domingo, 18 de diciembre de 2016

Más que “el hermano colorado de Aparicio”

 Basilicio, el otro General Saravia

                Uno de los personajes más influyentes desde finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX en nuestro medio fue, sin dudas, el General Basilicio Saravia, caudillo colorado que extendió su influencia, además, a toda la zona este del país siendo referencia ineludible del oficialismo gubernamental en épocas en que toda esta zona estaba dominada principalmente por el Partido Blanco que comandaba desde el Cordobés su hermano Aparicio.

             Basilicio nació en la estancia paterna de don Chico en Pablo Páez, al igual que sus hermanos, siendo el segundo hijo del matrimonio compuesto por Francisco (Chico) Saravia y doña Pulpicia o Propicia Da Rosa, el 2 de marzo de 1853, (fue bautizado en territorio brasileño, según costumbre de muchos inmigrantes de ese país conservaban) prácticamente al mismo tiempo que Giró promulgaba la creación de nuestra ciudad. Su infancia discurrió entre trabajos rurales y estudios primarios, y desde muy joven mostró predilección y facilidad para los números y los negocios, al punto que con corta edad, era quien se ocupaba de las finanzas familiares ayudando a su progenitor. No realizó estudios superiores, suponiéndose que se trató de una opción hecha por sí mismo, a diferencia de sus hermanos Gumersindo (el mayor) y Aparicio, quienes realizaron estudios en la capital del país.
                 
              Antes de cumplir su mayoría de edad, a los 17 años, Basilicio se presenta voluntario para combatir en la “Revolución de las Lanzas”, incorporándose a las órdenes de Pedro Ramírez, figurando como soldado del general Gregorio Suarez en 1870, contra las huestes que acaudilló el general Timoteo Aparicio, ejército en el que militaron sus hermanos Gumersindo y Aparicio. En esa campaña recibió una herida de consideración, pues el proyectil proveniente de un arma de fuego, penetró a la altura del codo izquierdo corriéndose por el hueso hasta incrustarse en el hombro. Hubo necesidad de verificarle una operación dolorosa, según cuentan sus biógrafos sin anestesia, para extraerle la bala, y convaleciente aún volvió de nuevo al frente de batalla. Sirvió hasta el final del conflicto, cuando regresó a su casa ostentaba en ese momento el grado de teniente 2do. de Guardias Nacionales.
                                   Era un hombre sereno, alto y delgado, al cual era muy difícil sacar de sus casillas. Cuidaba mucho su aspecto; cuando no se hallaba en las faenas rurales, vestía de traje, siempre impecable, y más adelante, de uniforme militar. Con los años engordó notablemente, y llegó a pesar 120 kilos.  Escribía con soltura y buena letra, y casi no tenía errores ortográficos. Su único vicio parece haber sido el juego, heredado de su padre. Jugaba al "solo" y al monte, pero también esta actividad su comportamiento fue moderado. En ese entonces, “habilitado” por su padre, se hace cargo exitosamente de un comercio situado en Cañada Brava, comenzando así su larga trayectoria comercial en la que fuera luego socio en varios otros establecimientos con su hermano “Chiquito”.

                            Transcurren algunos años serenamente, a pesar de ser tiempos revueltos y de su notoria diferencia política con sus hermanos más cercanos, Gumersindo, Chiquito, Aparicio y Mariano, y solo con la complicidad correligionaria de José. Constituían una familia sumamente unida donde esta diferencia en tiempos de paz era solamente motivo de chanzas y conversaciones. A mediados del año 1883, Gumersindo debe abandonar el territorio nacional a consecuencia de un litigio particular, y se aleja del núcleo familiar, fijando residencia en Santa Vitoria do Palmar, donde adquiere un establecimiento e inicia su influencia en Río Grande del Sur. También por aquellos lares eran épocas de efervescencia política, y pronto Gumersindo –ya erigido en caudillo de la zona-, es puesto en prisión, en 1989. Al margen de cualquier postura política, Chiquito  y Basilicio  aunaron fuerzas y pasaron la frontera para rescatar a su hermano, y aunque al llegar Gumersindo había podido fugarse vestido con las ropas de su esposa, que quedó en la celda en su lugar, es una clara demostración de la unión fraternal que mantuvieron toda la vida. Sin dudas, la historia de esta familia singular está colmada de hechos asombrosos.
                             Años más tarde, Gumersindo decidió sumarse a la revolución federal brasileña, en 1893, y cuenta la tradición oral que quiso llevarse a Basilicio, y Don Chico se opuso porque lo necesitaba por su habilidad comercial.  Nepomuceno Saravia García afirma algo muy distinto: dice que fue Aparicio quien comunicó a su padre la decisión de acompañar a su hermano mayor y que Don Chico trató de disuadirlo  (“Usted no puede ir; porque tiene mujer y muchos hijos”) y de convencer a Basilicio  de que fuera él de acompañante, pero el propio Aparicio se negó (“Basilicio  no puede ir porque es colorado”).

                        En la campaña que instauró a don Juan Idiarte Borda en la presidencia de la República, en 1894, Basilicio comenzó a desarrollar una intensa actividad política. Organizó la opinión colorada de la zona de Cerro Largo y Treinta y Tres, convocando asambleas y hablando en actos públicos, con lo que comenzó a sentar una imagen de caudillo de creciente influencia. Cuando Aparicio y Chiquito iniciaron su levantamiento de 1896 con el “manifiesto de La Coronilla”, Basilicio fue convocado al Ejército y se le otorgó el grado de teniente coronel de Guardias Nacionales. El Jefe político y comandante militar de 33, Angel Casalla, lo puso al frente de media división del departamento, mientras la otra quedaba al mando de Gabriel Trelles Hizo toda la campaña acompañado por sus cinco hijos varones de más edad y desde este puesto, afrontó el gran levantamiento de 1897 que tuvo a Aparicio como jefe indiscutido, junto con Diego Lamas, luego de la muerte de su hermano Chiquito, en la célebre carga del 17 de marzo de aquel año. En el mes de junio fue designado comandante militar de 33, y mantuvo ese cargo hasta el final de la guerra.
                              Al concluir la guerra, el gobierno le liquidó sus haberes como Coronel de División y él destinó lo recibido a la compra de una imprenta con la cual editar un periódico colorado en Treinta y Tres. Su fortuna personal, ya habiendo recibido las herencias de sus padres era realmente cuantiosa y acrecentó de un modo extraordinario ese patrimonio gracias a su fuerza de voluntad puesta al servicio de su espíritu emprendedor y a sus hábitos ordenados. La estancia en que residía Corrales del Parao llegó a contar según sus biógrafos con 14.000 cuadras. La otra estancia, sobre el arroyo Leoncho de 8 mil cuadras de campo y además tenía una serie de lotes de campo mas hasta completar las 40.000 cuadras pobladas de ganado.

                     Después de la campaña de 1897, Basilicio se convirtió en la más fuerte columna del Partido Colorado en la zona Este del país. Su prestigio personal, semejaba una constelación aislada en medio de la política blanca que lo rodeaba por todos lados: Abelardo Márquez gobernaba en Rivera, Enrique Yarza en Cerro Largo y Bernardo Berro en Treinta y Tres.
                     Basilicio se dedicó por ese tiempo al cuidado de sus cuantiosos intereses y los de su gran familia, sin descuidar la política, manteniendo vivo el sentimiento partidario, junto con la acción de su hermano José que lo secundaba en sus trabajos. Perdido y aislado en medio de aquellos dilatados dominios, donde reinaban todopoderosos los blancos saravistas, era la esperanza, el astro de primera magnitud que irradiaba su luz, para los colorados de Treinta y Tres, Cerro Largo y Rivera.
                Participa activamente también en filas oficialistas, en la revolución de 1904, en la cual pierde la vida Aparicio tras haber sido herido en Masoller. En el marco de ese conflicto, es que se produce el famoso episodio del cruce de cartas entre ambos hermanos, una de las cuales se conserva en calidad de préstamo, en el Museo Histórico de nuestra capital departamental.
              Basilicio Saravia tuvo 20 hijos, más de 250 nietos, y sus biznietos, tataranietos y demás descendientes seguramente se cuenten por miles. Muchos de ellos han sido a lo largo de estos años personas de gran influencia en el devenir comarcano, comerciantes, productores y políticos, y gran parte de sus descendientes aún viven en nuestra ciudad.
               El 14 de marzo de 1874 contrajo enlace, en la capilla de Santa Clara de Olimar, con su prima hermana Elvira Cristina da Rosa, con quien engendró ocho hijos, a saber: Pedro, Carlos, Elisa, Cristino, Ciriaco, Cecilio, Susana y Carmelo.
              Antes del estallido de la revolución de 1897 enviudó y se casó en segundas nupcias con Jovelina Barrios. Tuvo con ella 12 vástagos: María, Eustacio, Timoteo, Dacila, Gumersindo, Alcántaro, Sensata, Hildara, Elena, Nelsa, Pulpicia y Amelia.
              Ya radicado en nuestra ciudad capital, el principio de siglo le encuentra en su apogeo político: es nombrado Jefe Político de nuestro departamento en 1904, manteniéndose en esta función hasta 1914. Es en esa época pilar fundamental de emprendimientos en pro del progreso departamental, junto a otros grandes hombres que trabajaron mancomunadamente sin importar sus preferencias políticas por esos logros: la Sociedad Fomento, el Puente sobre el Olimar, la mejora de pasos y caminos, por ejemplo.
Blancos y Colorados, unidos, en pos de un Treinta y Tres mejor: Poco se sabe de esta foto, de la cual hay copia en los legajos fotográficos de varias familias olimareñas.... Al centro de la foto, de larga barba blanca, Bernardo Berro, a su izquierda, con su característico bigote y golilla blanca, el doctor Julio María Sanz, a la izquierda, el General Basilicio Saravia. Atrás, se ve a Luciano Macedo y mas al medio de la foto, el más bajo casi con toda seguridad es el Coronel Agustín de Urtubey. Es muy probable que la foto sea de principios de siglo, en ocasión de la primera Exposición Ganadera.

            Fallece de una dolencia cardíaca, en el mes de marzo de 1916 a los 63 años de edad.

            Sin dudas, por sus propios méritos políticos, comerciales, militares y familiares, el General Basilicio Saravia merece ser recordado como algo más que simplemente “el hermano colorado de Aparicio”.

1 comentario:

  1. Mi bisabuelo era colorado y había peleado con Basilicio. Decía mi abuela que Basilicio al terminar la revolución quiso agradecerle a algunos, entre ellos mi bisabuelo y darle tierras, no fue, porque se avergonzaba de su ropa de pobre. Quedó pobre...

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