sábado, 14 de septiembre de 2019

Serán o no serán...

Treinta y Tres entre mitos y mojones



                                    En los confines del Barrio Libertad, entre el Camino de las Tropas que va a la Laguna de Arnaud y la vía férrea, hace muchos años ya se estableció una plazoleta para jerarquizar y conservar el antiguo mojón existente en el lugar. 
                                     La misma, que además de contener una serie de juegos infantiles, conforma  un muy lindo entorno de descanso y pasaje peatonal, cuenta además con un monumento en hormigón con la representación grabada del primer plano de la ciudad de Treinta y Tres mesurado por el Agrimensor Travieso en el que se destaca la leyenda que dice “Plano Fundacional de Treinta y Tres”
                           
       
                                    El mojón propiamente dicho, una construcción de ladrillo que escasamente se levanta más de un metro sobre el piso, tiene desde entonces en una de sus caras una placa de bronce que dice escuetamente “Homenaje a los fundadores – 1853 – 10 – 3 -1978”, aludiendo inequívocamente a la fecha de fundación de nuestra ciudad y la fecha de 1978 (cumpliendo los 125 años exactos de la fundación), me animan a suponer con seguridad aunque no lo he confirmado documentalmente, que haya sido en esa fecha que se realizó el diseño y parquización de la mencionada plazoleta.
                                       Estos dos elementos de conmemoración histórica antes mencionados, la placa en el mojón y el cartel de hormigón, y –porqué no- una cuota de desinformación de las autoridades que realizaron esa obra, han llevado que mucha gente tenga el convencimiento que ese antiguo mojón es uno de los “mojones fundacionales” que se habrían erigido durante las mensuras y delimitación del pueblo de Treinta y Tres, lo que no es correcto.


                                     Como se demuestra en la foto satelital que ha sido sobre escrita y que acompaña estas líneas, ninguno de los dos plano “fundacionales” cuyas copias también se adjuntan, ni el levantado por Joaquín Travieso en 1855 ( la legua cuadrada y 63 manzanas) ni el de Amorín y Brun de 1862 (que demarca las chacras y aumenta el amanzanamiento a casi el doble, 121 manzanas), coinciden en ninguno de sus puntos de referencia con la ubicación del mojón que nos ocupa.
                                        A pesar que existe alguna versión de la tradición oral que indica que el mismo estaría marcando el límite de las propiedades de los Teliz y los Medina, a cuyas sucesiones como es sabido la Sociedad Fundadora les adquirió la legua cuadrada donde se erigió el pueblo, sin dudas la explicación más razonable de la existencia del elemento de demarcación, es la sentencia judicial definitiva del largo juicio favorable a “el pueblo de Treinta y Tres” contra Lucas Urrutia y otros por la posesión de las tierras del Ejido, que en su enunciación devuelve los derechos de propiedad a la sociedad olimareña, obligando a quienes se habían adueñado de las casi 150 hectáreas y que lo habían alambrado para uso propio (Lucas Urrutia, Domingo Ferreira, Claudio Arnaud y Domingo Goyenola), dejarlo libre para el uso popular.
                                                 Según informa Francisco N. Oliveres en su libro titulado “Los pleitos sobre el ejido”, de  1929, a pedido del Fiscal de la época, se mandaron construir mojones que delimitaran en toda su extensión el terreno del Ejido al oeste de la población. El mismo límite que en su mensura de 25 años atrás, Amorín y Brun había hecho coincidir con el punto máximo de la creciente del Olimar.


                                           Por otra parte, Luciano Obaldía Goyeneche en su obra “El solar olimareño” de 1970, también menciona el mojón que nos ocupa, señalando que “fue colocado por orden judicial en el pleito que seguían varios vecinos de ese entonces contra Lucas Urrutia.
En mi opinión, con estas dos pruebas testimoniales y la demostración gráfica de la ubicación de los planos, queda demostrado sin dudas razonables, que el mojón de la plazoleta no es de ninguna manera un “mojón fundacional”, sino una demarcación construida 35 años después de la fundación de nuestra ciudad.  En definitiva, un mito urbano que es falso.


El Mojón “del centro”


                                              En un predio particular, enfrente a la Plaza 19 de abril, concretamente en el patio de la casa lindera al edificio de la Jefatura de Policía, existe otra construcción de tipo mojón, que no guarda similitudes de ningún tipo con el que veníamos describiendo anteriormente: es más fino, más alto, y en una de sus caras está recubierto con losas de piedra laja, y en esa misma cara se aprecia claramente en su diseño, una inscripción con el Nº 33, y los dibujos de una cruz y una espada cruzadas entre si, y que ha dado pie para crear la opinión en el sentido que ese sí sería un mojón fundacional. 
                                            Circulan versiones que inclusive aseguran que desde ese punto comenzaron las mensuras de la cuadrícula de manzanas para conformar el pueblo los agrimensores que, como ya mencionamos anteriormente, realizaron los planos originales.
                                                    Sin embargo, la dueña de la casa que se crió allí y algunas vecinas que acompañaban juegos infantiles en el mencionado patio, nos han asegurado fehacientemente que –al menos el recubrimiento ornado, fue obra del recordado escultor olimareño Ramón Rubiños, reconocido por la utilización de la piedra laja en sus obras, quién realizó el trabajo por cuenta del dueño de casa en el entorno de los años 60.  Una de las personas informantes, además, recuerda tener foto de un día de juegos en torno a la construcción, cuando aún no había sido recubierta. Los testimonios tampoco aseguran el significado del trabajo, aún cuando cabe suponer que el número Treinta y Tres alude a la ciudad, y la espada y la cruz entrecruzadas estarían simbolizando la unión del militar Dionisio Coronel con el párroco José Reventós, para la fundación de nuestra ciudad. Hay, incluso, quienes le dan una simbología relacionada con la masonería, de la cual no tengo ningún testimonio valido en ese sentido.


                                                     Hay un par de razones – además de la mencionada-, que me hacen dudar del origen fundacional de este mojón y considerar esa versión como otro mito urbano. La primera de ellas, es que no está en el centro de las demarcaciones realizadas por los agrimensores delineantes: está a unos 80 metros al este y 12 metros al sur del punto donde se cruzan las diagonales de las manzanas que figuran en los planos de Travieso y Amorín y Brun. La segunda, es que –como se puede apreciar en una de las fotos que acompaña estas líneas, un par de metros más atrás del mismo hay otro, prácticamente del mismo tamaño pero sin recubrir, lo que que hace pensar que originariamente fueran construidos ambos a la vez con un propósito que no es el de servir de punto de mensura.




El mojón de la cuchilla


                                                   Existe un tercer mojón, éste ya lejos de la ciudad, a escasas cinco leguas en las estribaciones suroeste de la Cuchilla de Dionisio, perdido solitariamente en medio del campo y junto al camino que lleva a la escuela Nº 23, al que también se le atribuyen varios orígenes.
La versión más confiable, sin dudas, es la que teoriza que ésta construcción data de finales de la década de 1870, en ocasión de la visita de monseñor Jacinto Vera, primer obispo de Montevideo, que en el marco de su recorrido por la zona este del país, realizó en ese lugar una misa, efectuando casamientos y bautizos entre los pobladores de la zona. Algunos veteranos pobladores de la zona consultados, han sido coincidentes en afirmar que el mojón que hoy existe durante muchos años tuvo en su vértice superior, una cruz de madera, de la que dieron cuenta el tiempo y la intemperie, y que al menos en una ocasión durante el siglo XX, fue restaurado con revoque nuevo para procurar su buena conservación.


                                                          Las otras versiones, una que lo señala como determinando el límite entre las posesiones de Juan Francisco Medina y Antonio De La Quintana a principios del siglo XIX, y otra que establece un origen más moderno, como mojón de mensura de un trabajo de fotografía aérea realizado por el ejército nacional a mediados de los años 60 del siglo pasado, no parecen tener mayor veracidad.
                                                      Quizá haya en algún otro lugar del departamento otros mojones cuyo origen esté tan mitificado como en el caso de estos tres que m
encionamos, pero en el caso de este último, por ejemplo y aunque no les conozco personalmente, tengo datos de la existencia de al menos otro muy similar en la 13ª sección de Cerro Largo, en las proximidades de la Cañada Grande.