domingo, 24 de mayo de 2020

Jefferies: tres generaciones y una historia atípica

Los Ceibos: de pujante ejemplo a triste tapera




  




De la gran cantidad de viejas estancias señoriales que hoy son tapera en nuestra zona, sin ningún lugar a dudas, la hoy conocida como Estancia El Inglés, ubicada a dos leguas escasas del centro de nuestra ciudad, es tanto por su antigua magnificencia como por la influencia de sus propietarios en muchos aspectos del pasado treintaitresino, una de las más interesantes.


Poco se conserva actualmente de la enorme casa de estilo inglés, construida con ladrillos de campo y sus vigas de puro hierro, con pisos y cielorrasos de pinotea, carpintería de puertas y ventanas de gran calidad tal que algunas permanecen intactas hasta nuestros días y techo liviano de zinc. Contaba con un gran número de habitaciones profusamente iluminadas, un enorme patio interior con una amplia baranda de columnas de madera circundando el enorme aljibe central.

 A un lado, las habitaciones e instalaciones del personal, al otro, las caballerizas y estacionamiento de los carruajes. Más allá, galpones de herramientas, de ordeñe, de cría de animales de raza de todas las especies. En fin, una estancia que fue durante muchos años ejemplo de pujanza, pionera en la importación de  genética para el mejoramiento de las haciendas nacionales con razas británicas, que ocupaba tiempo y espacios para cultivos forrajeros y proponía la máxima tecnificación posible de la época para su explotación.


El dueño y creador de todo eso, el “inglés” a que refiere el actual nombre del establecimiento, fue Tomás Guillermo Jefferies, cuyo apellido quedó para siempre presente en nuestro medio cuando parte de las tierras de su estancia fueron divididas para conformar la Colonia Jefferies.


Thomas William Jefferies Leared, “el inglés” que en realidad era nacido en Newbay, condado de Wexford, Irlanda y por lo tanto de nacionalidad irlandés, como veremos, se radica en nuestro departamento y comienza la construcción de su finca, en los alrededores de 1890, cuando su familia invierte en bienes raíces una suculenta ganancia que le dejara un negocio en la inversión ferrocarrilera en plena expansión en nuestro país.
En Treinta y tres, cuando se habla de “el inglés Jefferies” tanto a nivel de tradiciones orales y/o como consecuencias de documentos de la época que le nombran, en general, se asume que se trata de una sola persona, pero la realidad muestra que fueron tres hombres, padre, hijo y nieto, de nombres similares, quienes crearon y mantuvieron esta pujante empresa que a principios de siglo 20 estuvo fundamentalmente centrada en nuestra zona.





Mucha de la información que se maneja respecto a estos tres hombres está basada en la investigación de hechos concretos, pero hay otra parte de la historia, que se ha diluído en el tiempo, que pasa mucho más por un tema deductivo que comprobado, y cada uno de ellos será explicado con detalle, aún con el riesgo de tornar esta publicación poco amena.




El primer Jefferies; su familia y fortuna


El primero de la familia Jefferies en llegar a nuestro país, fue Thomas Jefferies Kirwan (1837-1911), quién era ingeniero civil, y llegó a Uruguay a ocupar un alto puesto ejecutivo en la Compañía del Gas, de reciente instalación en nuestro medio (parecería que vino con el cargo de Gerente, que no he podido comprobar). Lo concreto es que llega a nuestro país en la década del 1870, y se vincula al amplio círculo de comerciantes británicos que predominaban como inversionistas en nuestro medio. El propio novelista histórico contemporáneo Diego Fischer en su libro “Carlota Ferreira” sitúa en la casa del propio Jefferies, en pleno centro del Montevideo de entonces, el escenario principal del asesinato de marido de Carlota, Exequiel de Viana y Oribe a manos de su propio hermano.

Tomás Jefferies, en ese entonces de 33 años de edad, era hijo de una familia de rancio abolengo del condado de Wexford, Irlanda, quien se había casado pocos años atrás, concretamente el 30 de junio de 1864 en la iglesia de St. Patrick’s de la misma localidad, con Harriet Leared Barrington (1841-1927), con quien procreó siete hijos: Jean Ethel, nacida en 1867, Arthur Charles, en 1869, Annie Elizabeth, en 1870; Thomas William, en 1873, Mary Ida en el 75, Elaine Maud en 1877 y Hugh St. Jhon  en 1880.
Todos sus hijos, según la documentación a que he accedido, fueron al menos bautizados en Irlanda, por lo que se supone que aún en tiempos en que la familia moraba en nuestro país, la señora hubiera ido a tener familia a su patria natal. Lo cierto es, a este respecto, que en los primeros años de la década de 1880, toda la familia Jefferies (padres e hijos), vivían en una residencia montevideana frente a la Plaza Independencia, hecho probado por el investigador Fernando Bonilla, quien en el marco de la investigación llevada a cabo sobre Carlota Ferreira para el libro homónimo de Diego Fischer Requena, encontró en el expediente de la sucesión de Exequiel Viana y Oribe, la declaración de Jefferies como testigo del incidente que ocasionó su muerte, y lo primero que menciona es su dirección agregando acto seguido que el incidente ocurrió en su domicilio. El hecho, además, se relata en el libro antes mencionado.

Evidentemente, el ingeniero Jefferies, durante su permanencia en nuestro país, desde el primer momento se relacionó con la comunidad británica de la época, dueños, inversores y gestores de los principales negocios progresistas de entonces: gas, ferrocarril, frigoríficos, bancos, etc., y su propia posición debe haber facilitado su participación como socio en varios emprendimientos de los nombrados. Hombre sin dudas muy inteligente, utilizó los recursos a su alcance (información, contactos, relaciones, etc.) para invertir y desarrollar negocios en nuestro medio, teniendo entre sus actividades conocidas una buena participación en las acciones del Ferrocarril Uruguayo del Este (F.U.E.), que entonces se extendía desde la capital hasta Pando

La próxima referencia encontrada respecto a la participación de Jefferies en el ámbito comercial, lo constituyen un par de publicaciones que se conservan en la Sala Uruguay de la Biblioteca Nacional, consistentes en argumentaciones a favor y en contra en referencia a la sentencia de un juicio civil impulsado por Joaquín Requena contra Tomás Jefferies y el “Ferrocarril Uruguayo del Este”, ambas publicadas entre 1890 y 1891.

Del estudio de ellas, se desprende que Tomás Jefferies, Joaquín Requena y otros accionistas más eran socios a mediados de la década de 1880 de un ramal ferroviario denominado Ferrocarril Uruguayo del Este (F.U.E.), que se había constituido a principios de la década habiéndose construido en los primeros años el tramo Montevideo – Pando, el que estaba en funcionamiento y explotación desde 1883, trabajando a pérdidas por no haberse podido continuar con la construcción de la línea otorgada (a Maldonado), por falta de capital.
En el año de 1886, al amparo de la Ley de Promoción Ferroviaria (hubieron dos, aprobadas en el parlamento una en 1884  y otra en 1886) , nuestro país otorgó en concesión un gran número de nuevas líneas, entre ellas la denominada “Noreste”, que preveía “la llegada a la frontera en la localidad de Artigas (hoy Río Branco), atravesando los departamentos de Minas y Cerro Largo”, (al redactar la primera ley, Treinta y Tres aún no había sido disgregado de los nombrados). En el marco de esas nuevas concesiones, Tomás Jefferies a título personal  consigue la concesión de la mencionada línea, aclarándose en su planificación que la misma podía comenzar indiferentemente en Montevideo, Pando, Las Piedras o Canelones.

En una jugada inteligente, Jefferies convoca a asamblea de accionistas del F.U.E. en el año 1885, y a la vista de balances de pérdidas económicas de los últimos 3 o 4 años, más una depreciación en el precio de las acciones del orden del 75/80 por ciento, convence a la mayoría de sus consocios de vender la línea antes de ser obligados a realizar una disolución judicial por quiebra. Casi todos los accionistas aceptaron la propuesta, que les fue beneficiosa, excepto Joaquín Requena, quien se negó a participar de la venta propuesta. Con el consentimiento de la mayoría de los accionistas, Jefferies negocia y vende la gran mayoría del paquete accionario del F.E.U. conjuntamente con su concesión recientemente adjudicada del tren a Artigas, en la por entonces astronómica suma de 400 mil pesos, más acciones en canje de la nueva línea que recibirían los socios cedentes. A raíz de esta venta (que se le realizó al Ferrocarril Central del Noreste, casualmente presidido por Jhon Leared, quien lleva el mismo apellido de la esposa de Jefferies, quizá pariente directo), Requena  interpone un juicio  reclamando un porcentaje de ese precio a cambio de sus acciones, a lo que Jefferies se niega y la sentencia en primera instancia está de acuerdo, argumentando que el valor del F.E.U. era mínimo, y que el precio completo se pagaba principalmente por el valor de la concesión traspasada.
El juicio dura algunos años, y entre sentencias, apelaciones y contra apelaciones,  solo quedan los mencionados folletos argumentativos como prueba tangible, que en definitiva dieron la razón a Jefferies.

Los Ceibos Estancia Company Limited S.A.


En el ínterin,  los hijos de éste  en su mayoría se habían criado y se venían tiempos de regreso al viejo continente. Uno de los hijos, Arthur, elige la senda eclesiástica, el segundo de los varones, Tomás William con notorias inclinaciones agropecuarias y tras algunos estudios en su madre patria al respecto, se radica en un establecimiento comprado por su padre en nuestro medio, en el paraje Los Ceibos, como imaginarán los lectores el mismo establecimiento hoy conocido como “El Inglés”, sobre la ruta 17.

Seguramente – y ahora entrando en el área específica de la especulación-,  la necesidad de invertir el dinero obtenido en el brillante negocio realizado, y ante su alejamiento de estas tierras, motivan que Tomás Jefferies padre impulse la creación de una sociedad para la explotación de las inversiones en América, que eran sin dudas muy rentables. Es por ello, que entre noviembre de 1886 y Julio de 1889, se constituye en Londres  la denominada “Los Ceibos Estancias Company Limited”, luego acriollada a Los Ceibos Estancia Compañía Limitada, de cuyos estatutos (homologados por las autoridades uruguayas, inscriptos en el registro de comercio en marzo de 1900) se conserva una copia en los archivos nacionales.
Esta sociedad, tenía varias características especiales: nombraba como Presidente y Director Gerente vitalicio a Thomas Jefferies, y fueron sus primeros directores, además del nombrado, sus hijos Arthur Charles y Thomas William, y sus parientes Jhon Williams y Nicholas Barrington Leared, e integraban la sociedad además su hija Jean Ethel Jefferies, Richard E. Sharps y Capitan R. J. Rifies. De ellos, el único que fijó residencia en nuestro país fue Thomas W. Jefferies, a quien se le reconoce como “estanciero” y “domiciliado en Estancia Los Ceibos, Uruguay”, quien además es nombrado administrador y apoderado especial.


La sociedad “Los Ceibos Company”, adquiere además, en esos tiempos, otra estancia cercana a  Los Ceibos y más grande, aún hoy llamada Las Pampas, que en ese entonces contaba con unas diez mil hectáreas, y un par de establecimientos en Argentina, destacándose uno de “4 leguas y media” en el sur de la provincia de Córdoba. Más tarde, la compañía adquirirá otra estancia en Flores, campos dedicados al engorde de las producciones del este.
Esta es la primera pista concreta entonces, alrededor de 1890, de que el joven Tomás W. Jefferies, (había nacido en 1873) con muy pocos, años se radica en nuestro medio. De esa época, sin dudas datarían las primeras construcciones del casco de la estancia que estaba llamada  a convertirse en ejemplo de explotación rural en el este del país a principios del siglo XX.




Trabajo y genética en Los Ceibos

La estancia en la opinión de sus contemporáneos


Thomas William, o Tomás Guillermo, como le castellanizaban, radicado en tierras olimareñas, comienza su trabajo de mejoramiento genético con la incorporación de ejemplares vacunos Hereford y Durhan, de lanares Shropshire y Hampshire Down y de caballos Puro de Carrera, de Polo y las primeras líneas criollas del medio, según varias fuentes de prensa de la época que destacan como modelo y ejemplo de producción a “Los Ceibos”, ensalzando la figura de su principal quien no solamente accede a múltiples premios con su producción genética, sino que además se luce en muchas ocasiones como jurado de Exposiciones de las diversas razas que criaba.

Por ejemplo el diario olimareño La Razón dirigido por Paseyro y Monegal, en julio de 1902 cuando se preparaba a pasos agigantados la primera exposición en Treinta y Tres de la que Jefferies sería partícipe en varios aspectos, dedicó una portada a la exitosa participación de los productos de Los Ceibos en la Exposición de Nico Pérez, al tiempo que realiza una semblanza del establecimiento, que transcribimos a continuación:
La Razón, Junio de 1902
Estancia “Los Ceibos”.
Del numeroso grupo de establecimientos rurales que tomaron parte en el certamen celebrado últimamente en Nico Perez destacase en uno de los primeros puestos, con los espléndidos lotes de animales finos que presentó, el denominado “Los Ceibos”, perteneciente a la Estancia Company Limited que representa en nuestro país el señor Tomás W. Jefferies, administrador del establecimiento que acabamos de citar.
“Los Ceibos” está ubicado en este departamento, extendiéndose en la primera y segunda sección judicial sobre una superficie equivalente a siete suertes de campo, de inmejorable calidad por la exuberancia de su tierra que ofrece espontáneamente al ganado tiernos y exquisitos pastos que los ayuda para mantenerse en las mejores condiciones de gordura y también de salubridad.
De establecimiento modelo podemos calificarlo sin exageración, tanto por el órden y método con que se sigue la explotación ganadera, como por los planteles de reproductores que posee, adquiridos en su mayor parte a cabañas británicas de primera magnitud.


Igualmente en punto a instalaciones, hechas a todo costo con arreglo a los preceptos dados sobre este tópico por los maestros de la ciencia rural de nuestros días, que se descuidan generalmente por nuestros hacendados, no obstante tener una importancia capital en la explotación útil de la ganadería, podemos considerar a “Los Ceibos” como uno de los que tienen mejores galpones para la estabulación permanente, como también corrales y potreros para los reproductores de ganado que debe ser criado puramente a campo.
La estancia que nos ocupa está especial y casi podríamos decir, exclusivamente, al cultivo de la raza Hereford, que le ha dado los mejores resultados, puesto que todos los animales que pacen en los potreros de ella, presentan caracteres innegables de su alto grado de mestización, que los acerca notablemente al tipo acabado de la raza pura.



Actualmente el número de ganado Hereford es de 8.000 cabezas aproximadamente, lo que permite a la estancia separar anualmente una novillada numerosa y selecta que tiene compradores a precios elevados que solo alcanzan los animales criados en establecimientos de crédito, como es el que nos ocupa, porque se sabe que los sistemas y métodos que se usan en ellos tienen que dar infaliblemente productos superiores por su complexión robusta y buen estado de gordura.
En la explotación de la raza bovina, la estancia “Los Ceibos” se ha especializado en la producción de novillos tipo exportación y frigorífico, consiguiendo satisfacer las exigencias de estas dos ramas importantísimas de la industria ganadera, proveyéndola de animales preparados competentemente al efecto.
Para la exportación en pie los novillos que se destinan son mochados, circunstancia muy apreciada por los que intervienen en ese comercio. Los novillos así preparados han obtenido el año pasado un precio de 24 pesos, hecho que por si solo confirma la especial condición de este tipo de ganado que produce “Los Ceibos” para el mercado de exportación.
Los reproductores con que se ha obtenido tan satisfactorios resultados, han sido adquiridos directamente por el establecimiento de que tratamos en cabañas británicas, habiendo entre ellos seis que fueron importados de Nueva Zelandia, colonia que, como se sabe, tiene fama de tener expléndidos ejemplares de las razas de ganadería.
El plantel actual de bovinos Hereford está constituido por 25 vacas puras traídas de Inglaterra y 30 toros, también puros,  muchos de ellos hijos de padre y madre importados y otros entre los cuales deben contarse los seis que decimos fueron adquiridos en Nueva Zelandia e Inglaterra, importados directamente de cabañas modelos del extranjero.
En la especie lanar, la raza cultivada preferentemente por “Los Ceibos” es la Hampshire- down, de la que cuenta con un plantel numeroso de ovejas y carneros que son todos animales superiores.
Actualmente la estancia “Los Ceibos” cuenta con doce mil cabezas de ganado ovino cuya mestización es ya de segunda o tercera cruza, perteneciente a la raza Hampshire-down.
La explotación ovina hecha con sumos y prolijos cuidados está dando resultados insuperables en la estancia “Los Ceibos”, cuyas majadas con el alto grado de mestización que hemos mencionado, están compuestas de espléndidos animales de tipo uniforme, aparentes para el consumo nacional, por la precocidad de engorde que los caracteriza.
Las caponadas para frigorífico, como también para exportación, gozan de envidiable crédito entre los compradores de ganado, debido a que las condiciones de raza para carne que caracteriza a los Hampshire-down y  sus mestizos, los hacen muy solicitados para la industria de la congelación de carnes, como también para la exportación en pie.
Al mismo tiempo que raza de carnicería, la Hampshire-down, bien cuidada como lo está en el establecimiento “Los Ceibos”, es una excelente raza para la producción de lana y desde este punto de vista la estancia que nos ocupa ha realizado muy buenos negocios, puesto que todo el textil obtenido en las esquilas ha sido vendido anualmente en Liverpool, a precios iguales que los obtenidos por las merinas.



En la especie equina, “Los Ceibos” está dedicada a la explotación de razas de carrera, por mestización, en lo que obtiene muy lisonjeros éxitos, habiendo acreditado mucho sus productos que hoy son sumamente solicitados, porque se los ha visto salir victoriosos en infinidad de pruebas efectuadas en los hipódromos del país.
Para los efectos de la mestización, cuenta con algunos buenos padrillos afamados, de las mejores razas que se cultivan para carrera y que han obtenido diversos primeros premios en las exposiciones y ferias caballares a que han concurrido.
La población equina del establecimiento es muy reducida, como que las operaciones de esta sección están limitadas a la producción de ganado fino, pero los animales que la forman son todos de bella estampa y de condiciones satisfactorias desde otro punto de vista que deben consultarse tratándose de carrera.

El señor Tomás W. Jefferies, representante en nuestro país de la Estancia Compañía Limitada Los Ceibos, es como hemos dicho, el administrador de la estancia y dirige personalmente la explotación ganadera que en ella se hace, con una laboriosidad y competencia digna de todo aplauso.
El señor Jefferies al frente del establecimiento ha demostrado, efectivamente, profundos conocimientos de la ciencia ganadera, y una gran práctica obtenida en muchos años de dedicarse a la industria y debido a lo cual “Los Ceibos” han conseguido conquistar un puesto de primera fila en el concierto ganadero de la nación y gozar de inmenso crédito en el país y especialmente en el departamento de Treinta y Tres.


En la exposición feria de Nico Pérez, el establecimiento “Los Ceibos” ha presentado algunos ejemplares selectísimos del ganado que cultiva con tanto éxito y de los cuales mencionaremos especialmente el padrillo de carrera “Discreto” que obtuvo el primer premio en la categoría a que entró.
Igualmente resultó premiado el toro denominado “Olimar Chico”, de la raza Hereford, puro.
Estos dos animales han sido criados a galpón.
De los productos a campo expuestos en el mismo certamen, mencionaremos un espléndido lote de 10 toros puros de la raza Hereford al que le fue adjudicado el segundo premio de la categoría; otro lote también de 10 toros mestizos, también Hereford, ganador de un tercer premio; y 10 novillos gordos que fueron especialmente admirados por los visitantes del congreso debido a la soberbia estampa de cada uno y al excelente estado de gordura en que se presentaron.
En la sección ovina, el establecimiento “Los Ceibos” presentó un lote de 10 ovejas Hampshire-down, preciosos animales que fueron condecorados con el primer premio y otro de 20 capones en alto grado de gordura, que obtuvieron el segundo premio. Este lote de capones estaba formado por espléndidos animales de la raza Hampshire-down.

El corredor más famoso del Plata nació en Los Ceibos


En el “Museo del Turf” de nuestro país, dirigido por Luis Costa Baleta, se guarda celosamente el recuerdo de uno de los mejores pingos que a principios del siglo XX prácticamente no tuvo rival en las pistas del Río de la Plata. Ese ejemplar, llamado Black Prince, un macho nacido según reza oficialmente en el Stud Book Uruguayo el 15 de octubre de 1903 en el haras “Los Ceibos” del Sr. Tomás W. Jefferies, hijo del padrillo Discreto y de la yegua Flanqueadora.



Black Prince se destacó a partir de 1907 en las pistas de Maroñas, en Montevideo y en Palermo, Buenos Aires. Su historia deportiva comienza entonces a sus 4 años, arrasando en los clásicos capitalinos, apareciendo entonces como ganador en los clásicos Montevideo, Sarandí, General Artigas, Primavera, Ituzaingó y de Honor.  En enero de 1908 sale segundo en su primer Ramírez, que ganaría luego con solvencia en 1909. En otoño del 8 pasa a competir en Palermo, donde cosecha una serie de éxitos entre los que se destaca el Clasico General Campos y el Arenales, además de algunas carreras largas en las que tiene destacado papel. La temporada de 1909 fue su mejor preformance, que de seis carreras corridas en Palermo gana en cinco ocasiones: el Handicap Industria, el clásico Hipódromo Argentino, el Santiago Lawrie, el Belgrano y el clásico Congreso. Según la revista especializada de la época “Turf y Elevage”, Black Prince disputa su última carrera compitiendo en un Handicap sobre 3000 metros, donde pierde a un cuerpo con Pioneer, al que le daba 8 kilos. El artículo al respecto, finaliza ilustrándonos: “Allí terminó su campaña en las pistas rioplatenses defendiendo los colores del Stud Treinta y Tres; fue adquirido por un señor Villanueva para prestar servicios de Padrillo, lo que hizo hasta su muerte en 1917.



La familia “olimareña”


Tomás W. Jefferies, como vimos radicado en nuestro departamento pero administrador de múltiples propiedades familiares, dividía sus ocupaciones entre la crianza profesional de ganados de raza incorporando genética y tecnología de punta para la época, con actividades administrativas de los demás establecimientos, lo que le obligaba a viajar mucho y a tener una segunda residencia en la capital del país. En ella, pertenecía a los más selectos círculos de la sociedad montevideana, habiendo integrado como directivo y/o consejero en varias oportunidades la directiva de instituciones como la Asociación Rural, el Jockey Club y clubes de Polo, deporte del cual era apasionado, como muchos británicos de la época.

Es en la capital que conoce a Flora Mary Shaw Wells, hija de una extensa familia inglesa en su mayor parte radicada en Buenos Aires. Se casa con ella y se vienen a vivir a Los Ceibos, donde crían a sus tres hijos: Thomas Charles, nacido en 1905; René Maud, de 1908 y María Helena, la única que consta “nacida en Los Ceibos” en 1910.
Con apenas 44 años de edad, en 1924, fallece Flora, cuyos restos descansan en el Cementerio Británico de Montevideo, poniendo la nota luctuosa en la vida de la estancia, con sus hijas aún menores de edad. Jefferies, viudo, se muda permanentemente a Montevideo, viniendo a su establecimiento solamente por asuntos que requerían su presencia, y ya no volvería a residir más en nuestro medio.
Apenas algunos años después, con seguridad en 1928 o aún antes, delega en su primogénito Tomás Charles la dirección de los negocios familiares, y retorna a Irlanda para contraer matrimonio en segundas nupcias en Londres, concretamente en la St. George’s Hannover Square, con Dorothy Violet Carrington Fitzgerald, con quien se retirará a su domicilio natal del condado de Wexford, en Irlanda, donde vivirá hasta su fallecimiento en 1951 a los 78 años de edad.
Algunos años más permanecerán en nuestro medio los Jefferies, el mencionado Thomas Charles, casado con Narah Kathleen Beatty, residió algunos años en la estancia “Los Ceibos”, retornando a la capital del país. La hija menor, María Elena fue casada en primeras nupcias con Robert George Cazalet, padres de Gillian Mary Cazalet y Jefferies, y en segundas nupcias con Luke Beazley, sin descendencia.
Renée Maud Jefferies Shaw fue la última de los Jefferies en la zona. Unida en matrimonio con Frank T. Foster Bone, padres de Michael Frank Foster Bone y Jefferies, fueron durante algunos felices años los ocupantes de la estancia, hasta que una fatal enfermedad abate su único hijo, que fallece siendo apenas un niño de 8 o 9 años. Poco tiempo después de ese suceso, se produce la mudanza de la pareja, desocupando las propiedades, que comienzan su periplo de ventas, arrendamientos y desmembramiento para convertirse, a poco más de un siglo de su magnificencia, en la viva imagen del abandono y fracaso que es actualmente.