martes, 5 de abril de 2016

Fútbol de salón peculiar

Entre “gordos” y “flacos”, un show de solidaridad de los 70


Hurgar en el pasado es, sin dudas, tarea apasionante y que ocasionalmente nos regala sorpresas, ya sea en la consecución de un “dato” relevante, el descarte o la confirmación de alguna teoría elucubrada con pocas pistas, o simplemente el descubrimiento de un testimonio gráfico que pese a ser noticia nueva para el hurgador, esconde una historia particular, un hecho o suceso que merecería ser recordado más detalladamente.
De izquierda a derecha: ¿Isaza? , Néstor Forni, Julio “Colorín” Correa, Walter “Serrano” Abella, Aníbal “Fajita” Martínez, “Italiano” Peralta, “Pato” Sosa, ¿Suárez?, Lewin y Sapere.

Eso me pasó hace algunas semanas, mirando algunas fotos viejas del archivo del Museo Histórico departamental, cuando descubrí una serie de fotografías de un partido de fútbol de salón realizado en el gimnasio del Club Centro Progreso, que tenía la particularidad que los jugadores no eran futbolistas en actividad, y por el contrario, en su gran mayoría gente de mediana edad en la época, de diversas profesiones y algunos poco vinculados al fútbol, y casi todos utilizando algún disfraz.  Este descubrimiento, la verdad, me picó la curiosidad, y tras reconocer algunas caras, comencé a intentar conocer la anécdota detrás de las fotos, algunas de las cuales acompañan estas páginas.
Al fondo, Miguel Angel Gómez a la izquierda y Artigas Lago a la derecha; al frente, Enrique Londinsky y “Pajarito” Rosales.

Según relató uno de los participantes de ese encuentro, la ocasión fue tan improvisada como repentina, y aunque le memoria no le ayudaba a recordar de quien o donde partió la iniciativa, aseguró que todo nació a partir del trascendido hecho público en aquel entonces acerca de las grandes carencias que tenía en su infraestructura y funcionamiento el Hogar de Varones de nuestra ciudad.
Corrían avanzados los años 70, y recientemente se habían construido los primeros dos gimnasios cerrados de la ciudad (en el Progreso y el del Club San Lorenzo) y el fútbol de salón que había comenzado tímidamente, se había convertido en una disciplina popular. A alguien, entonces, se le ocurrió la idea de organizar un beneficio cuyo producido se pudiera volcar a la mencionada institución, e invitando amigos y conocidos se llegó a la conclusión que la mejor posibilidad consistía en organizar un partido de fútbol de salón enfrentando a “gordos” y “flacos”, pero encarándolo más como un espectáculo que como una competencia deportiva.


Se empezó a convocar gente, y la mayoría se sumaron gustosos a la idea. Por el lado del cuadro de los “gordos”, jugaban entre otros, tal como lo muestran las imágenes el óptico Néstor Forni, el comerciante Herman Lewin (el popular “gordo Kizner”), el juez de fútbol “Pato” Sosa, los recordados “Italiano” Peralta, Aníbal “Fajita” Martínez y el “Ñato” Mario Sapere.  Por el lado de los “flacos”, lo hacían Enrique Londinsky (dueño de la tienda y mueblería La Palma), “Pajarito” Julio Rosales, el “Brasilero” Ricardo Petry, “Cheche” Latorre y “La Muerte” Miguel Angel Gómez, según testimonios que hemos podido recoger entre algunos participantes directos del evento y otros que o bien fueron espectadores o bien pertenecientes a la misma generación.
Quizá un poco por el paso del tiempo, otro poco por la modestia de haber relegado a un segundo plano el recuerdo de ese momento solidario, o tal vez por respeto a la memoria de quienes ya no están vivos, que son la mayoría, los recuerdos de los protagonistas consultados no han sido todo lo claros que nuestras intenciones preveían. Sin embargo, en las fotos se puede apreciar además de los mencionados a otras varias personas caracterizadas, formando parte de algunos de los cuadros. Están por ejemplo claramente identificables Walter “Serrano” Abella y el “Colorín” Julio Correa, de túnica blanca el “Tartamudo” Artigas Baltasar Lago y oficiando de juez, de traje y zapatos, el inconfundible Tydeo José Quintana.
Titànica y despareja lucha sin pelota mientras el juez Tydeo Quintana intenta mantener vigentes las reglas del juego y los demás jugadores son sonrientes espectadores de primera plana
Del resultado del partido, ninguno de los consultados se acuerda, porque no era lo importante; si coincidieron todos en asegurar que el propósito por el cual se organizó el evento, fue todo un éxito, ya que se recaudó una cifra muy importante con una concurrencia masiva de público que colmó las instalaciones del Progreso hasta la línea misma que delimita la cancha.
En el otro aspecto que todos los relatos coinciden, además, es en destacar que para los protagonistas, fue un hecho sumamente divertido, ya que “más que un partido fue un show de humor”, como sentenció Rosales, uno de nuestros consultados.
Hubo de todo y valía todo, según recuerdan, y la sorpresa estaba a la orden del día: el “Serrano” Abella, por ejemplo, construyó para la ocasión una honda gigante (que puede observarse portándola en una de las notas gráficas), y en un tiro libro o un penal hacia al arco contrario, fue utilizada para “disparar” el balón: mientras algunos la sujetaban con la horqueta apoyada en el suelo, otros la estiraban y apuntaban para lograr el tiro perfecto.
En un partido lleno de “protestas” jocosas y muchos “tiempos” de descanso y exageraciones (como cuando los “gordos” les daban comida a los “flacos” para que agarraran energía, por ejemplo). En una oportunidad el cuadro de los “flacos” se sintió en real desventaja, comparando los goleros, y aduciendo que era injusto que el arquero rival “tapara” casi todo el arco con su corpulencia, extendió un poncho de paño (seguramente el mismo que en las fotos se le ve usando al “Ñato” Sapere) para cubrir casi todo el arco y tratar de evitar que se le convirtieran goles. La memoria recuerda que pese a ello, se convalidó un gol convertido “con la mano empujando la pelota por la boca del poncho”, con lo que se armó una discusión extendida y una nueva carcajada colectiva festejando la ocurrencia.
En definitiva, se sucedieron una serie de anécdotas simpáticas, todas protagonizadas por este grupo heterogéneo de gente que se combinaron en un emprendimiento solidario, característico además de una etapa de la vida de nuestro pueblo donde la solidaridad y la sana diversión acercaba gentes de diferentes profesiones e intereses.

Muchos detalles del desarrollo de aquella jornada quedan aún sin descubrir, y me gustaría solicitar la ayuda de los lectores para intentar completar lo más posible este relato, así como completar la lista de los “jugadores” de ambos equipos, que está a todas luces incompleta. Por ejemplo, solamente entre quienes aparecen en las fotos, hay dos personas que no hemos podido identificar satisfactoriamente a pesar de las más de 30 personas contemporáneas consultadas al respecto, más allá que a muchos les resultaron “cara conocida” y que varios elaboraron teorías acerca de sus identidades, creyendo reconocer al “Negro” Isaza y al “Mosca” Suárez, pero sin una total seguridad. Sinceramente espero que quienes puedan reconocerles, nos hagan llegar la información.

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