lunes, 4 de enero de 2021

General Manuel Correa

 

Más que un soldado de la independencia

Nacido en la Villa de San Carlos, departamento de Maldonado, el 12 de julio de 1790, era hijo del comandante de milicias provinciales Juan Correa de la Luz (hijo de azoreños, nativo de Río Grande) y de Juana Angós (montevideana), integrante de una extensa familia.

General Manuel Correa. Retrato Museo Histórico


A muy joven edad comenzó su carrera militar, durante la época de los españoles, ingresando como cadete del Cuerpo de Blandengues, recibiendo su bautismo de sangre durante las invasiones inglesas en 1806, cuando fue herido de dos bayonetazos en la defensa de Maldonado, con tan solo 16 años. En 1809 estaba en Buenos Aires como oficial de granaderos de Liniers y al estallar la revolución de Mayo ofreció su espada a la Patria, formando parte de la expedición de Belgrano al Paraguay. Fue tomado prisionero por los realistas y conducido a Montevideo, encerrado en un pontón con una barra de grillos, situación que vivió varios meses. Estuvo en el sitio de Montevideo en 1814, y en los años subsiguientes participa en las luchas internas de las provincias argentinas, destacándose en la campaña contra los indios en la provincia de Buenos Aires. En enero de 1819 llegó a ser teniente coronel y en 1822 pasó a comandar el 20 batallón de Cazadores. Declarada la guerra contra el Brasil y ascendido a coronel; se incorporó con su unidad, llamada ahora 1º de Cazadores, al 3er cuerpo del Ejército Republicano, tocándole ser uno de los vencedores de Ituzaingó el 20 de febrero de 1827. Al término de la campaña y una vez que su provincia natal constituyóse en República soberana, retornó a la joven patria después de abandonar el servicio militar y se dedica durante una decena de años una agencia de negocios en campaña y procuración. Había reunido un solvente capital que incluía una extensa propiedad de una docena de suertes de estancia situadas en el norte del entonces departamento de Minas, cuando fue llamado por la patria al comienzo de la Guarra Grande. Abandonó todo para tomar a su cargo, con el mismo grado militar argentino que se le reconocía, la jefatura de la Guardia Nacional de Caballería que le fue dada el 5 de enero de 1842. Dejó el puesto casi en seguida y ese mismo año fue nombrado 2º jefe del ejército de Reserva y jefe interino de la Comandancia General de Armas. Fue luego designado Jefe de Estado Mayor de la misma, y en el desempeño de este cargo hizo crear la Academia de Instrucción de Infantería para jefes, organizó los servicios de maestranza, en tarea que el general César Díaz califica de importantísima.

La provisión de material de artillería que era un problema pavoroso, mereció de Correa los máximos cuidados y ahincada labor, perteneciéndole la idea salvadora de volver a servicio los viejos cañones de hierro clavados como postes en las calles de la ciudad. Examinados escrupulosamente uno a uno, pudo rehabilitar más de cien piezas "que yacían, recuerdo casi olvidado del vencimiento de dos tronos". El 3 de abril de 1846 pasó a comandar las fuerzas de la capital en reemplazo del general Melchor Pa- checo y Obes; en 1847, Joaquín Suárez lo nombra Ministro de Guerra y Marina cargo al que dimite en pocas semanas, quedando en la dirección e inspección de la 1ínea interior de fortificaciones de la plaza En 1850 se hace cargo de la Capitanía del Puerto de Montevideo y en esas funciones la muerte lo vino a sorprender el 2 de octubre de 1851. No tuvo tiempo -por seis días- de ver ajustada la paz que terminaba una lucha de diez años. Integraba al morir la Asamblea de Notables que venía ejerciendo las veces de cuerpo legislativo. Jefe de notoria ilustración, se debe al general Correa la confección del hermoso Plano Topográfico de Montevideo y sus alrededores, trabajado con gran esmero en 1847 por el capitán Juan P. Cardeillac y litografiado en 1849 en el establecimiento de Mege y Lebas.

 

 

 Una biografía más detallada 

 

A continuación, se transcriben algunos párrafos de su biografía, publicada a raíz de su fallecimiento, y recopilada por el historiador Carlos Seijo en su obra “Carolinos”, de 1936.

"Escribo bajo la impresión dolorosa de una pérdida irreparable para mí, los detalles de su vida militar, que tantas veces, en el seno de la confianza que le merecí, oí de su propia boca, y que a fe de hombre de conciencia, declaro que son verídicos. Al escribirlos, cumplo el deseo expresado por él, pues me decía: "quiero que alguno, después de mi muerte, asegure sin temor de ser desmentido por los hechos y documentos que existan, que como hombre, mi amor a la patria fue purísimo; que como militar no tuve otra ambición sino el honor y lustre de la carrera, y juro que no debo un ascenso al favor ni a mezquinos manejos e intrigas”.

Nació el general don Manuel Correa, en la villa de San Carlos, departamento de Maldonado, uno de los que componen este Estado, el 12 de julio de 1790, hijo legítimo deI comandante de milicias provinciales, don Juan Correa y doña Juana Angós, naturales también de esta república (1); y a los doce años de edad, obtuvo la clase de cadete, con la que entró a servir en el cuerpo de Blandengues de Montevideo, e hizo la primera campaña contra le? indios, cuya expedición mandaba el señor don Francisco Javier de Viana. Invadido el Río de la Plata por los ingleses en 1806, desembarcaron en Maldonado, y al tomar aquel punto, fue herido de un bayonetazo defendiendo su puesto. En 1807, ocupado Montevideo por el enemigo, fue llamado por el jefe de la comandancia de Maldonado y le dio la importante comisión de marchar por tierra con despachos para el virrey de Buenos Aires; cruzó entonces nuestra poco poblada campaña, se embarcó en la Colonia bajo un fuerte temporal y salvando de varios peligros, desembarcó en Buenos Aires, en ese pueblo que tantas simpatías mereció de su corazón, solamente acompañado por el baqueano, y se presentó al virrey, entregándole los despachos. Regresó por mar, pero ya con la oferta voluntaria del virrey de darle empleo en el real cuerpo de granaderos del rey, el más honorífico cuerpo del virreinato, y cuyo coronel era el rey en persona; y muy luego recibió el despacho de teniente de milicias de Maldonado. — Se separó de su familia y de su patria a principios de 1809, y fue agregado en su clase, al regimiento de granaderos ya expresado, en cuyo servicio le halló la revolución de 1810; llena su alma de ese amor santo de independencia, libertad y civilización para la América,, orden e instituciones para sus pueblos, principios que fueron la pauta invariable de todos los actos de su vida. Pronunciada la revolución y acordada la expedición al Paraguay, se ofreció voluntariamente a hacer parte de ella, y como no marchaba su regimiento, pasó en comisión de ayudante edecán del general en jefe don Manuel Belgrano. Entre sus papeles se halla escrita la campaña (2), que si no fue feliz, decía, era debido a la pequeñez de las fuerzas con que invadieron, y a los poderosos recursos y tropas que opusieron los españoles, pero el hecho cierto es, que ella y especialmente la capacidad de su jefe, contribuyó a que el Paraguay observase la neutralidad que conservó durante la guerra de la independencia. El certificado que este general se sirvió darle de esa campaña, le es sobremanera honorífico. Hecho prisionero en Yuquerí, en una acción de guerra con el mayor general del ejército, señor Machain y otros oficiales, fue remitido con ellos, cargados de prisiones a esta ciudad, y el pontón, las bóvedas y la ciudadela (hoy mercado), fueron testigos de sus sufrimientos y de su constancia, a pesar de muy halagüeñas promesas, por la causa que había abrazado. Canjeado por otros prisioneros tomados a los españoles en la acción de Las Piedras, regresó a Buenos Aires y se incorporó a su regimiento que después vino con el ejército que sitió esta ciudad y la tomó de los españoles en 1814. Al entrar a esta plaza, su empleo era el de capitán.

Sobrevino la disidencia entre las tropas orientales y argentinas, pero en la rectitud y nobleza de su carácter, no obstante sus afecciones, no podía abandonar las banderas argentinas, siguió la suerte del ejército, habiendo sido destinado al mando de una de esas divisiones pequeñas de infantería que marcharon a nuestra campaña, pero que arrastradas por la sublevación general, tuvieron que retirarse a Entre Ríos después de varios encuentros, teniendo la fortuna de que las fuerzas a sus órdenes no fuesen deshechas y proteger sobre las márgenes del Uruguay, a la división que mandaba el mayor general Dorrego.

En mayo de 1815 es ascendido a sargento de su regimiento; en 1816 hace una campaña sobre el territorio de Santa Fe; en 1819, otra campana a las órdenes del director del Estado, desempeñando el cargo de mayor de brigada, en 1820, otra campaña a las órdenes del general Soler, que le confía el mando de la vanguardia; en el mismo año, el gobierno le nombró jefe de la sección del centro al Norte de la campaña de Buenos Aires, en circunstancias que a invadían los indios Ranqueles y Pampas, dirigidos por Carreras, y formo una división de 700 hombres que fue la 3° del ejército al mando del señor Hortiguera, con la que maniobró independientemente de las otras dos mandadas por los señores Lamadrid y Rosas durante toda la campaña. En 1821, ya graduado teniente coronel, desempeñó la mayoría del cuerpo denominado del orden. En 1822 pasa a comandante del 3° batallón de la Legión Patricia, y después, en el mismo empleo, al 2° de la misma Legión. A fines del mismo año es nombrado comandante del 1° batallón de cazadores de línea, con cuyo cuerpo hizo, en 1823, una campaña al Tandil; en 1824, otra hasta las inmediaciones de Bahía Blanca, cuyas dos expediciones mando en jefe el general don Martín Rodríguez. Todas estas campañas constan en su honorable toja de servicios, firmada por el ilustre general Rondeau, la que va publicada al pie.

Declarada la guerra al Brasil y cambiado el nombre de su batallón por 1° de Cazadores, marcha con el ejército a campaña en la que recibió sus despachos de coronel y se halló en la batalla de Ituzaingó, mandando un batallón de Cazadores, y que dio por resultado la independencia de su tierra natal. (3).

Regresa con su batallón a Buenos Aires, y muy luego tuvo lugar la revolución llamada deI 1° de diciembre de 1828. — "Yo no defiendo, decía, varios hechos de esa revolución, porque no tuve en ellos parte, pero me queda la conciencia tranquila de haber entrado a ella, porque conocía que si derramé mi sangre para trozar las cadenas de la servidumbre colonial, aún quedaba el segundo punto de la gran cuestión de emancipación, que era hacer imperar las instituciones y la ley al capricho y arbitrariedad de los mandones”. El tiempo, en veintidós años que no ha vuelto a pisar las playas argentinas, ha justificado bien tristemente que no se engañó.

Vuelto emigrado a su patria, empezó a trabajar bajo el título de Agente de Negocios de Campaña para adquirir bienes de fortuna, cuando después de doce años de laboriosidad y trabajo, había logrado, en parte, sus deseos, invadió esta República don Manuel Oribe en 1843. Recibía en 1851 los diplomas de representante por el departamento de su nacimiento a la Asamblea General

Llamado por un decreto del Gobierno al servicio de la República, fue dado de alta en el ejército el 15 de diciembre de 1842, con la antigüedad de su clase en la República Argentina, y se hizo cargo de la comandancia general de armas; a los pocos días, nombrado general en jefe de las fuerzas de la capital el general don José M. Paz, Correa fue uno de los amigos del general que más eficazmente lo indujo a recibirse del mando, diciéndole "nada hay hecho, pero con los grandes elementos que tiene la capital, todo puede hacerse” Durante cerca de cincuenta días, mereciendo la ilimitada confianza del Gobierno, Correa no descansó un instante, preparando los elementos para la resistencia incontrastable opuesta al enemigo.

Medidas propuestas por él y realizadas, son fortificar el Cerro y la isla de la Libertad, sin desatender a la organización del ejército, la línea de fortificación, maestranza, parque, en fin, a todos los medios de defensa, como segundo jefe del general Paz. El enemigo se presentó ante esta ciudad, cuando aún no existía artillería, puede decirse, para la defensa que se preparaba, pues no la había; se le ocurre, entonces, arrancar los cañones que servían de poste; en las calles, y logra, al fin de tres meses, ver artillada perfectamente la línea, montando primero, la mayor parte de las piezas, en potros y cureñas de mar, y después hacerle un excelente montaje con el producto de una suscripción voluntaria que promovió entre varios patriotas nacionales y extranjeros, y otras sumas entregadas por el gobierno a pesar de los inmensos apuros en que se hallaba el tesoro.

En 1845, como Jefe de E. M. G. hizo construir la batería denominada "2° Legión de’ Guardias Nacionales”, en el centro de nuestra línea de avanzadas. En abril de 1846 tiene lugar una revolución entre la guarnición de la capital, que como era consiguiente, trajo el desquicio y la desmoralización en ella; en ese conflicto el gobierno nombra a Correa Comandante General, quien con su calma inalterable, con la prudente conducta que observaba, logro subordinar el desorden introducido en todos los cuerpos; restablecida la organización (4), formó la línea exterior de defensa, de manera que todos os cuerpos del país se acantonaron entre ambas líneas. (5)

Amigo de la educación del pueblo, porque con ella adquiere virtudes y conocimiento de sus derechos, establece entre líneas una escuela de primeras letras, cuya apertura honra con su presencia el gobierno y el ejército, se admiten en ella, indistintamente, los hijos de militares y familias pobres. Dejó el mando a fines de julio de 1847 y vino a ocupar el Ministerio de Guerra y Marina. Dos meses antes, el 24 de junio fue ascendido al grado de general.

Los años de 1848 y 49 permaneció retirado en su casa, aunque como miembro de la A. de Notables, desde su creación, y como patriota jamás se negó a contribuir a la conservación de la defensa de la causa por que se había sacrificado. — En abril de 18 50, es nombrado Capitán del Puerto, y con esa asiduidad y celo con que llenaba los deberes del cargo que se le confiaba, con esa integridad de que no habrá un ejemplo contrario en toda su vida, principió por organizar todos los ramos y dependencias de su administración, rodeándose de una comisión de jefes de marina permanente, para examinar los prácticos del río; estableció la estricta observancia de los reglamentos del Puerto; propuso el proyecto de construir un edificio para capitanía, venciendo una porción de dificultades por la escasez de recursos; balizó todos los escollos del Puerto y la Panela, auxiliado por el donativo voluntario de varios artículos necesarios para aquel fin. Deja en planta el pensamiento de reconstruir la farola del Cerro para lo que había obtenido autorización del Gobierno.

En ese puesto, una enfermedad que hace tiempo le aquejaba, lo ha arrebatado a la vista de su familia y amigos.

He hecho relación de la vida militar del general don Manuel Correa en presencia de innumerables documentos que justifican la reputación intachable que anheló obtener durante su vida y después de su muerte; ellos prueban patentemente que no la manchó con la más pequeña acción que le desdorase. — La estimación pública de hombres de todos los partidos, y la sincera adhesión de todos los que fueron sus amigos, han sido el mejor testimonio de la probidad y el celo por la mejora de las instituciones y porvenir de su patria, que adornaron su vida.

Montevideo, Octubre 6 de 1851.

 

Hoja de servicios

"El coronel D. Manuel Correa, su edad treinta y nueve años, su país, San Carlos, su calidad distinguida, su salud robusta, sus servicios v circunstancias los que se expresan: —

Tiempo en que empezó a servir los empleos

Cadete de Blandengues                                  – desde 21 de Enero de 1804

Teniente Urbano                                             - desde 4 de Noviembre de 1808

Subt. grad. de teniente                                    – desde 11  de Marzo de 1809

Teniente de gra. de inf.                                   – desde 3 de Agosto de 1810

Capitan de ídem.                                             – desde 5 de Febrero de 1811

Sargento mayor de idem.                                – desde 26 de Mayo de 1815

Graduado de ten. Coronel                              – desde 15 de Enero de 1819

Sargento mayor del ord.                                 – desde el 24 de Febrero de 1821

Com. del 3er Bat. Lejion                                -  desde el 11 de Marzo de 1822

Id. deI 2º. Bat. de id.                                      -  desde el 9 de Mayo de 1822

Id. Del 1°. de Cazadores                                - desde el 14 de Noviembre de 1822

Coronel del mismo –                                       -  desde el 23 de Diciembre de 1826

 

Tiempo que ha servido y cuánto en cada empleo

De Cadete:                                                      4 años, 9 meses y 13 días

De Teniente Urbano:                                       4 meses y 7 días

De Subt. grad. Teniente:                                 1 año, 4 meses y 22 días

De Teniente:                                                    1año, 6 meses y 2 días

De Capitán:                                                     3 años, 3 meses y 21 días

De Mayor:                                                       5 años, 8 meses y 28 días

De id. del orden:                                             1 año y 17 días

Comandante del 3°. Bat.                                1 mes y 28 días

Id. del 2°.:                                                       6 meses y 16 días

Id. de Cazadores:                                            3 años, 1 mes y 16 días

Id. de Coronel:                                                1 año, 1 mes y 23 días

Total en fines de Febrero de 1828:                 23 años, 1 mes y 3 días.

 

Regimientos donde ha servido

En el cuerpo de Blandengues en una compañía creada para la campaña, de Maldonado. En el regimiento de cazadores de Infantería. En el del Orden. En la Legión Patricia, y actualmente en el N° l de Cazadores.

 

Campañas y acciones de guerra donde se ha hallado

En el ataque que dieron los ingleses a Maldonado el 9 de Octubre de 1806, en que fue herido con dos golpes de bayoneta. En la expedición al mando del Sr D. Francisco Javier de Viana en la campaña oriental, que tuvo cerca de año y medio, en la cual se halló en una acción de guerra contra los indios infieles. En la expedición del Paraguay, al mando del representante y general en jefe D. Manuel Belgrano, siendo su edecán, donde fue prisionero y conducido a Montevideo después de dos batallas generales y un ataque parcial que mandaba, en el que quitó un trozo de caballada, otro de ganado y nueve canoas que facilitaron el paso deI Teviguarí al ejército, cuyas canoas eran defendidas por los enemigos con una fuerza de artillería. En la división que salió a reforzar el sitio de Montevideo, mandada por el Sr coronel Terrad, haciendo de ayudante, la que solo llegó hasta Santa Fe. En la campaña contra los portugueses y segundo sitio de Montevideo, desde Febrero de 1812 hasta Setiembre de 1813, con los Sres generales Sarratea y Rondeau. Al sitio y rendición de Montevideo desde Abril de 1814 hasta junio del mismo año, después de haber perseguido la división de Otorgués, que amagaba la Colonia, todo a las órdenes del general Alvear; obteniendo por la rendición de Montevideo, que guarneció después, una medalla de distinción (6). Campaña de medio año en el territorio oriental y Entre Ríos, teniendo una acción, de guerra en el Pospos, habiendo en la expresada campaña protegido sobre las márgenes del Uruguay la división del mayor general Dorrego, habiéndosele confiado una pieza de artillería y considerable número de cabalgadura, con lo que tenía que hacer las travesías de 65 leguas hasta los Potreros del Queguay, siendo esta travesía un campo que estaba en posesión deI enemigo. En la misma campaña se le confió por el señor Hortiguera una división que marchaba sobre el Fraile Muerto, con orden de batir la división de Otorgués, que se creía trajese esa dirección, habiendo retrogradado después por orden del expresado Sr a cubrir los pasos principales del Yi, para oponerse a las fuerzas de Fructuoso que amagaba por aquella parte. En 1816 marchó con. una división sobre el territorio de Santa Fe, habiendo llegado solo hasta el Rosario. A fines de 1819 una campaña bajo las órdenes del Director del Estado, desempeñando las funciones de mayor de brigada. En 1828 salió a campaña bajo las órdenes del Sr general Soler, quien le confió el mando de la vanguardia del ejército campado sobre el Puente de Marquez, siendo compuesta aquella de caballería y dos piezas de artillería volante, y fue situada diez leguas del ejército ya en la villa de Lujan o en sus inmediaciones según convenía. En el mismo año salió bajo las órdenes del Sr general Rondeau, quien le nombró comandante de las fuerzas de línea que existían bajo las órdenes del expresado Sr siendo aquel nombrado jefe de las fuerzas del Norte de Buenos Aires. Fue nombrado por el gobierno jefe de la sección del centro en campaña, en circunstancias que era invadida por los indios Ranqueles y Pampas dirigidos por Carreras y desde la frontera de aquella sección abrió campaña con una división de setecientos hombres que formo y compuso la 3° en el ejército que mandaba el señor Hortiguera, que se dirigió sobre aquellos y en la retirada de la Sierra lo hizo esta división con independencia de la 1° y 2° que mandaba el Sr Lamadrid y Rosas, buscando la frontera de donde había salido, conservándose en el mando de la ya citada sección, hasta que el gobierno tuvo a bien dar otra forma a la campaña de esta provincia. En 1823 con el Sr gobernador Don Martin Rodríguez hasta el Tandil, y en 1824, con el mismo hasta las inmediaciones de la Bahía Blanca. En 1827 en la campaña del Brasil, habiéndose hallado con su batallón en la batalla de Ituzaingó.

Don José Rondeau, inspector y comandante general de armas.

Certifico que la presente foja de servicios es copia del original de la que existe en la inspección general de mi mando. Buenos Aires, febrero 15 de 1828 Rondeau”. (7)

Como acaba de verse, desde un principio, Manuel Correa había escrito sobre su actuación en la campaña deI Paraguay (8), bajo el mando de general Belgrano; así que vamos a reproducir tan sólo la parte concerniente a su estada aquí, cuando fue remitido como prisionero.

"A nuestra llegada (a Montevideo) los Oficiales fuimos a los calabozos de la Ciudadela menos 3 y el Mayor Gral. Machain los que se destinaron a la fragata Ifigenia, estos recibieron buen trato de los marinos Españoles pero el resto padecimos bastante, Al poco tiempo supimos el movimiento en a provincia del Paraguay derrocando las autoridades españolas y fuimos reembarcados y conducidos a la fragata mercante Carmelita cuyo cargamento había sido sal; nuestros acompañantes fueron 13 presidiarios que por sus famosos y repetidos crímenes no se les dio entrada en los presidios que saco el Cap. Mena también presidiario y que organizó en caballería. Con esos 13 hemos sido conducidos por las calles de Montevideo bajo una escolta y este insulto nunca lo perdonaré a los españoles que lo hicieron.

Colocados en la bodega los Oficiales con una barra de grillos los sargentos con grilletes y cadena, los soldados con grillete y los presidiarios con dos barras; esta porción de hombres apiñados tenían por aire el que entraba de día por un escotillón enfrente del cual estaban 4 barriles, dos para agua otros denominados sambullos que se sacaban cuando estaban llenos por consiguiente la fetidez era excesiva, los piojos abundantísimos, el fuego para fumar prohibido, el alimento era un caldero de mal cocido arroz con peor tasajo que descendía por una roldana y se dejaba a discreción de hombres hambrientos En esta situación se permaneció algunos días hasta que dispusieron que los oficiales pasasen a entrepuentes y de allí volvimos a la Ciudadela no sé si a consecuencia del sistema que tenían de no dejarnos mucho tiempo en un lugar (cosa que es muy buena para asegurar presos) o si fue porque nos preparásemos para marchar a España porque así lo habían determinado, debiendo ir cuatro en cada buque mercante.

La Batalla de las Piedras ganada por el General Dn José Artigas hizo cambiar nuestro destino. Se nos volvió al pontón Juan y el trato ya  fue más soportable. El Sr Elío tenía interés en canjear los oficiales de marina que había perdido en la batalla citada y especialmente a su cuñado y con esta propuesta fue el Sr Obregon Jefe distinguido de la marina Real a la Junta Gubernativa, la que no accedió sin comprender nosotros hasta ahora la razón que tubo para ello. Presentado un día creo el mayor de órdenes de marina en nuestro pontón nos leyó la propuesta que nos hacía el Virrey la que si mal no me acuerdo era reducida a ofrecernos sacar los Grillos y bajarnos a tierra alojándonos en las casas de nuestras relaciones en donde se nos sostendría por el Gobierno siempre que ofreciésemos debajo de nuestra palabra de honor el conservarnos en la clase de prisioneros hasta ser canjeados. Bien, impuestos de la propuesta me separé del círculo con el Cap. Dn  Diego Balcarce y conferenciamos y uniformes nos dirigimos al enviado a quien manifestamos nuestra resistencia a firmar aquel documento que nos ligaba más que la barra de grillos que nos aseguraba; pero que firmaríamos un compromiso de no tomar las armas contra el partido que sostenía la Regencia que no reconocíamos, siempre que se nos pusiese en libertad en Bs. Ays. reservándonos el poder tomarlas contra cualesquiera poder extranjero que invadiese el territorio”.

De ahí que lograron verse libres de los grillos y pudieron tener cierta libertad; pero más tarde, al verse desligados del compromiso que habían firmado, y considerándose en su derecho para intentar la fuga, empezaron las maniobras con ese fin. Fue a raíz de una de éstas, que el Virrey, habiendo llegado a traslucir algo, los hizo encerrar de nuevo en los calabozos. "El tratamiento desde entonces fue cruel y nuestro rostro lo manifestaba. La casualidad hizo que nos viese un Oficial de Marina de la Fragata Efigenia y dijo a Machain nuestro Mayor General que sino hacían algo para sacarnos de ese estado moriríamos; y fue entonces que Machain y Warnes pidieron hablar al Virrey; lo consiguieron y ofrecieron pasar a Buenos Ayres a solicitar el canje ofreciendo bajo palabra de honor volver al estado en que estaban sino lo conseguían. Obtuvieron el permiso, fueron a Buenos Ayres, y se efectuó el canje, entregando la tropa al General sitiador y los oficiales fuimos conducidos a Buenos Ayres.

Manuel Correa”. (9)

 

Las exequias fúnebres:

"Hoy tuvieron lugar en la iglesia Matriz, los funerales del finado general D. Manuel Correa con toda la solemnidad que correspondía a su alta categoría militar, sus grandes servicios y su mérito personal.

A las 9 ½ bajó el cadáver de los altos de su morada, conducido por varios amigos del finado, que desde temprano ocupaban su casa, y otros que le habían acompañado desde la noche anterior. Entre aquellos se notaban algunos oficiales de las tropas expedicionarias francesas y muchas señoras distinguidas.

Al pie de la escalera le esperaba el Sr Presidente de la República, los Sres Ministros de Gobierno y Relaciones Exteriores y el de Guerra, muchos otros jefes, oficiales y ciudadanos distinguidos para acompañarle hasta el sepulcro.

Una comisión de la Honorable Asamblea de Notables compuesta de los Sres. brigadieres generales D. Enrique Martínez y D. Rufino Bauzá, el Sr juez de comercio D. Salvador Tort y el Sr Alcalde ordinario del departamento D. Francisco Ordeñana cerraban el duelo.

El cadáver fue conducido a brazo alternativamente, por varios Sres. de los que hemos mencionado, hasta el sepulcro. En la plaza se hallaban formados los batallones Extramuros y Voltíjeros, mandados por el Sr coronel Tajes con su correspondiente, los que, al entrar el cortejo fúnebre a la plaza, batieron marcha, haciendo los honores debidos al gobierno y al cadáver del general.

A las diez entraba en la iglesia, y muy luego las espaciosas naves del templo se cubrieron de una inmensa y lucidísima concurrencia de todas las clases de la sociedad.

Comenzados los oficios entró el Sr comandante general de armas acompañado de varios jefes y oficiales de todos los cuerpos de la guarnición.

Terminada en el templo la función religiosa, el cortejo fúnebre se dirigió al cementerio por la calle del 18 de Julio. El cadáver con sus insignias de general sobre su féretro, fue conducido a mano y seguido de la misma numerosa comitiva a pié. Los batallones seguían haciéndole los honores debidos: una guardia seguía inmediato a él.

El Sr Presidente de la República y el Sr Ministro de Relaciones Exteriores, se retiraron del tránsito por sus atenciones oficiales. El Sr Ministro de Guerra y el Sr Comandante General de Armas continuaron hasta el cementerio.

En todos los semblantes se pintaba el pesar que la pérdida del general Correa ha producido en todas las clases de la sociedad. Llegados al cementerio, los batallones hicieron alto a distancia competente, y al colocar el cadáver en el sitio de su última morada, tributaron los honores de general con las competentes descargas.

Las lágrimas de sus deudos y amigos corrían todavía, cuando el Sr Figueroa (D. Francisco), que no iba preparado para hablar, instado por el Sr coronel Lavandera, pronunció los sentidos versos que transcribimos a continuación:

Improvisación ante el sepulcro del general Correa:

Llora la patria, y el cañón retumba,

Y gimen angustiados los guerreros,

Que uno de sus ilustres compañeros,

Para no verle más, bajó a la tumba.

Ilustre general, fiel ciudadano,

Por cívicas virtudes distinguido,

Fue Correa modelo esclarecido,

Como hijo, como padre y como hermano.

Adiós, caro Correa, en triste duelo

Te dedico este voto acongojado,

Que goce paz, honor tu polvo amado,

Y que tu alma virtuosa goce el cielo”. (10)

 

Manuel Correa falleció en Montevideo, el 2 de octubre de 18 51, a los 61 años de edad.

De ese mismo poeta, más tarde, se leía en la lápida de aquél:

"La Patria llora al hijo esclarecido

Y su familia al protector querido”.

 

(1) El primero no era uruguayo. Había nacido en Río Grande, y la segunda en Montevideo.

(2) Breve noticia sobre la campaña al Paraguay, dirigida por el representante del Gobierno y Gral en jefe deI Exito Dn Manuel Belgrano que da el que firma que sirvió de Edecán del Expresado General.

(3) En ese ínterin, habiéndosele terminado una comisión en el departamento de Maldonado, que le fuera confiada por el general Lavalleja, le escribía desde San Carlos, con fecha 8 de agosto de 1827, para que le "concediera licencia para existir en este destino hasta el quince o veinte del próximo mes de Setiembre que marchará al Cuartel General en razón de tener que atender a asuntos de su familia sobre la testamentaria de su finado padre y proceder a la venta de una casa. Esta solicitud la hace porque considera de ninguna necesidad su persona por ahora en el Ejercita puesto que el Batallón l . v que tiene el honor de mandar se encuentra con organización y disciplina” . . . (Archivo del Estado Mayor del Ejército).

(4) En ese período, necesitando tal vez el apoyo de un Ministro de Gobierno de su confianza, al ser nombrado Gabriel A. Pereira y ver que no aceptaba tal puesto, le dirigía las siguientes líneas:

"Sr Don Gabriel A. Pereira. Señor de mi aprecio y respeto:

En el Ejército que tengo el honor de mandar, he comprendido un sentimiento de júbilo al ver la acertada elección que el Gobierno ha hecho en su persona para desempeñar los Ministerios de Gobierno y Hacienda.

He visto la renuncia de Vd a aquellos destinos v por este motivo le dirijo la presente rogándole, se digne aceptarlos, por considerar que llevarán las esperanzas que he traslucido en el Ejer , v las que tiene.

Su affmo y atento Servidor Q. B. S. M. Manuel Correa”

 Cuartel General Sepbre 28 de 1846. (Correspcia de Gabriel A. Pereira. Vol. VI, pág. 434). Arch. Gral. de la Nación.

(5) En ese tiempo hizo levantar un plano de la ciudad de Montevideo, donde pueden verse los detalles completos de ambos reductos.

(6) Es la que puede verse en su retrato, junto a los cordones de Ituzaingó.

(7) "Comercio deI Plata”. Octubre 8 de 1851,

(8) Estos apuntes se habían conservado inéditos hasta 1913.

(9) "Revista Histórica”, T. VI, 1913.

(10) "La Defensa”, octubre 3 de 1851.

 

 

viernes, 1 de enero de 2021

Las bases de nuestra historia

 Lucas Urrutia y su informe de 1872

 

                                        Sin ningún lugar a dudas, la casi desconocida aunque muy nombrada monografía redactada por Lucas Urrutia cuando culminaba el año 1872, poco menos de 20 años después de la firma del decreto fundacional de nuestra ciudad, constituye no sólo un documento valioso para conocer detalles de esa época referentes a Treinta y Tres, sino que es –además- el punto de partida ineludible para todos quienes desde entonces, nos interesamos por la historia local.


                                        Rescatado casi con toda seguridad por el Doctor Francisco N. Oliveres a principios del siglo XX de algún archivo olvidado en Cerro Largo, fue publicado por la Comisión Organizadora de las fiestas conmemorativas del cincuentenario de la creación del departamento de Treinta y Tres en Agosto de 1935, con el pomposo y altisonante nombre de “Informe de la Comisión Auxiliar de Treinta y Tres a la Junta Económico Administrativa de Cerro Largo en diciembre de 1872 redactado por su secretario Don Lucas Urrutia”, y prologado y comentado por el propio Oliveres.

                                        El extenso informe, como es lógico, se refiere únicamente a la problemática y actualidad de nuestra ciudad y sus adyacencias a escasos 20 años de su fundación, siendo que administrativamente Treinta y tres formaba parte aún de la 5º sección de Cerro Largo, y es una detallada muestra combinada de rendición de cuentas con aspiraciones de mejoras en muchos rubros, y ya se atisba en su redacción las primeras menciones para convertir a Treinta y Tres en la capital de un nuevo departamento.

                                        A los efectos de realizar esta breve síntesis, podríamos dividir este trabajo de Urrutia en dos partes complementaria. En la primera, luego de una introducción donde explica las razones de redactar tan extenso documento, que básicamente son dar cuenta de las acciones llevadas a cabo por la Comisión Auxiliar que integra como secretario y rendir cuentas de los ingresos y gastos de la misma.

                                        Entre las más de 20 “materias” como las llama el autor que trata la primera parte de su comunicación a sus superiores de Melo, Urrutia comienza realizando un racconto de las actuaciones de la Sociedad Fundadora, hace una encendida defensa de la creación de una “Policía municipal”, y detalla estado, historia y proyectos refenente a temas tan diversos como el Cementerio Público, la Iglesia, las Escuelas Públicas y la educación, la Cárcel, las propiedades municipales, Pasos y balsas y caminos públicos. Dentro de los temas estrictamente municipales, además, se extiende también en lo que hace al “régimen interno” de la corporación, a temas de estadística, de jurisdicciones, tasas e impuestos (Derechos de abasto, permisos para edificar, rentas locales y presupuesto, entre otras.



                                        En lo que tiene que ver con la sociedad, la vida social y pública, hay capítulos referidos a la agricultura, al abigeato, a las Boticas, a médicos, vacunación y salud, Correos y comunicaciones, haciendo un verdadero estudio sociológico de la actualidad de entonces en la novel villa.

                                        En lo que sería la segunda parte, el autor detalla exhaustivamente en seis “anexos”, muy bien explicados y documentados, los aspectos más importantes de los temas que considera esenciales, y es –sin dudas- la parte más destacada del documento.

 

Informe de la comisión Fundadora y estadística

 

                                        Al iniciar este capítulo, Urrutia realiza una reseña pormenorizada de “todos mis trabajos en el delicado pero honroso cargo que mis coasociados me habéis conferido” –vale aclarar que era entonces el Gerente de la mencionada Sociedad Fundadora-, informando del ordenamiento de los libros de la sociedad, la consecución de la escritura de propiedad de la legua cuadrada adquirida originalmente, y el otorgamiento de títulos escriturados a todos los propietarios de terrenos que pudieran justificar la propiedad, mediante el canje de los recibos originales extendidos por la Comisión.  Hace mención también, en este apartado, de los reglamentos de ordenamiento territorial realizados, donde obliga a cercar los terrenos, guardar distancia de construcción respecto a las calles, y homogeneizar el tipo de construcción en algunos lugares, especificando por ejemplo que “la población (casa o comercio) que se construya sobre la línea de la calle no se permitirá que tenga techo de paja, ni pared que no sea de ladrillo”, ya desde el año 1866.

                                        Acto seguido informa de un error en la primer mensura de la legua cuadrada medida por Travieso en 1855, que se rectificó con la mensura de Amorín y Brum realizada en 1861, que además modificó la cantidad de manzanas destinadas a solares. Ambos detalles, el error en exceso del primer plano, y el aumento del área de solares, dieron lugar a una serie de disputas y acuerdos, muchos de los cuales fueron zanjados por las buenas, pero en algunos casos, como por ejemplo sucedió con la Chacra de Palacios, debió llegarse a una decisión judicial tras un largo juicio de varios años de duración.

 


Algunas Estadísticas

 

                                        Presentando este apartado, Urrutia sostiene que presenta las siguientes estadísticas “para dar una exacta idea de la importancia actual de esta localidad, cuyos datos he recogido yendo personalmente casa por casa”.

                                    En lo que refiere a la población de entonces, afirma:

                                    El número de habitantes que residen en la legua cuadrada asignada a este pueblo por ley, asciende a 1.804.

                                    Viven en el terreno de solares 1.186 almas, en 106 casas de material y 53 ranchos de paja.

                                    En el terreno de chacras, viven 618 almas, en 21 casas de material y 62 ranchos.

                                    Acto seguido, indica que “son 242 poblaciones que contiene en promedio 7 pesonas y media”, de las cuales saben leer y escribir 529, saben solamente leer 282 y ni leen ni escriben más de la mitad del total, 993 personas.

                                    Con respecto a la nacionalidad de los habitantes de entonces, Urrutia publica la siguiente tabla:

Orientales       1506

Españoles        128

Brasileros        76

Franceses        29

Italianos          27

Africanos        16

Argentinos      12

Portugueses    4

Alemanes        4

Paraguayos     2

Total    1804

                                    Asimismo, especifica que “son de color, es decir, negros y pardos  267, mientras que los blancos y mestizos de indio suman 1537.

                                    Refiere que hay 183 niños y 207 niñas de 7 a 14 años de edad que pueden recibir educación: total 390 niños.

                                    De éstos hay matriculados en la escuela de niños municipal 61, además de 1 adulto y 11 menores de 7 años (total 73), siendo la asistencia media en el mes de 45.

                                     Hay en la escuela de niñas, también municipal, matriculadas 51 y además 2 adultas y 8 menores de 7 años, total 61, con una asistencia media de 39.

                                    Reciben educación es escuela particular 13 varones y 21 niñas.

                                    El total de matriculados de 7 a 14 años es de 134, es decir, una tercera parte del total.

                                        En lo que tiene que ver con las profesiones y comercios existentes en momentos de la elaboración del informe, el detalle es el siguiente:

Casas de Giro e industria

Tienda y Pulpería       17

Herrerías         2

Carpinterías    2

Zapaterías       2

Platerías          2

Confiterías      1

Sastrería          1

Billares            2

Retratistas       2

Tahonas          1

Hornos de Ladrillo     3

 

                                            De estas 36 casas de comercio, 23 pertenecen a españoles, 5 a franceses, 2 a brasileros, 1 a un alemán, y solamente 5 de ellas están en manos de propietarios orientales, razonando en este punto Urrutia que “tristes frutos de nuestras guerras civiles” son los que llevan a que casi la totalidad del comercio esté en manos extranjeras.

                                            Con respecto al aspecto social, y tomando el cuenta no solo el pueblo sino el área de influencia de la iglesia, el informe asegura que desde la fundación “se han contraído 63 matrimonios, se han bautizado 779 niños, y en el cementerio se han realizado 68 inhumaciones.

 


Curiosidades, datos e historia

 

                                            Además de los temas detallados precedentemente, el extenso informe se ocupa también de hacer un pormenorizado relato de la situación y solución propuesta para los principales problemas de interés público de la entonces novel “Villa de los Treinta y Tres”. Recuérdese que en la época, nuestra ciudad contaba con menos de 20 años de fundada.

                                             Uno de los problemas que más preocuparon a la Comisión Auxiliar entonces, fue sin dudas el del Cementerio público, tema al que se le dedica especial atención. En este apartado comienza explicando el aspecto económico de la construcción del nuevo cementerio realizada por el Cura Vicario Ramón Rodríguez según contrato realizado con la Junta Económico Administrativa de Cerro Largo de la cual dependía administrativamente esta ciudad. Se refiere al segundo cementerio que tuvo nuestra ciudad, que fue llamado “De La Soledad”, estaba situado en la zona de la Cruz Alta, y funcionó hasta finales del siglo XIX

                                                Al respecto, el informe destaca en primer lugar las cuentas, haciéndose constar con números que omitiremos, que la deuda de entonces con el constructor “quedará amortizada en tres años más”, afirmando más adelante que “a fin de 1874 el Cementerio pertenecerá exclusivamente al Municipio”. Luego, informa que el primer cadáver supultado fue el de María Jesús Carballo, esposa de Pedro Méndez, vecino de Los Corrales en la 2º sección de Minas, el 31 de agosto de 1865, aunque la bendición del Cementerio no se realizó sino hasta mayo del 1867 durante la visita del Obispo de Megara y Vicario Apostólico de Estado, Monseñor Jacinto Vera.

                                                En el marco de este informe, además, Urrutia elabora y eleva un proyecto de reglamento para el funcionamiento del Cementerio, donde además de regular las prácticas habituales comunes a todos las necrópolis de la época en materia de venta y arrendamiento de panteones, nichos y espacios en tierra, incorpora obligaciones para la revisación y autopsia de los casos dudosos, así como el intento de prohibición de enterramientos sin control en la campaña, práctica habitual de entonces. A este respecto, argumenta: “en los pueblos de nueva creación y en las condiciones de este, cuesta infinito extinguir los resabios encarnados en las masas de nuestra extensa campaña, y es así que todavía conservamos la práctica de dar sepultura a los cadáveres sin averiguar debidamente si para su fallecimiento ha mediado alguno de los tantos crímenes que no deja de haber, o si la muerte ha sido natural. He visto con alguna frecuencia que cadáveres que necesitaban una inspección científica o al menos judicial muy prolija para averiguar tal vez un horroroso crimen, han sido sepultados sin formalidad alguna. Si esto sucede aquí en el pueblo, presentes las autoridades y aun debido a ellas mismas ¿Cuántos crímenes se ocultarán en la campaña, donde cada cual parece estar autorizado para sepultar un cadáver allí donde mejor le plazca y que no está al alcance de la acción judicial?  Es tiempo ya que desaparezca este espectáculo que nuestros campos presentan de ser un vasto cementerio, en los que a cada paso se hallan cadáveres sepultados” 

                                                    El reglamento, sin modificaciones, es aprobado al año siguiente por la Junta Económico Administrativa, con una disposición transitoria que conminaba a trasladar los restos del “cementerio viejo” hacia el nuevo a más tardar el 2 de noviembre de 1873 “con la formalidad y respeto que esto requiere”, apercibiendo que tras esa fecha, de los restos existentes “dispondrá esta Corporación que inmediatamente procederá a extinguir completamente todo vestigio que revele para lo que aquel lugar ha servido”. Cabe recordar que el primer cementerio de la ciudad, estaba ubicado en terrenos del ejido, a la derecha del camino que va hacia el parque del Río Olimar.

 


De la Iglesia y sus imágenes

 

                                                La Iglesia, su historia, construcción y alhajamiento, ocupan también un lugar preponderante en el detallado informe de Urrutia.  Comienza el apartado dedicado al tema, realizando un “racconto” de sus inicios, cuando ante la fundación de la ciudad, el Cura Vicario José Reventós, además por entonces presidente de la Junta Económico Administrativa de Cerro Largo, mandó construir el primer Oratorio en el año 1857 (aproximadamente en el lugar que hoy el Sanatorio, en Basilio Araújo casi Juan A. Lavalleja) y donde se celebró misa por primera vez el 25 de diciembre de 1858. Previamente, según reza el informe, en el mes de julio de 1855, se había empezado a construir en el local que hoy ocupa la iglesia, frente a la plaza 19 de abril, una serie de construcciones que se destinarían a templo la principal, y las demás a casa rectoral y escuela y oficinas públicas.

                                                Con respecto a la construcción del tempo, que demandó años y aún a la fecha del informe estaba inconcluso, Urrutia detalla, planos, solares, precios, proveedores y trabajadores de la obra, que en ese momento era dirigida por Nicolás Pomata, así como materiales y avance de obra, que fue bendecida aún sin culminar en marzo de 1871.

                                                Por otra parte, además, individualiza las imágenes existentes, aunque resalta que son escasas para su envergadura, resaltando que una imagen de la Soledad y dos grandes cuadros que adornan el altar mayor las ha concedido en préstamo él mismo, explicando luego que la imagen del Señor Crucificado, de 6 palmos de altura, es tallada en madera de laurel del monte del Olimar, colocada en la capilla del lado izquierdo, mientras que “la de Nuestra Señora de los Remedios, en el lado derecho, es la que trajo Reventós para esta iglesia”. Aclara además, que se mandaron pedir a Europa donadas por la familia Oliveres, las imágenes de los patronos San Vicente y San Salvador, y establece también que “el señor Cura tiene también una de San Antonio, de la misma madera, del monte del Yerbal, obra también en escultura pero que le falta aún la pintura”.

 

Otros planteamientos municipales

 

                                            Tal como señaláramos en la primera parte de esta síntesis son abundantes los ítems que desarrolla el informe que nos ocupa, del cual hemos resaltado, a nuestro juicio, los aspectos más relevantes, aunque no podemos dejar de resumir muchos otros que quizá despierten la curiosidad de los lectores.

                                            Por ejemplo, hay todo un capítulo dedicado a la educación, detallando escuelas, maestros y preceptores y relatando además muy pormenorizadamente el resultado de los exámenes escolares del año de referencia, habiéndose examinado separadamente varones y niñas, en 7 materias. Las materias para los varones fueron Lectura, Escritura, Gramática, Arimética, Geografía, Doctrina Cristiana y Catecismo; para las niñas, las mismas excepto Geografía, la que era sustituída por “Labores de adorno”

                                                Otro de los temas que por su extensión y desarrollo aparecen como de cabal importancia para los gobernantes de la época y para Urrutia en particular, es lo referente a lo que él llama una Policía Municipal, independiente de la Policía Miliar existente entonces, y que “se encargaría del cuidado de todo lo que corresponde a garantías vecinales”, actuando además como “brazo ejecutor de los impuestos y de todo lo que esencialmente corresponde al municipio”. Urrutia planteó y obtuvo la creación de tres puestos de trabajo con esta denominación, que básicamente estaban encargados de conducir oficios, citaciones y demás diligencias actuando como ordenanza y alguacil de los juzgados; revisar toda clase de patentes, pesas y medidas, derechos de abasto, contribuciones y demás rentas  municipales; vigilar alumbrado público, animales sueltos, garantía del agricultor o otras funciones de injerencia públicas.

                                                Con respecto a las individualizaciones de otro tipo de actividades municipales, Urrutia mostró preocupación por el abigeato, la agricultura, el tema de médicos y vacunaciones, los permisos para edificar, el estado de vías y caminos, los derechos de abasto, la construcción de una cárcel, lo referente a correos y comunicaciones, así como reveló su preocupación sobresaliente por el correcto funcionamiento de los pasos y balsas aledaños a la ciudad, que considera “actualmente mal servidos”, tanto el de Olimar, a cargo de Dionisio Vaco, como el de Yerbal, bajo responsabilidad de José Rodríguez.

                                                Para finalizar este resumen, y como corolario curioso, transcribiremos unos párrafos que se le dedican al agua potable y los baños, donde dice textualmente: “Está rodeado este pueblo de magníficas aguas procedentes de los arroyos Olimar y Yerbal y dos grandes lagunas. Por su proximidad al pueblo y por sus cualidades potables, estaba sabiamente establecido que se usase la de la laguna llamada de Ferreira para tomar, sin perjuicio de que cada vecino pudiera proveerse de donde mejor se le antojara. Es por estas poderosas razones que hasta ahora estaba prohibido que la gente fuera a bañarse en ella, dejando para este objeto al gran laguna Etchepar y los dos arroyos en toda su extensión. Desgraciadamente, este año la Policía se entrometió en el asunto y autorizó que la laguna Ferreira fuese profanada por los bañistas, con perjuicio de la población pobre y con escándalo del público.”