¿¿¡¡Qué le
vendo…!!??
Cuando hace algunas semanas estaba evocando con nostalgia los ya
viejos tiempos de mi primera juventud, dejándome llevar por los recuerdos y
traje a la memoria a varios personajes típicos del Treinta y tres de entonces
deliberadamente hice a un lado algunos de ellos, quizá aquellos que de una
manera u otra marcaron una huella un poquito más profunda en mi propia
historia, con el propósito de intentar más adelante recordarles de una manera
más particular, más significativa.
Uno de esos casos es, sin dudas, el del “Panchero” Rey, hombre de una
simpatía muy particular, hábil comerciante de mirada pícara y sonrisa fácil, y
a quien conocí quizá no todo lo bien que hubiese querido cuando ya transitaba
los años de su vejez.
Le recuerdo con absoluta claridad, menudo, de voz resonante con su
arenga ofertante “¡¿qué le vendo!?” (y lo único que vendía eran panchos),
participante infaltable de todas las actividades del pueblo ofertando su
mercadería, con sus horarios establecidos y un “circuito” elaborado a
conciencia a lo largo de años de experiencia: cuando llegaba o partía el tren,
en la estación; en los intervalos entre películas de los cines Olimar y
Municipal, y al finalizar la función, en los espectáculos de fútbol en las
canchas, en los bailes o las actividades de la plaza, en los horarios de
partida de la ONDA, o simplemente visitando sus clientes regulares y algunos
puestos fijos de venta, como la Texaco de Areguatí y Meléndez cayendo la
tardecita, siempre piloto de su triciclo recorriendo las calles del pueblo
ofertando su mercadería con su particular pregón.
Todo el mundo, o al menos la gran mayoría, le conocíamos tan solo por
Rey. Los de mi edad, casi todos, le decíamos Don Rey, porque a pesar de su
humildad y bajo perfil, él se había ganado el “Don” a base de respeto, trabajo
honesto y bondad.
Don Rey con su hijo José |
Se llamaba Luis Rey Pereira, me enteraría años después, al leer un
extenso reportaje que le realizara Darwin Iguiní (Buby), mediante el cual,
además, supe de su historia por sus propias palabras.
En él contaba que nació en la décima sección de Cerro Largo, el 25 de
agosto de 1910, y vivió los primeros años de su infancia en una estancia en las
costas del Parao donde su madre trabajaba. Más o menos a los diez años de edad,
se va a vivir con un tío y su familia
“ocho o nueve primos que eran como hermanos”, comentó, afirmando que
siempre lo trataron “como a un hijo más de la familia”.
Apenas pasada la adolescencia, se emplea como mensual en una estancia
de 5 mil cuadras en la Quebrada de los Cuervos, que con toda seguridad haya
sido la que era propiedad del Dr. Oliveres y que luego parte de ella se
convirtió en el área natural protegida que ahora conocemos. En ella realizó
todo tipo de trabajos rurales durante muchos años, hasta que decidió salir a
buscar fortuna en otros rumbos. Trabajó en las arroceras algún tiempo, en Melo,
fue peón, tropero, taipero y carrero, esquilador y alambrador, hasta que
regresó nuevamente a la misma estancia donde trabajó primero, ya como casero,
peón de confianza y encargado de unos apiarios.
Cuando rondaba los 34 años, decidió formar una familia y se casó, y
aunque tuvo intenciones de irse a vivir a Brasil donde la familia de su esposa
tenía propiedades, finalmente mejoró su colocación y se quedó en la estancia.
Puso casa en Treinta y Tres, y realizó varios trabajos en el pueblo: fue
ayudante del agrimensor Ramón Cabrera con el que recorrió buena parte del
departamento, pero en la búsqueda de superarse económicamente entró de
parrillero en la parrillada “Las Brasas” que quedaba en la esquina de Manuel Lavalleja
y Andrés Spikerman. En pocos años, construyó su casa, y para ayudar a parar la
olla y “juntar algunos vintenes”, complementaba su trabajo haciendo flores, y
ordeñando algunas lecheras, actividad que mantuvo hasta sus últimos días.
Con los panchos arrancó, según el mismo relató en el mencionado
reportaje, por allá por el año 54, y a fuerza de trabajo y constancia –y por
qué no, astucia y visión comercial-, se vio en pocos años “dueño del mercado”
llegando a ser el proveedor de frankfurters y pildoritas de la zona. Con el
correr de los años, formó, ayudó y palanqueó a muchos en iniciarse a su profesión
llegando incluso a tener 4 o 5 “pancheras” con gente trabajando “a comisión”.
Obviamente que no faltan anécdotas de sus más de 45 años vendiendo
panchos. De las solidarias, como darle “un panchito” a algún gurí que veía
hambriento sin que este se lo pidiera, o vender “medio pancho”, partiéndolo a
la mitad cuando al adquirente no le alcanzaba el efectivo para uno entero, o el
famoso cuento que se le adjudica de cuando estaba vendiendo en la estación del
tren y se le habían terminado los panchos y cuando comienza a moverse el
motocar alguien le alcanza un billete por la ventana y le pide uno, y él, de
rápida reacción, introduce el dedo en un pan, lo cubre de mostaza y se lo
alcanza acompañando el movimiento del tren que se va… anécdota que quizá sea inventada,
pero que es simpática y de mucho arraigo popular.
Don Rey es uno de esos “ilustres anónimos” que merecen recordarse con
el paso del tiempo. Fue un ejemplo de trabajo, constancia y perseverancia. Fue
un hombre de bien, que estaba orgulloso de su trabajo, de su vida, de sus
logros, y fundamentalmente de su familia. “Son gente de trabajo, en cosas
honestas, personas correctas, delicadas… hijos ejemplares: ¡¡ahí están para
verse!!”, señalaba orgulloso.
Inolvidable don Rey Pereira. En esa epoca , que no estaba contagiada por Montevideo o Buenos Aires , teniamos otro leguaje. Yo vivi esa epoca de oro y para nosotros , Don Rey era "El franfrutero" Saludos
ResponderEliminarQuiero agradecer a todos los que lo conocieron,y que de una forma u otra,,tuvieron contacto con el...En el nombre de mi hermano ,y mis hermanas,,doy las gracias.-Daniel Pereira Núñez
ResponderEliminarTambien me acurrdo cuando mi padre me llevaba ver la retreta pues el tocaba la trompeta yo era chica pero de don rey me acuedoc q estaba siempre en la plaza
ResponderEliminarTambien me acurrdo cuando mi padre me llevaba ver la retreta pues el tocaba la trompeta yo era chica pero de don rey me acuedoc q estaba siempre en la plaza
ResponderEliminarUn personage dob rey
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