sábado, 28 de marzo de 2020

En 1894, un 25 de Agosto...



Festejo patrio devela la antigüedad de la tradición cultural olimareña






                                                               En las postrimerías del siglo XIX, el entonces pujante pueblo de Treinta y Tres estaba viviendo una etapa de expansión significativa, tanto a nivel comercial y económico como en el aspecto poblacional, donde había visto acrecentado notoriamente la cantidad de pobladores, tal como nos permitió observar el completo censo realizado en 1894 por el entonces Jefe Político y de Policía, don Antonio Pan, publicado en su “Memoria de la Jefatura Política” y del que ya hemos tomado cuenta detalladamente en ediciones anteriores.
                                                             En efecto, el incipiente surgimiento de pequeños núcleos poblacionales en las cercanías de la ciudad capital, con sus emprendimientos comerciales y productivos, el traslado hacia la ciudad de un gran número de familias de ganaderos, y una agricultura incipiente pero briosa, convertía al pueblo en atractivo destino de comerciantes, emprendedores y trabajadores de los más disímiles artes y oficios.
                                                              Quizá los ejemplos más claro para visualizar estas afirmaciones, sean dos que aún hasta hoy permanecen y conocemos: Villa Sara y Poblado Alonso.
                                                               En el caso de Villa Sara, ya en la década de 1890 Camilo Barreto Medina había comenzado a lotear, vendiendo algunas chacras, como lo menciona el propio Pan en el libro citado; alrededor del 900, Julio R. Gómez y Rafael De Crecenzio fraccionan un campo creando el Pueblo Lavalleja apoyado sobre el Camino Nacional, y en el 12 Luisa Goicochea de Arroyal manda delinear su fraccionamiento Villa Sara, nombre que fue el que definitivamente perduró como nombre genérico de toda esa población. Apenas comenzado el siglo, fue un sitio de mucho tránsito y mucha actividad: en el km 330 de la vía, se instaló la estación provisoria del ferrocarril mientras se realizaba la construcción del puente sobre el río hacia la capital. De esta estación, además, partía hacia el noroeste acompañando aguas arriba el cauce del Olimar, “hasta la estancia de Hontou”, un trencito de trocha angosta del que pocas huellas quedan, que se usaba para la explotación de leña y carbón del rico monte indígena y que implicaba un importante movimiento de braceros y personal de trabajo. Contemporáneamente aproximadamente en el lugar donde hoy se encuentra la “Fomento” existían un par de “locales feria”, tal como lo documentan los recortes que publicamos adjuntos, y que sin duda con su movimiento de troperos y comerciantes fueron un polo importante en el desarrollo de la zona. Grandes casas de comercio, como lo fue por ejemplo la de Lapido, que funcionó además de almacén de ramos generales y frutos del país, como fonda y hospedaje, completaban el panorama de intenso desarrollo de la época.
                                                               Poblado Alonso, por su parte, se estaba desarrollando también con rapidez, fundamentalmente a instancias y consecuencias del emprendimiento industrial y comercial de Bautista Perinetti y sus hijos, que con la instalación de su hoy destruido molino, y la implementación de cuadrillas de trilla y secado portátiles, crearon un núcleo laboral significativo, no solamente en generación de puestos de trabajos directos, sino también con toda la infraestructura que implicaba gran cantidad de trabajo indirecto, que llevó a mucha gente y sus familias a radicarse en sus proximidades. Una idea de la cantidad de gente que trabajaba en ese entorno, sin dudas, la da con fidelidad la fotografía que adjuntamos, del equipo de trabajo de Perinetti con su trilladora y secador portátiles.
                                                                 Tampoco debemos olvidar, en estas consideraciones, que por ese punto pasaban en la época los más importantes caminos: la ruta hacia Melo, y la salida hacia “Parao”, “Sarandí”, “Tacuarí” y la frontera, o sea las actuales Vergara, Rincón, Plácido Rosas y Río Branco, con todo el tránsito de personas, bienes y servicios que ello implicaba.


Festejo de las Fiestas Patrias


                                                               En el plano social y cultural, el reciente nombramiento de Treinta y Tres como capital del nuevo departamento, también fue caldo de cultivo para un salto cualitativo: nuevas autoridades, nuevas dependencias públicas, más escuelas, maestros de música, profesionales y docentes que diseminaron en varias generaciones la semilla de lo que serían más tarde las brillantes generaciones de actores culturales de principios y mediados del siglo XX.
                                                                En este aspecto, un documento conservado en el Archivo General de la Nación, en la caja 2 de la Jefatura Política de Treinta y Tres, referente a la celebración en agosto de 1894 del 69º aniversario de la Declaratoria de la Independencia, es un testimonio invaluable que permite conocer algo de las costumbres de la época y que además en el detalle de su “velada literario-musical” revela el alto nivel cultural de la sociedad olimareña de entonces.
En efecto, mientras el pomposo programa (cuya imagen acompañamos) anuncia en su portada la Fiestas Patrias para los días 24, 25 y 26 de agosto de 1894, el “Programa General” que se publica en la contratapa destaca para el primer día “reparto de carne y pan a los pobres”, el establecimiento de un campamento en el Olimar por parte de la Compañía Urbana previo a un Banquete y paseo campestre para las autoridades, finalizando la jornada con la ya mencionada “velada literario-musical”.

                                                             Para el día siguiente, el programa prevé actividades a lo largo de todo el día, comenzando con la ejecución del Himno Nacional a cargo de la Banda de música de la Jefatura al salir el sol,  continuando con un desfile militar por la calle principal de la Compañía Urbana, y seguido por un Te Deum solemne en la iglesia parroquial. Para horas de la tarde, se anunció  una reunión de los alumnos de las escuelas locales al pie de la Estatua de Lavalleja en la plaza para cantar el Himno, y luego desfilar frente a la de Artigas, en el hall de Jefatura donde además se agasajaría a los menores con dulces, golosinas y refrescos, para culminar el día con un gran Baile de Gala en los propios salones de la Jefatura.
                                                          Para el día siguiente, además, se anunció como fin a los festejos, una serie de carreras que se realizarían en el camino al Paso del Olimar, para culminar en la noche con retreta e iluminación en la plaza, y la detonación de “fuegos artificiales, cohetes y bombas”, como corolario.

Velada literario-musical


                                                           En la parte interna de la invitación, se detallan las actividades del acto cultural que se desarrolló en los salones de la escuela “mixta” (hoy escuela 2) y que se dividió en dos etapas. En la primera parte, luego de la ejecución del Himno nacional por parte de la Banda de Jefatura dirigida por el teniente Justino Klein, se establecía una parte oratoria, con discursos a cargo del Jefe Político Antonio Pan, del Dr. Ricardo J. Areco y de la maestra Teresa Ipar de Imizcos, cuyo nombre lleva hoy la escuela Nº 31 de nuestra ciudad.
                                                        Más tarde, la primera interpretación musical estuvo a cargo de don Domingo Melazzi acompañado al piano por Carlos Freire, quien cantó “Musica Proibita”, del compositor italiano Stanislao Gastaldon. A continuación la señorita María Amelia Maeso dio lectura a una página literaria y posteriormente la señorita Felipa Arbenoiz recitó un fragmento de La Leyenda Patria, y la niña María Pereyra declamó una poesía alusiva a la fecha. Un poco después, la señorita Albina P. de Muniz interpretó al piano la melodía “Sonámbula”, de Bellini, y más tarde Freire hizo lo propio con      “Ogarita”, de Nessler. Finalizando la primera parte, se recitaron diversos fragmentos de poemas patrios, a cargo del niño Oscar Deffeminis, de las señoritas Antonia Aguerrebere y Anatilde Zabalegui y del caballero Raimundo Escobal.
                                                        La segunda parte del evento, en el que se siguieron mezclando obras musicales con páginas literarias y culminó con un discurso de cierre pronunciado por el Inspector Departamental de Primaria Santiago Mussio, en la parte musical  dio comienzo con la ejecución de la Banda de un fragmento de una zarzuela, luego Melazzi cantó la romanza “Si e ver” de Mattei, más tarde la señorita Sara Hontou ejecutó al piano la pieza “Reve d’un ange” de Ludovic y cerró la Banda con el vals “Walz de Waldtenfeld”.
                                                      En el aspecto literario, la señorita Liberata Maeso habló sobre “La Patria y la Educación”, luego la niña Rosa Bas recitó el poema “La Bandera”, y más tarde Luciano Macedo discurrió sobre el tema “La unión hace la fuerza”.  Un poco después, participaron los niños César A. Más, Héctor Olivera y Víctor Pereira declamando poesías alusivas, nuevamente la señorita Aguerrebere leyó otro poema, el señor Juan Defféminis habló sobre “El Patriotismo”, y el señor Blas C. Martínez realizó un relato titulado “Artigas, Rivera y Lavalleja”.

                                                      El expediente encontrado, está acompañado por una carta elevando a las autoridades nacionales el informe de los sucesos, en una parte de la cuál se expresa:
“El pueblo en masa se asoció a estas fiestas, haciéndolas más solemnes y animadas, con verdadero entusiasmo y espontaneidad, demostrando así elocuentemente, no solo su acendrado afecto a las glorias de la patria y su decidida voluntad para venerarlas dignamente, así también las simpatías y esperanzas halagüeñas que le inspiran todos los actos del Superior Gobierno y los de las autoridades que se esfuerzan en acompañarlo con toda decisión y empeño en su ardua y progresista labor de “Administración y Trabajo”.
                                                   Una prueba más acabada de esas simpatías y esperanzas,  Exmo Señor, es el hecho, -bien notable por cierto-, de que en este pueblo jamás en festejo de ningún género, se ha visto tan inmensa concurrencia como ahora, observándose además, que el número de forasteros de campaña y puntos lejanos era no menos inmenso, a pesar de las dificultades sin cuento que se ofrecen para el tránsito, debidas a las grandes crecientes que han originado las lluvias casi incesantes de un mes a esta parte.
                                                   Si en las fiestas sociales ha reinado la cultura y distinción que caracterizan a toda sociedad adelantada, no menos cultura, así como el orden más inalterable, han reinado en los festejos públicos. La policía, que redobló su vigilancia esos días y muy especialmente en la gran reunión de carreras habida en la Costa del Olimar, no ha tenido que intervenir en ningún incidente enojoso.”



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