martes, 7 de mayo de 2019

Robaron, se tirotearon y algunos huyeron...


El ojo avizor de un policía del 900





Eran, como ya lo hemos repetido varias veces, tiempos difíciles para la campaña de la zona este, a pesar que se había logrado erradicar la mayoría de las grandes bandas de matreros criollos o de origen brasileño que asolaron la zona rural de nuestro país en la segunda mitad del siglo XIX.
Al fines de ese período, con un cuerpo policial más numeroso y profesionalizado, la campaña más poblada y los campos alambrados, el avance en las comunicaciones (telégrafo, teléfonos y caminos más definidos) se estaban logrando fuertes avances en el siempre preocupante tema de la seguridad de personas y bienes, sobre todo en la campaña olimareña.
Y si bien no se evitaban por prevención todos los hechos delictivos, ni se solucionaban descubriendo los culpables tampoco todos los cometidos en las soledades rurales, hay en la crónica policial de esa época muchos casos donde la pericia de los encargados del orden o su persistencia y dedicación, lograban victorias significativas ante los malvivientes.
Ese es el caso, por ejemplo, de un gran robo acontecido en la pulpería de Fernández, en la zona lindera de nuestro departamento del otro lado del Tacuarí, que según lo denunciado por su propietario a las autoridades del vecino departamento de Cerro Largo, una banda compuesta de una decena de malhechores liderados por alguien que llamaban “Capitán”, había asaltado su comercio llevándose algo de dinero y mucha mercadería nueva, mayoritariamente ropa y artículos de cuero y marroquinería.

Estancia principio de siglo, tomada de internet
La siguiente carta, firmada por el oficial a cargo de la Jefatura de Treinta y Tres y dirigida al Ministro de Gobierno, en julio de 1893, a pesar que claramente intenta arrogarse el mérito del descubrimiento inicial, es un inmejorable ejemplo de las acciones llevadas a cabo en la resolución del hecho, que comienza al revés de lo habitual, o sea, con un policía descubriendo a un malviviente guardando subrepticiamente un cargamento sospechoso en su casa, y siguiendo un hilo conductor, con persecución y tiros incluidos, para terminar llegando a la conclusión del caso.



Treinta y Tres, Julio 10 de 1893
Exmo. Señor Ministro de Gobierno
Ciudadano Dn. Francisco Bauzá

Me es grato hacer conocer de VE el resultado de una pesquiza iniciada por esta Gefatura, pesquiza que puso al que suscribe en conocimiento de un asalto y saqueo llevado a cabo en la casa de comercio de Dn. Antonio Fernández vecino del Cerro Largo (Tacuarí) el 11 de junio ppdo y la captura de dos de los autores del hecho como también el encuentro de la mayor parte de las mercaderías robadas.
El 15 de junio pasado tuve conocimiento que hacía tres o cuatro días había sido visto Leopoldo Almeida y otro individuo llegar a casa del primero como a la una de la madrugada y bajar de los caballos uno o dos bultos que introdujo sigilosamente.
Conocidos como son los pésimos antecedentes  de Leopoldo Almeida, ordené inmediatamente un registro y obtuve como resultado el hallar una cantidad de piezas de ropa completamente nueva –como ser bombachas, chalecos, camisas, piezas, etc, etc.
La mujer que vive en compañía de Almeida interrogada por la procedencia de aquella ropa, manifestó que unos desconocidos la habían arrojado adentro de su casa y que ignora quienes fueron.
Las sospechas de robo que desde un primer momento tuve se confirmaron con aquella declaración, y procedí a hacer depositar en poder de uno de los testigos del registro las piezas todas encontradas hasta tanto Leopoldo Almeida, dueño de casa que había desaparecido, justificara la propiedad si es que en realidad existía.
Vigilada la casa registrada, el Guardia Civil de facción notó al anochecer que Leopoldo Almeida aparecía a caballo y acto continuo le hizo saber que tenía orden de presentarlo a la comisaría por una indagación que requería la presencia suya. Oírlo, emprender la fuga Almeida y dispararle varios balazos al Guardia Civil, fue obra de un instante; otro tanto hacía después con el oficial de esta Policía Atanasio Pellejero que recorría también aquellas inmediaciones y que acudía a las detonaciones primeras. Perseguido Almeida de cerca por Pellejero y cambiándose balas sin cesar, logró escapar debido a la oscuridad de la noche y proximidades del monte,  no sin dejar en poder de Pellejero el caballo (que rodo) ensillado y herido, poncho, sombrero y un abrigo.
Al día siguiente sospechando quien pudiera ser  el compañero de Almeida cuando bajaron los bultos, ordené también un registro en su casa y encontróse otra cantidad de piezas de ropa nueva. La mujer de Adrián Sotelo (nombre del sospechado) manifestó que aquello lo había traído su marido unos días antes y que ignoraba la procedencia, agregando que no sabía donde se hallaba Sotelo.
Depositado en la Gefatura el nuevo hallazgo, dicté sin perder tiempo orden de detención  contra Leopoldo Almeida y Adrián Sotelo, pues no me quedaba ya duda que se trataba de un robo, aún cuando ninguna denuncia tenía al respecto y constándome que en este Departamento nada había sucedido.
Hecho esto tomé medidas para saber si en alguno de los Departamentos linderos se había efectuado el robo y efectivamente sabía dos días después por la Gefatura Política y de Policía de Melo que la casa de comercio de Don Antonio Fernández situada en Tacuarí había sido asaltada y saqueada por diez individuos de los cuales uno era llamado “Capitán”; no se tenían más datos del hecho.
En conocimiento ya de lo sucedido, pasé todos los antecedentes al Juzgado Letrado Departamental y ordené que el oficial Pellejero con cinco Guardia Civiles se pusiera en marcha para la 7ª sección y a ocho leguas más o menos de esta Villa donde según noticias adquiridas había sido visto Leopoldo Almeida con Adrián Sotelo y otro compañero Pedro Denis (hijo) huyendo. En efecto, procediendo con toda cautela, eran encontrados esos individuos tres días después y cuando no lo esperaban probablemente, pues el silencio de la salida de la comisión había sido completo.
Entre la Policía y matreros hubo un verdadero tiroteo; la persecución dio por resultado la captura de Adrián Sotelo y  huida de los otros dos debido al mal estado de los caballos de la Policía que llevaban ya tres días de marcha.
Una vez Sotelo en la cárcel, díjome que Pedro Denis (hijo) era únicamente sabedor del asalto, y dióme noticias de tres sujetos más que tenían su participación en el saqueo: esa misma madrugada salía nuevamente el comisario Atanasio Pellejero con el mismo Sotelo de baqueano para trasladarse a la 2ª sección y capturar a Hilario Alza, Seferino Mendoza y Juan Alvarez (hijo). Fue hallado solamente Hilario Alza que en esos momentos se preparaba para huir y emprender también la vida de cuatrero que desde un principio adoptaron Mendoza y Alvarez. Alza hizo entrega de una nueva cantidad de piezas de ropa que tenía ocultas.
En una palabra, Exmo. Señor, Sotelo y Alza han confesado por completo el delito cometido y están contestes en que fueron cinco únicamente los asaltantes (y no diez) y que son los nombrados ya, como que era a Leopoldo Almeida a quien llamaban “Capitán”.
Habiendo el señor Juez Letrado Departamental pasado los antecedentes todos del hecho al de igual categoría en Cerro Largo, punto donde se realizó el asalto y saqueo, esta Gefatura con fecha siete del corriente remitió también con igual destino a los presos con todas las mercaderías robadas y declaración por escrito de Sotelo y Alza confesándose autores del crimen de referencia en unión de Almeida, Mendoza y Alvarez; van también las filiaciones de los que aun falta capturar.
Es cuanto deseaba llevar a conocimiento de VE a quien saludo con mi más distinguida consideración:
C. Pereyra – Oficial E.d.D.



* La imagen de portada es de Castells Capurro, tomada de internet

jueves, 2 de mayo de 2019

Barreto: nuevos documentos sobre su carrera militar

Marcelino Barreto: de Teniente de Rivadavia a Coronel de Oribe


                                            A pesar que en nuestras anteriores entregas acerca del Coronel Barreto (http://cosasdetreintaytres.blogspot.com/2019/02/coronel-marcelo-barreto.html) señalábamos que hasta ese entonces no habíamos encontrado documentos que probaran su participación en las luchas independentistas, han llegado a nuestro poder dos importantes documentos que lo avalan, y que detallamos a continuación, con la esperanza de seguir esclareciendo detalles del pasado de este significativo personaje de nuestras raíces olimareñas.

                                            La Provincia Oriental declara su independencia el 25 de agosto de 1825, luego de la rápida acción de la Cruzada Libertadora nacida el 19 de abril con el desembarco de los Treinta y Tres orientales al mando de Lavalleja en la playa de la Agraciada. Tras resonantes victorias militares contra los invasores portugueses y establecer el Sitio a Montevideo, los orientales piden su reincorporación a las Provincias Unidas, y su aceptación por parte de las autoridades bonaerenses fue una de las causas determinantes de la guerra que el Imperio de Brasil declara a la Argentina.
                                           Rápidamente, Bernardino Rivadavia es nombrado primer presidente de la recientemente establecida “República de la Provincias Unidas del Río de la Plata”, quien a su vez nombra como Ministro de Guerra y Marina primero, y como Comandante General del Ejercito, al General Carlos María de Alvear, para hacer frente a ese conflicto, quien debe abocarse de inmediato a conformar un ejército capaz de salir victorioso ante tan poderoso enemigo.
                                            A fines de marzo de 1826 las tropas de las Provincias Unidas contaban con dos mil ochocientas plazas, en su mayoría reclutas, y a estas fuerzas se sumaban cerca de 2500 milicias irregulares al mando del caudillo oriental Juan Antonio Lavalleja, ejército que venía como dijimos de una serie de victorias militares contra los portugueses en territorio oriental.
                                             Uno de los documentos encontrados, fechado en “Buenos Ayres en treinta de Diciembre de mil ochocientos veinte y seis”, establece que “atendiendo a los méritos y servicios del teniente primero D. Marcelo Barreto ha venido a conferirle el mismo empleo en la segunda compañía del segundo esquadrón del Regimiento de milicias de Drages. Libertades. Con la antigüedad de veinticinco de mayo de 1825…”

                                            Este documento está firmado de puño y letra por el entonces presidente Bernardino Rivadavia y por su  Ministro de Relaciones Exteriores Francisco Fernando de la Cruz, y al pié de un anexo que dice “El Gral en marcha sobre Balles, enero 29 de 1827”, el comandante en jefe Alvear estampa su firma ordenándose “cúmplase y tómese razón en la contaduría del ejército”.

                                             Este certificado, en realidad, no avala la participación de Marcelino Barreto en las campañas americanas de los ejércitos libertadores de San Martín previas a la fecha de otorgado, pero si nos deja saber que –por lo menos, Barreto formaba parte de las fuerzas orientales que lucharon por la independencia al mando de Lavalleja. Todo da a entender que el cariz de este documento descripto es parte del ritual de incorporación del Ejército Oriental a su similar de las Provincias Unidas.
                                            En consecuencia también que emana del conocimiento de este oficio, no es difícil de considerar que Marcelino Barreto, a las órdenes de Alvear, haya participado en la gran victoria de Ituzaingó, en 1827, y en Camacuá un par de meses más tarde.

Coronel de Oribe


                                           La pista de su actividad militar vuelve a perderse por algunos años hasta que, como se narra en el artículo anterior mencionado, aparece como comandante de la 2º Compañía de Milicias de Cerro Largo durante el primer período de la institucionalidad uruguaya, bajo la presidencia de Rivera, con los documentos encontrados en la Sala de Materiales Especiales de la Biblioteca Nacional ya detallados.

                                          Bajo el gobierno del General Manuel Oribe, concretamente en un nombramiento fechado en Montevideo el 29 de octubre de 1836, el propio Presidente de la República le confiere el grado de Coronel de Guardias Nacionales del Departamento de Cerro Largo al teniente coronel D. Marcelo Barreto.