lunes, 13 de julio de 2020

Entre Macedo y Serafín

La historia del primer poema de “Tacurses”


                                         Según el propio Serafín J. García, el primer poema escrito de los que componen “Tacuruses”, fue “Venganza”, en el año 1931.
                                         En entrevista con el recordado maestro Ariel Pinho Boasso publicada en el semanario “Palabra” a pocas semanas de su fallecimiento ocurrido en abril de 1985, el propio autor recordó que cuando se vino a la capital departamental a acceder a su cargo en la policía, “yo era hombre de madrugadas, de amigos, de guitarra”. Contó que alternaba con hombres de amplia cultura y altos valores, como Nilo Goyoaga, Adémar Magallanes, Valentín Macedo, Ledo Arroyo, Justino Rodríguez y otros periodistas, autores y profesores que fueron profundizando su mundo intelectual y cultural.
                                         Concretamente, en la publicación mencionada, García recuerda que “un día apareció un buen amigo” trayendo un periódico local en el que había sido publicado el poema “A vos no te importe”, escrito por Valentín R. Macedo, y que estaba “especialmente dedicado a mi”.                                                        Entonces continúa relatando “me empezó a trabajar la idea de contestárselo, de retribuírselo, mejor dicho. Y retribuírselo en el mismo género; pensando en eso, se me ocurrió escribir “Venganza”, sin sospechar ni remotamente que ese sería el punto de partida de Tacururses. Empecé a escribir más versos criollos, porque ése tuvo muy buena aceptación”.
                                           Ese primer poema criollo de Serafín, fue publicado, al igual que lo había sido el de Macedo, en el periódico “Amanecer”, de Justino Rodríguez, y casi todos los demás que componen Tacuruses, lo fueron en “La Tarde”, periódico dirigido por Ledo Arroyo Torres, quien fue –además- impulsor de la suscripción popular que financió, ya en 1935, la publicación del libro que revolucionó las letras olimareñas.
                                        Los dos poemas, el de Macedo y el de García, dedicados mutuamente, se transcriben a continuación:

                       A vos no te importe

                                                                             Valentín R. Macedo
A vos no te importe si tuitos te dicen
que yo soy un hombre yenito’e defetos,
y que soy dañino como el mío-mío,
y hasta que soy fiero.

¿Vos no has visto nunca cuando se alsa un águila
pa yegar, volando, cerquita’e los cielos,
la farra machasa que arma el bicherío
menudo, gritando d’envidia’e su vuelo?

Pues la mesma cosa les pasa a los que hablan
de mí, porque saben que m’estás queriendo;
si pa un hombre, china, tener tu cariño
es cuasi lo mesmo que yegar al cielo.

A vos no te importe tuito lo que dicen.
Pa crusar la vida, hacé lo que yo hice.
Pa crusar la vida puse en las maletas
de un lao el cariño, del otro el disprecio,
y en tuitos los ranchos ande iba yegando,
asigún la gente, sigún el momento,
sacaba’e mi carga pa dir repartiendo.

Y yegué a tu rancho ¡parece mentira!,
pero yo te juro po’esta crus qu’es cierto:
el lao del cariño’taba sin tocarlo
y cuasi vacido el lao del disprecio.

Cualquiera compriende que una carga ansina
no empareja el peso.
Y pa emparejarlo bajé las maletas.
te hablé de un cariño que había’e ser eterno.,
te miré los ojos, te besé las manos,
te juré'rodiyas ser siempre bien güeno,
te juré yorando quererte pa siempre,
¡pa siempre, canejo!,
y aquel lao que tráiba rebosándole yeno
temblando’e ternura lo volqué a tus pieses
y quedé contento.

Po’eso no te importe que tuitos te digan
que soy un mal hombre, que soy un perverso;
yo pa vos soy güeno.
Si pa otros soy malo será culpa d’eyos.
Porque yo, chirusa, como el espiniyo,
tengo flores de oro y espinas de acero.                     


                               


                             Venganza

                                                                        Serafín J. García

No tantiés el cuchiyo. Yo no vengo a peliarte.
'Tan muy flojas mis tabas pa esos bailes, caracho.
Una tunda’e palabras viá encajarte’n el alma,
d’esas tundas que duelen muncho más que los tajos.

¿Carculaste dejuro qu’este viejo tembleque,
cegatón y cacunda, despulpao por los años,
basuriao po’el corcovo de l’achura yorona
no tendría ni juersas pa salir de su rancho?

¿O te créiste que pudo la garuga del tiempo
sancocharme’n el pecho lo que tengo’e cristiano,
y qu’el único afeto qu’enyenaba mi vida
ya pa mí no valía lo que un pucho’e cigarro?

¡Enquivoco machaso! La osamenta caduca,
pero l’alma más duele cuanti más la sobamos;
y el dolor de los viejos, mesmo qu’el coroniya,
es más duro y más juerte cuando tiene más años.

No temblés d’ese modo ni me mirés asina.
Escucháme sin ñervos. ¿No decís que sos macho?
El temblor y los sustos pa las hembras se han hecho.
¿Cuándo has visto al pampero julepiar un lapacho?

Escucháme sin ñervos. No agachés la cabesa.
¡Si no vengo a pedirte que golvás a mi rancho!
¡Si la pobre de m’hija ya de vos no precisa!
¡Hace un mes que la pena la yevó al camposanto!

Dende aqueya mañana que me dijo tuito
y entuavía, po’el perverso, resó al cielo un rosario,
se jué diendo lo mesmo que una vela de sebo,
y en la tierra, pa siempre, aura’stá descansando.

Y era juerte y sanita. ¡Si parece mentira!
Y era güena y alegre. Se alumbraba mi rancho
con la lus que manaba de sus ojos grandotes,
que más bien parecían estreyones machasos.

Y era linda su boca, siempre yenita’e risa,
y su mano era cumba pa cebarme’l amargo.
Me parece sentirla prosiar con sus calandrias,
y regar sus malvones, y jugar con el gato.

Dende que la he perdido m’he quedao tan solito...
Siento ya com’un frío que me yela el tutano.
Agatas tengo juersas pa dir al cementerio
a resar por su almita, pa que no ande penando.

¡Y juiste vos, mal gaucho, que mataste a m’hija!
¡Lo mesmito qu’el toldo te colaste a mi rancho,
y dispués d’engañarla, sin rispeto a mis canas,
juiste a contar tu hasaña por los ranchos del pago!

Yo aura vengo a decirte que pensés lo que has hecho.
Cuando el campo’e la vida se t’enyene de años,
Dios ha’e darte una hija como a mí, linda y güena,
que redame a puñaos l’alegría en tu rancho.

¡Y ha’e yegar otro toldo desmadrao y sin alma
a robart’ese afeto y a dejarte penando!
¡Y has de saber entonce’cómo es el sufrimiento
que me aruña en el pecho mientras t’estoy hablando!

No tantiés el cuchiyo. Yo no vengo a peliarte.
¡Si no tengo ni juersas pa pegar un mangaso!
Sólo vengo a decirte, pa que un día te acuerdes,
¡que hace un mes que la pena la yevó al camposanto!