su portada la Fiestas Patrias para los días 24, 25 y 26
de agosto de 1894, el “Programa General” que se publica en la contratapa
destaca para el primer día “reparto de carne y pan a los pobres”, el
establecimiento de un campamento en el Olimar por parte de la Compañía Urbana
previo a un Banquete y paseo campestre para las autoridades, finalizando la
jornada con la ya mencionada “velada literario-musical”.
Para el día siguiente, el programa prevé actividades a lo
largo de todo el día, comenzando con la ejecución del Himno Nacional a cargo de
la Banda de música de la Jefatura al salir el sol, continuando con un desfile militar por la
calle principal de la Compañía Urbana, y seguido por un Te Deum solemne en la
iglesia parroquial. Para horas de la tarde, se anunció una reunión de los alumnos de las escuelas
locales al pie de la Estatua de Lavalleja en la plaza para cantar el Himno, y
luego desfilar frente a la de Artigas, en el hall de Jefatura donde además se
agasajaría a los menores con dulces, golosinas y refrescos, para culminar el
día con un gran Baile de Gala en los propios salones de la Jefatura.
Para el día siguiente, además, se anunció como fin a los
festejos, una serie de carreras que se realizarían en el camino al Paso del
Olimar, para culminar en la noche con retreta e iluminación en la plaza, y la
detonación de “fuegos artificiales, cohetes y bombas”, como corolario.
Velada literario-musical
En la parte interna de la invitación, se detallan las
actividades del acto cultural que se desarrolló en los salones de la escuela
“mixta” (hoy escuela 2) y que se dividió en dos etapas. En la primera parte,
luego de la ejecución del Himno nacional por parte de la Banda de Jefatura
dirigida por el teniente Justino Klein, se establecía una parte oratoria, con
discursos a cargo del Jefe Político Antonio Pan, del Dr. Ricardo J. Areco y de
la maestra Teresa Ipar de Imizcos, cuyo nombre lleva hoy la escuela Nº 31 de
nuestra ciudad.
Más tarde, la primera interpretación musical estuvo a cargo
de don Domingo Melazzi acompañado al piano por Carlos Freire, quien cantó
“Musica Proibita”, del compositor italiano Stanislao Gastaldon. A continuación
la señorita María Amelia Maeso dio lectura a una página literaria y
posteriormente la señorita Felipa Arbenoiz recitó un fragmento de La Leyenda
Patria, y la niña María Pereyra declamó una poesía alusiva a la fecha. Un poco
después, la señorita Albina P. de Muniz interpretó al piano la melodía
“Sonámbula”, de Bellini, y más tarde Freire hizo lo propio con “Ogarita”, de Nessler. Finalizando la
primera parte, se recitaron diversos fragmentos de poemas patrios, a cargo del
niño Oscar Deffeminis, de las señoritas Antonia Aguerrebere y Anatilde
Zabalegui y del caballero Raimundo Escobal.
La segunda parte del evento, en el que se siguieron mezclando
obras musicales con páginas literarias y culminó con un discurso de cierre
pronunciado por el Inspector Departamental de Primaria Santiago Mussio, en la
parte musical dio comienzo con la ejecución
de la Banda de un fragmento de una zarzuela, luego Melazzi cantó la romanza “Si
e ver” de Mattei, más tarde la señorita Sara Hontou ejecutó al piano la pieza
“Reve d’un ange” de Ludovic y cerró la Banda con el vals “Walz de Waldtenfeld”.
En el aspecto literario, la señorita Liberata Maeso habló
sobre “La Patria y la Educación”, luego la niña Rosa Bas recitó el poema “La
Bandera”, y más tarde Luciano Macedo discurrió sobre el tema “La unión hace la
fuerza”. Un poco después, participaron
los niños César A. Más, Héctor Olivera y Víctor Pereira declamando poesías
alusivas, nuevamente la señorita Aguerrebere leyó otro poema, el señor Juan
Defféminis habló sobre “El Patriotismo”, y el señor Blas C. Martínez realizó un
relato titulado “Artigas, Rivera y Lavalleja”.
El expediente encontrado, está acompañado por una carta
elevando a las autoridades nacionales el informe de los sucesos, en una parte
de la cuál se expresa:
“El pueblo en masa se asoció a estas fiestas, haciéndolas más solemnes y animadas, con verdadero entusiasmo y espontaneidad, demostrando así elocuentemente, no solo su acendrado afecto a las glorias de la patria y su decidida voluntad para venerarlas dignamente, así también las simpatías y esperanzas halagüeñas que le inspiran todos los actos del Superior Gobierno y los de las autoridades que se esfuerzan en acompañarlo con toda decisión y empeño en su ardua y progresista labor de “Administración y Trabajo”.
Una prueba más acabada de esas simpatías y esperanzas, Exmo Señor, es el hecho, -bien notable por
cierto-, de que en este pueblo jamás en festejo de ningún género, se ha visto
tan inmensa concurrencia como ahora, observándose además, que el número de
forasteros de campaña y puntos lejanos era no menos inmenso, a pesar de las
dificultades sin cuento que se ofrecen para el tránsito, debidas a las grandes
crecientes que han originado las lluvias casi incesantes de un mes a esta
parte.
Si en las fiestas sociales ha reinado la cultura y distinción
que caracterizan a toda sociedad adelantada, no menos cultura, así como el
orden más inalterable, han reinado en los festejos públicos. La policía, que
redobló su vigilancia esos días y muy especialmente en la gran reunión de
carreras habida en la Costa del Olimar, no ha tenido que intervenir en ningún incidente
enojoso.”
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