jueves, 17 de noviembre de 2016

El Señor Feudal de la campaña olimareña

José Saravia y el "Crimen de la Ternera"



                  Sin ningún lugar a dudas, el “Crimen de La Ternera”, que refiere al asesinato de la esposa de José Saravia, uno de los hermanos de Aparicio, sucedido en los primeros años del siglo pasado en nuestro departamento, en las cercanías de la ciudad de Santa Clara de Olimar, es uno de los hechos de sangre de la crónica policial más conocidos de nuestro país, por varios motivos.

                La estancia “La Ternera” está ubicada en la 8ª sección de nuestro departamento, a escasos 15 kilómetros de la localidad de Santa Clara, cuya casa principal en la época de los hechos de referencia, era la morada principal de su propietario, José Saravia, y formaba parte de una extensión de casi 30 mil hectáreas en posesión del mismo, dividida en varias estancias contiguas.
              En la mañana del día 28 de abril de 1929, estando de yerra el dueño de casa junto a una decena de invitados y todos los peones a su mando en las cercanías del casco principal donde solamente habían quedado las mujeres, dos hombres se apersonan en la estancia y asesinan brutalmente a la esposa de Saravia, doña Jacinta Correa, sin motivo aparente, casi sin mediar palabra y sin ánimo de robo, tras lo cual se dan a la fuga desapareciendo en un monte cercano. Enterado el marido, hace la correspondiente denuncia policial, y en el marco de la investigación del caso, van surgiendo detalles que concluyen con la captura de los culpables del hecho, los hermanos Orcilio y Octacilio Silvera, pero que además involucran como cómplices del hecho a un tío de estos, Antonio Silvera, a una doméstica de la casa, y al propio José Saravia como instigador del crimen.
               A partir de ese momento, da comienzo a unos de los expedientes penales más extensos de los anales judiciales uruguayos, que culminará recién 8 años más tarde, en 1937, con la escandalosa absolución de Saravia, y que es sin dudas la causa principal de la repercusión que este caso ha tenido en la historia nacional.

El asesinato y las primeras actuaciones

             El domingo 28 de abril todo parecía normal en la estancia. Temprano a la mañana los hombres de la casa, el patrón José Saravia y algunos invitados, acompañados por todos los peones, los puesteros y el capataz que habían juntado los ganados el día anterior, ensillaron y partieron con rumbo a las mangueras donde se iría a realizar la yerra, distante unos dos kilómetros de la casa principal. En ella, quedaron solo las mujeres; la dueña de casa, Jacinta Correa, tres jovencitas invitadas de ella (una sobrina de Saravia de 22 años y dos amigas de ella que hacía un mes ya que estaban de visita), la esposa del capataz de la estancia, Martina Silva, quien oficiaba de sirvienta principal, y dos menores más auxiliares de servicio.


             Sobre las ocho de la mañana, según consta en el parte policial, dos sujetos “aindiados, de mala facha”, habían llegado diciéndose portadores de una misiva para entregar en mano propia a Saravia o a su esposa, y cuando la señora fue a recibirles en el comedor, fue sujetada y arrastrada hasta el galpón adyacente a la casa, donde se la estranguló, abandonando su cuerpo en el patio al frente del mismo. Según testimonios relevados en el mismo parte policial, al ver la violencia de ambos sujetos, las demás mujeres se encerraron en una habitación no atreviéndose a salir por temor a las consecuencias, por lo cual tan sorpresivamente como llegaron, los desconocidos desaparecieron.                   A media mañana fue avisado Saravia de lo sucedido, que inmediatamente manda un chasque a dar cuenta a la policía del deceso de su mujer y se apersona en la casa, preparándose para velar a su esposa. Un detalle importante confirmado por el comisario Larrosa de Olimar, quien realizó las primeras actuaciones, es que solo se mandó comunicar la muerte de la señora, y no la causa de la misma.
                      Una crónica de la época escrita pocos días después de ocurridos los hechos, destaca muy especialmente la rápida actuación de la policía, que enseguida de arribar al escenario de los hechos, descartan la muerte natural y catalogan lo sucedido como homicidio. No se encontraban motivos para el crimen, pues nada se había robado y la occisa era una persona mayor, bienquerida de todos.
                     En el marco de los primeros interrogatorios a los ocupantes de la vivienda descubren sagazmente inconsistencias en las declaraciones de la empleada Martina Silva, que estaba en la cocina cuando llegaron los desconocidos de a caballo, a quienes franqueó la entrada, incurrió en contradicciones y terminó por confesar que el instigador del crimen había sido el propio José Saravia. Según sus declaraciones, primero la indujo a que envenenara a la señora para evitar que se divorciara o separara de bienes, pero como ella no lo hiciera, contrató a dos sicarios, los hermanos Octalivio y Orcilio Silvera -sobrinos de Antonio Silvera, uno de sus puesteros- para que le dieran muerte, aprovechando que el personal se retiraba para la yerra.
                      A los pocos días éstos son capturados por la policía y tras sendos interrogatorios acaban por admitir su culpabilidad, declarándose Octacilio el matador de la señora Correa, pero además adjudicándole al propio José Saravia la responsabilidad de la instigación del crimen, admitiendo que habían sido contratados para este fin, narrando que algunos días antes, mediante la intervención de su tío Antonio Silvera, puestero de La Ternera y candidato de Saravia para Comisario de Olimar, se habían entrevistado con el estanciero quien les encomendó el “trabajo” a cambio de una promesa de pagarles mil pesos a cada uno.
                   En las declaraciones y careos sucesivos, Saravia negó terminantemente la responsabilidad que se le atribuía, expresándose con violencia contra sus acusadores a quienes tildó de “bandidos y asesinos”.
              Cumplidas estas actuaciones, José Saravia, a la sazón de 69 años de edad, es detenido acusado de planificar el asesinato de su esposa, dando inicio así a un juicio que se extendería por más de ocho años y que a la vista de la absolución del acusado, fue el último que se realizó en el país con el sistema de jurados quienes decidieron que las pruebas presentadas no eran suficientes para inculpar al imputado.

Culpabilidad y absolución

               Aún antes que se sindicara a Saravia como instigador del crimen, ya el rumor popular sugería la culpabilidad del marido de la occisa. No era más que un secreto a voces en la zona el hecho que el estanciero mantenía una relación extra matrimonial desde hacía muchos años con Rosa Sarli, vecina de la zona, y que doña Jacinta vivía más tiempo en Montevideo que en casa de su esposo en el campo. Desde hacía algún tiempo previo a los hechos, corría además el rumor que Correa estaría preparándose para solicitar el divorcio, hecho que disgustaba sobremanera a Saravia, quien no quería ver reducidos sus bienes por tal motivo.
                  El Juez instructor decretó el procesamiento con prisión  de los implicados confesos, los hermanos Silvera, Martina Silva y también de José Saravia y Antonio Silvera, que continuaron negando las acusaciones de que eran objeto.
                    El caso, por sus características, alcanzó una inmediata y gran repercusión en los medios de prensa de la época y provocó una fuerte reacción en la opinión publica, mayormente contraria a José Saravia,  ya que se le consideraba, de acuerdo a los trascendidos, responsable de la muerte de su esposa.
Soldados gauchos de las huestes de Aparicio en épocas de Revolución

               Este juicio se convertiría durante ocho años en un verdadero enfrentamiento entre el abogado defensor de Saravia, Raúl Jude y el fiscal acusador, Luis Piñeyro Chain. Sin lugar a dudas, en un entorno muy infuenciado  por las implicaciones políticas tanto del acusado como de los juristas actuantes.
                      Es de tener en cuenta que el país estaba todavía muy dividido a causa de la revolución de 1904 y el principal acusado y figura fundamental de la historia era un hermano nada menos que del General Aparicio Saravia, figura referencia, pese a su muerte, del Partido Nacional. Además este hecho cobró gran notoriedad porque en el proceso, el jurado que al final lo absolvió, fue acusado de estar comprado, y a raíz de esto por una ley posterior se derogaron los juicios orales en el país. Es decir que este fue el último juicio oral que se llevó a cabo en el Uruguay.


Breve biografía de Saravia

                   Jose Saravia nació un 15 de agosto de 1858, siendo el quinto hijo del matrimonio brasilero compuesto por Don Francisco Saraiva y Doña Propicia Da Rosa. José fue en extremo laborioso desde su más tierna infancia, y a pesar de que sus estudios fueron limitados, en negocios de campo y transacciones rurales fue una persona muy entendida y habil. Su vida se redujo a vender ganado, cuero y lanas y a comprar campo. En esta sencilla tarea, se paso su vida entera.
                         Hombre sumamente austero y dedicado por entero al trabajo y los negocios, se puede considerar que fue uno de los más ricos de la familia y si bien tuvo activa participación política en beneficio del Partido Colorado, no participó activamente en ninguna de las guerras que tuvo el país en esas épocas y donde participaron sus hermanos (Aparicio, “Chiquito”, Basilicio y los demás).  Sin embargo conservaba una ferviente devoción y sentimiento de compromiso hacia su Partido. Mostraba su sentir político de un modo acentuado en mil detalles de su vida privada. La estancia en que vivía estaba toda pintada de colorado vivo. Puertas, ventanas, frisos, portones, depósitos, etc. Los peones y agregados usaban boina de vasco y golilla colorada. José montaba siempre un brioso caballo de pelo colorado, y usaba una gran golilla colorada, que sólo se quitaba a la hora de acostarse. El pañuelo de manos era igualmente colorado. Ni el duelo, por sus hermanos muertos, lo hizo despojarse de esta costumbre. Los terneros de sus rodeos que salían de pelo blanco, se los mandaba a su hermano Camilo y este a su vez le enviaban los suyos que salían de pelo colorado. Camilo pretendía ser más blanco que Oribe, no obstante no haber participado nunca en ninguna revolución.
                           A pesar de no tener hijos, al llegar a su estancia se veía un enjambre de chicos, pues afirmaba que con sólo el trabajo no bastaba, que había que compenetrarse de las inmensas ventajas de la educación y fundó la escuela José Saravia sostenida con su peculio privado. Hizo construir las instalaciones y las dotó de todo lo necesario para su funcionamiento y en ella se instruían los hijos de sus puesteros, peones y agregados.
Hijos de Basilicio Saravia, hermano y correligionario de José Saravia

                           El costo de funcionamiento era de 1500 pesos al año, trabajando las distintas clases 5 horas diarias. No obstante el acentuado partidarismo que se exigía para asistir a ella, aquella escuela perdida entre los espesos chircales de la Barra de la Ternera, en un rincón solitario de la República, era un verdadero santuario del saber y de bien entendida caridad, pues José vestía, calzaba y daba alojamiento, alimentos, libros, cuadernos, a los alumnos que eran pupilos de tiempo completo, y en total sumaban en el colegio unos cincuenta.
                          Los sábados de tarde, los chicos se marchaban a caballo, por caminos diversos, a pasar el domingo con sus respectivos padres, luciendo siempre sus golillas rojas, mientras que todo el Departamento, estaba sometido a la administración de Aparicio y el Partido Nacional que irradiaba blancura desde la costa del Cordobés.
                     
      Durante la campaña de 1897, su estancia fue un consulado. Su hermano Aparicio era el comandante en jefe de la revolución y su otro hermano, Basilicio, era el comandante militar de la División Treinta y Tres, vanguardia del ejército gubernista. De manera que su casa y bienes, fueron respetados por los dos bandos beligerantes, siendo el asilo obligado y neutral de gente, que pretendía permanecer libres de sobresaltos. Fue respetado como sagrado quien se cobijó bajo el ala protectora de José Saravia.

                            Todos los descendientes de Don Chico Saravia, eran dueños de enormes extensiones de tierras que estaban distribuidas por los departamentos de Rivera, Cerro Largo, Tacuarembó, y Treinta y Tres. Pero de todos ellos el único que actuaba como un verdadero señor feudal era José debido a que a su poderío económico sumaba una fuerte influencia política, dado que su establecimiento se había convertido en tiempos de conflictos en un recinto inexpugnable respetado por todo el espectro político, en una especie de territorio extranjero.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Camino de hierro hacia el este

Razones, gestiones y trazado del tren

de Treinta y Tres a Rio Branco



                 A pesar de que el tren llegó a Melo, en 1909, y a nuestra capital en 1911, la extensión de la vía férrea hasta la frontera este brasileña, no se realizó sino hasta casi un cuarto de siglo después, ya que se concreta en el año 1935 cuando finalmente sobre el puente Barón de Mauá que une Yaguarón (Brasil) con Río Branco, se produce el encuentro simbólico la unión de las vías de ambos países.

                 Muchas razones hubieron para la demora en concretar esta línea, y la principal de ellas fue el debate virulento planteado entre los partidarios de dos diferentes trazados: uno que unía Melo con “Artigas”, como se había denominado por años la localidad fronteriza, apoyado por la fuerte influencia arachana, o el trazado actual, que finalmente fue el que se concretó, impulsado por las fuerzas vivas de la novel ciudad de Treinta y Tres, que logró también el importante apoyo de la también nueva localidad de Vergara y de las seccionales del sur este del departamento de Cerro Largo.
                Los largos años de litigio entre ambos proyectos, motivaron que a principios de la década de 1920, se realizara en nuestra ciudad una “extraordinaria asamblea” para “apadrinar” el proyecto del tren Treinta y Tres – Río Branco, constituyéndose una comisión de apoyo conformada por el entonces presidente del Consejo de Administración Municipal escribano Bernardino Real, el Juez Letrado doctor Carlos Pittamiglio, el director del Liceo José Pereira Rodríguez, el Presidente de la Asamblea Representativa escribano Joaquín J. Amilivia, el gerente de Banco de la República Manuel Bentancur, el Jefe de Policía capitán Ciriaco Saravia, el vicepresidente de la Sociedad Fomento Valentín Olivera Ortuz y los concejales departamentales escribano Carlos Hontou Aguiar y Guillermo Terra, quienes procuraron además en la capital del país el concurso de una serie de influyentes personas vinculadas a nuestro departamento para mediar ante las autoridades a favor del mencionado proyecto. Estas personas fueron el Senador Esteban Toscano, los diputados Mario S. Barbé, Juan Ramasso, Olavo Amaro Macedo, el ex presidente de la República doctor Baltasar Brum, los
Consejeros Nacionales Pedro Aramendía y Nicolás Inciarte, el doctor Francisco N. Oliveres, doctor Juan M. Lago, doctor Alfredo Furriol, Fermín Hontou, Ricardo J. Areco, Pedro Manini Ríos y doctor Julio Mº Sanz, quienes conformaron la Comisión Delegada en Montevideo conjuntamente con el destacado doctor Joaquín Villegas Suarez, autor de un esclarecedor libro titulado “Hacia el Este”, en el cual narra con lujo de detalles no solo los pasos que se siguieron para la concreción del proyecto, sino las argumentaciones técnicas y comerciales que sostenían el mismo.

                   En el mencionado informe, Villegas hace una larga exposición de la necesidad de concretar en el menor plazo posible la integración de las líneas ferroviarias del Este con las de Rio Grande del Sur fundamentalmente por un tema de intercambio comercial, recordando que planear un “corto ramal secundario, un apéndice de apenas 30 kilómetros” desde la línea planificada hasta el puerto de La Charqueada en el Río Cebollatí encarecería en muy poco una línea que contaría con la innegable ventaja de tener un doble camino de tránsito de mercaderías: la vía férrea propiamente dicha y una combinación con el transporte fluvial ya establecido en la zona. Al respecto, también los argumentadores a favor de este trazado, opinaban que en materia de defensa nacional contar con esta desviación con ingreso rápido a las aguas internacionales es también una importante ventaja a tener en cuenta.
               El debate, se originaba por la menor distancia “de obra” o sea de via nueva a construirse entre la ciudad de Melo y Rio Branco, menos de 100 kilómetros, un 30% menos que la planificada desde nuestra ciudad, aunque un argumento valedero a nuestro favor era también el de la menos distancia de flete desde Rio Branco a Montevideo por nuestra ciudad que por Melo, por donde se alarga en unos 70 kilómetros el viaje y por lo tanto sube ostensiblemente los costos de transporte de las mercaderías.

La producción de Treinta y Tres en 1922


                        Asimismo, el libro de referencia realiza una pormenorizada descripción de la situación comercial y productiva de nuestro departamento en la época, que Villegas considera “que su suelo oculta riquezas inexplotadas por falta de población, de adecuadas vías de comunicación y de transporte barato y rápido”.

                       Comienza recordando que en la superficie de las 950 mil hectáreas del departamento, la población ascendía en 1922 a 44.415 personas, la mayor parte de las cuales se dedica a las actividades principales de ganadería y agricultura. En cuanto a la ganadería, se indica que es esa fecha el stock de animales del departamento, en cantidad de cabezas, se dividía de la siguiente manera:
-          Bobinos     372.664
-          Ovinos      510.143
-          Equinos       20.833
-          Porcinos      11.039

                       Cifras que sostiene marcan un descenso  importante sobre dotaciones de años anteriores, donde llegaron a haber casi medio millón de vacunos en el departamento.
                       En lo que refiere a la agricultura, los datos indican que también se ha retrocedido ante temporadas anteriores, ya que se han disminuido las áreas sembradas por los principales plantaciones, de acuerdo a los siguientes comparativos (en hectáreas):

Años                           Trigo   Avena Maiz    Maní
1919/20                       2084    464      7990    93
1922/23                       1014    170      6820    10

                    Se destaca que no se registran sembrados de lino, cebada, apiste, centeno y sorgo, que en años anteriores había en razonables áreas. Villegas, sostiene que “el período de crisis se suma al elevado precio de la producción y de los arrendamientos, y a la escasez y carestía de los medios de transporte para colocar la producción” como motivo principal de esta disminución registrada.
                   A continuación, en este mismo capítulo, el informe prosigue estableciendo que la cantidad de tierras dedicadas a la labranza en nuestro departamento en el año 1922 fue de 13.134 hectáreas que representan menos del 1.5% de la extensión territorial, con un total de personas dedicadas a las tareas agrícolas de 3.950. Estos últimos se dividen en un total de 1.315 establecimientos, de los cuales 847 pertenecen a sus propietarios, 279 son manejados en calidad de arrendatarios, y los restantes 189 se explotan en régimen de medianería. Según los registros de Estadística Agrícola del año 1919/20, último disponible al momento de confeccionar el informe al que nos referimos, en ese año se registraron1448 establecimientos agrícolas, 1316 de ellos en manos de orientales, 69 a cargo de personas de nacionalidad brasilera, 31 españoles, 19 italianos, 9 franceses y 4 de otras latitudes.

                     Finalmente, el completo informe incluido en el libro como parte de la argumentación para aprobar el trazado a la frontera partiendo desde nuestra capital, consigna el resumen de las cargas despachadas desde la estación 33 durante el ejercicio 1922/23, lo que sin dudas es un documento histórico interesantísimo que da una idea cabal de la economía del departamento en la época, y de la cual transcribimos solo los totales del período, indicados en kilogramos:

Trigo                                       22.500
Maiz                                       27580
Lino                                        1000
Avena                                     1000
Cereales varios                       2400
Papas                                      4700
Afrecho y Afrechillo              38900
Harina                                     113.520
Pasto y Alfalfa                       4280
Leña (trozos y astillas)           23500
Carbón de leña                       21900
Lana en bolsas                        1.280.504
Cueros lanares                        141.435
Cueros vacunos                      314.550
Madera                                   3.000
Fruta                                       42600
Mercaderías generales            171.440

Haciendas (cabezas)
Caballos                                        36
Vacunos                                 22.531
Lanares                                   25.112
Aves                                       3.695

Los detalles del trazado elegido


                             El trazado, que finalmente se concretó a mediados de la década del 30, arribando a la localidad de Yaguarón el primer tren uruguayo en el año de 1935, constituye además el primer ramal de las líneas férreas uruguayas encargado al ejército nacional. El entonces canciller uruguayo Baltasar Brum, apenas acordado con sus pares brasileños la  construcción de un puente internacional sobre el río Yaguarón, encomienda a un grupo de militares encabezados por el Capitán Ingeniero Adolfo S. Quintana los estudios para el trazado.

                  Quintana conformó un equipo que se abocó de inmediato a recorrer el terreno diagramando en menos de seis meses el trazado que presentó a consideración de sus superiores, y que es apenas 9 kilómetros más largo que la línea recta que une las localidades de Treinta y Tres y Río Branco.
                        La línea férrea que sale del punto terminal de la estación capitalina, contornea la ciudad de Treinta y Tres, atraviesa las cañadas de Las Piedras y la de Membrillos, para luego de atravesar el arroyo Los Ceibos y las cañadas de Cigales y Eduviges. Más adelante, atraviesa Los Porongos, El Oro y Corrales del Parao, tomando una línea recta hacia Vergara tras pasar la Cañada Grande, atraviesa el Arroyo del Parao y desviando bañados y pantanos busca cruzar el arroyo Sarandí para seguir luego hasta el Tacuarí y después pasar por las cañadas Santos, Sauce y Grande hasta llegar a la localidad de La Cuchilla, en la parte alta de Río Branco. El trazado del Capitán Quintana, tiene una longitud de 128 kilómetros y medio, y la línea recta es de 119 kilómetros, lo que constituye la línea férrea más recta del país.

                    En principio, el proyecto de Quintana planteaba solamente la construcción de 4 estaciones intermedias en todo el trayecto, la primera en el “Verde Alto”, a 25 kms de nuestra ciudad y desde donde se desprendería un ramal secundario hacia “Puerto Gomez” y La Charqueada, la segunda en la localidad de Vergara,  la tercera en Rincón, y la cuarta en Tacuarí, en las cercanías del pueblo El Dragón. Sin embargo, luego en momentos de la construcción, la primer estación se efectivizó en los campos de Julio María Sanz quien donó el terreno a tales efectos además de colaborar pecuniariamente con la obra, y pocos kilómetros después se construyó otra en la zona conocida como Bañado de Oro, vecina de la antigua estancia del General Basilicio Saravia, y desde donde se agilizaban las comunicaciones de una amplia zona del departamento centrada en el Poblado El Oro, hoy Mendizábal. Ya en tierras del departamento de Cerro Largo, se agrega otra estación que llevará el nombre del presidente brasileño Getulio Vargas, que también es centro de comunicaciones de una vasta zona del este de nuestro departamento.
                            El ramal hacia Charqueada, aun está pendiente de construirse.