sábado, 19 de enero de 2019

Coronel Manuel M. Rodríguez


Un viejo guerrero colorado, veterano de cien batallas, primer Jefe Político del departamento…






                       Cuando se crea nuestro departamento de Treinta y Tres, como es sabido por medio de la ley firmada por el presidente Máximo Santos el 20 de setiembre de 1884, una  de las tareas inmediatas del gobierno nacional al respecto fue proveer de nuevas autoridades al departamento, como ya lo desarrollaremos más detalladamente en otro artículo, empezando por el Jefe Político y de Policía.
                  A pesar de la notable e indiscutida participación del escribano Lucas Urrutia, reconocido dirigente del Partido Constitucionalista en la concreción de la aspiración lugareña de “independizarse” administrativamente de los lejanos gobiernos del área de influencia territorial (Melo y Minas respectivamente), las nuevas autoridades fueron personas de confianza del ejecutivo nacional, de probada filiación colorada, y en el caso concreto del nuevo Jefe Político y de Policía de Treinta y Tres, se nombró al coronel Manuel M. Rodríguez, compañero de armas a quien ya Santos había comisionado misiones de destaque.
                       

   Rodríguez era al momento de acceder al nuevo cargo, poco menos que un desconocido para la sociedad treintaitresina, característica quizá elegida a propósito a la vista de la enorme tarea de encabezar la organización política respondiendo a los intereses del partido Colorado, del nuevo departamento que en ese entonces estaba bajo la indudable ascendencia del partido Constitucionalista, encabezado como mencionamos por Urrutia y de su enorme influencia, así como de los “acérrimos anti urrutistas”, mayoritariamente pertenecientes al partido Nacional.
                        Desde el comienzo mostró, según algunas crónicas de la época, gran capacidad de trabajo, un vasto conocimiento castrense, e imprimió a su mandato una impronta de ejecutividad tal que en ocasiones sus decisiones inconsultas acerca de temas administrativos municipales generó algunas rispideces con la Junta Económico Administrativa (JEA) de turno, como por ejemplo sucedió en el caso concreto de la erección de la estatua a Lavalleja en el centro de la Plaza 19 de Abril, obra que fue propulsada por el Coronel Rodríguez sin contar con la opinión siquiera de la JEA.
Rodríguez permaneció en su puesto hasta diciembre de 1886 cesando en su cargo al cambiar el gobierno nacional al ser nombrado Presidente de la República, Francisco Antonio Vidal quien luego renunciaría para que volviera a asumir la presidencia Máximo Santos, pero eso es cuestión de otra oportunidad. Fue subrogado por Lino Arroyo durante algunos meses, quien luego dejó su posición al Coronel Agustín de Urtubey, en julio del 87.


                       Según una versión escrita del puño y letra del escribano Lucas Urrutia en 1894 respecto a Rodríguez, a quien calificó como “nuestro distinguido amigo de grato recuerdo, porque hizo una de las administraciones más progresistas que hemos atravesado desde que se decretó nuestra segregación” fue bajo su orden y mandato que se adquirieron dos de los tres terrenos que ocupa hoy la Jefatura de Policía de Treinta y Tres, cuya construcción también dio comienzo (al menos en su etapa administrativa) en ese período. Hasta entonces, de acuerdo a una información muy bien detallada por Néstor Faliveni Moreno en su libro Treinta y Tres en sus 155 años, la sede de la Jefatura Política y de Policía funcionó en una casa situada en la esquina enfrente a donde está hoy el edificio principal, en la intersección de las calles Manuel Oribe y Manuel Lavalleja.

                                    Faliveni en su mencionada obra, narra las peripecias que enfrentaron a Lucas Urrutia, entonces propietario de la casa existente en ese entonces en esa ubicación y al estado uruguayo representado por el coronel Rodríguez para lograr concretar el arrendamiento de dicha propiedad, que el autor explica no es la misma que existe actualmente. La información consignada indica además que el predio “ocupaba cuarta manzana,  es decir cincuenta varas por Lavalleja hasta lindar con terrenos de Ignacio García” y otras tantas por Oribe  “hasta lindar con la propiedad de Genaro López”. Al respecto, asimismo, la referencia indica que posteriormente fue vendida años después a doña Virginia Coronel de Oribe (madre del conocido poeta y hombre de letras Emilio Oribe, y nieta del fundador de Treinta y Tres Dionisio Coronel), quien demolió la casa existente y mandó construir la que aún hoy se encuentra en esa esquina.

Un guerrero de cien batallas


                          Algunos años después de haber dejado su cargo y nuestro departamento, el periódico local “La Paz”, propiedad de Urrutia y gerenciado por Ricardo Hierro, publica una detallada reseña de la actividad política y militar del coronel Rodríguez, cuyo resumen nos parece interesante compartir a continuación.
                           El artículo, publicado en la tapa de la edición del 24 de noviembre de 1889 bajo el extenso título de “Foja de servicios del Señor Coronel de Infantería de Línea Don Manuel M. Rodríguez”, comienza señalando que “en nuestro departamento no ha faltado quien haya supuesto que este Gefe sería uno de tantos que no puede hacer ostentaciones de sus galones por los pocos sacrificios que hayan empleado a favor de la patria”, asegurando que “esta suposición está desmedida con la publicación que hoy hacemos, suponiendo que sea leída con interés, muy particularmente por los numerosísimos amigos que el Coronel Rodríguez tiene en nuestro departamento”.
 Rodríguez comenzó su carrera castrense al anotarse en el batallón “Voluntarios por la Libertad” que marchó hacia Paraguay al inicio de la guerra denominada de la “Triple Alianza” en el año de 1865, al mando del Brigadier General Venancio Flores encontrándole la Batalla del Yatay (Entre Ríos, Argentina, 17 de agosto de 1865) ya ascendido a Alférez en el mes de julio. Participó luego en la rendición de Uruguayana en tierras brasileñas el 18 de setiembre y también en el combate de Estero Bellaco, el 2 de mayo del 66, ya revistando como sub teniente en el nuevo batallón fusionado que se denominó “Voluntarios Independientes”.
                        

           La “Batalla de Tuyutí”, considerada hasta el día de hoy como la más sangrienta de toda la historia de América del Sur, con más de 15 mil muertos, el 24 de mayo de 1866, le encuentra tomando el mando en acción como oficial de mayor rango, ante la muerte del jefe del cuerpo y las bajas por heridas del resto de los oficiales. Vuelve combate en los enfrentamientos siguientes en tierras paraguayas, y durante un servicio de avanzada en noviembre es herido de bala en la pierna derecha, circunstancia que le obliga a “bajar” a Montevideo a asistirse. Retorna al servicio activo en Paraguay en mayo del 67, y se destaca en el combate de “Parecué” el 13 de agosto de ese mismo año, ya ascendido a Teniente 2º.  Siempre en el marco de este conflicto, participa luego en la toma de Humaitá, en la ocupación de “Tebicuarí” y en la de “Angostura”, en la toma de Asunción y en la definitiva batalla del 16 de agosto del 69 cuando 20 mil efectivos de las fueras de Brasil, Argentina y Uruguay enfrentan a 500 soldados y 3500 niños paraguayos en una masacre sin precedentes.
                                 Finalizada la guerra, Rodríguez regresa a casa con la División Oriental al mando del General Enrique Castro, esperándole en Montevideo el ascenso a Capitán, siendo destinado al Batallón “24 de Abril”, destinado a Salto donde se incorpora al Ejército del Norte al comienzo de la Revolución de las Lanzas, siendo nombrado Jefe interino de la Guardia Nacional e Instructor de todas las infanterías que guarecían dicha plaza. Participa luego en varias guerrillas durante el sitio de Montevideo y se incorpora a las fuerzas del general Gregorio “Goyo” Suárez que bajan desde el norte a romper el sitio capitalino y que provoca la retirada de los revolucionarios de Timoteo Aparicio. En el 71 se hace cargo del batallón “Santa Rosa”, participando en la batalla de Manantiales, en el 72 es nombrado 2º Jefe del Batallón Resistencia hasta su disolución al término de la revolución de Aparicio, cuando pasa a integrar el 4º de Cazadores, del que es nombrado Jefe interino hasta que en 1875 entrega el mando al Coronel Farías y continúa como 2º Jefe hasta 1880, cuando es nombrado Jefe del 1º de Cazadores y destinado a la guarnición de los departamentos de Salto y Paysandú, regresando a Montevideo 1883. En esos años, del 75 al 83, por méritos de servicio, había ascendido en 5 oportunidades, revistando entonces con el grado de Coronel, y en esa fecha pasa a servir como Fiscal e Inspector de Policías de la República, y en calidad de tal ocupó interinamente la Jefatura Política de Durazno primero y de Paysandú después, culminando su carrera como Jefe Político titular de nuestro departamento.