Da Rosa,
empecinadamente olimareño
Don Julio César Da Rosa Cáceres, nació en la segunda sección de
nuestro departamento, en el paraje “Costa del Arroyo Porongos”, en casa de su
abuelo materno, un 9 de febrero de 1920 . “Nací en la estancia de mis abuelos
paternos, aunque la estancia en realidad sería de mi bisabuelo Cristino,
hermano de Pulpicia da Rosa que es la madre de todos los Saravia y fue mi
bisabuela quien asistió a mi madre en el parto oficiando de comadrona”,
remitiéndonos a sus propias palabras.
Fue el mayor de 8 hermanos, y casi toda su infancia, desde muy chico,
transcurrió en la cuarta sección de Treinta y Tres, en las cercanías de la
Quebrada de los Cuervos, donde nacieron además la mayor parte de sus hermanos.
Realizó sus primeros años de escuela en la Escuela Nº 10 de esa zona que
distaba una legua de su casa, y a la que según él mismo contaba, concurría “de
a caballo en los primeros años y cuando mis hermanos empezaron a ir, íbamos en
un carro de pértigo”.
Apenas cumplidos los 13 años, para continuar sus estudios su familia
lo manda a Treinta y Tres, donde se produce el primero de sus desarraigos que
le acompañarán toda la vida y que serán tierra fértil para su prolífica labor
literaria. Su segundo desarraigo se produce a los pocos años, cuando se traslada
a Montevideo para iniciar estudios de abogacía que nunca culminó.
Foto del día de su boda |
Muy
joven contrae nupcias con Esther Saravia, y enseguida llegan mayores
responsabilidades y los hijos, Juan Justino y Marianela, que le obligan a
sumarse al mercado laboral, ingresando al Colegio José Pedro Varela, donde
trabaja primero como Secretario y luego es designado Presidente. Ingresa al ámbito de la radiocomunicación en 1949, CX 32 Radio Montevideo (luego
Radio Sur) y al poco tiempo es designado Gerente de la Asociación Nacional de
Broadcasters Uruguayos -ANDEBU-, cargo que mantendría hasta 1962, y al que
renuncia para asumir una banca de representante en la cámara de Diputados,
electo por el Partido Colorado de Treinta y Tres. Tras su actividad
parlamentaria, en 1968 regresa a Radio Sur donde ejerce la Dirección hasta el
año 1972. Posteriormente, durante varios años ocupa puestos de responsabilidad
en la Intendencia Municipal de Montevideo, como Director del Servicio de
Espectáculos Públicos primero, preside ahí la Unidad de Teatros Municipales, y
entre 1974 y 1980 es Director de la División Promoción de Cultura de la misma
comuna.
Recibiendo el Premio Nacional de Literatura |
Pese a
que ya en 1949 había gestado su primer trabajo literario, la obra de teatro: “Más allá de las sierras” y de numerosas publicaciones en la
revista literaria Asir, es en 1952 que edita su primer libro “Cuesta arriba”, una serie de cuentos
ambientados en el entorno rural y sus personajes comunes que tanto recordaba y
añoraba. A partir de entonces, publica los libros de cuentos cortos “De sol a sol” (1955), “Camino adentro” (1959), “Cuentos completos”
(1966), “Caminos” (1978), “Hombre-flauta y otros cuentos” (1988), “Hijos de la
noche” (1994). También es escritor de las novelas: “Juan de los desamparados”
(1961), “Rancho amargo” (1969), “Mundo chico” (1975), “Tiempos negros” (1977),
“Rumbo sur” (1980). Las crónicas evocativas “Recuerdos de Treinta y tres”
(1961), “Ratos de padre” (1968), “Lejano pago” (1970), los relatos para niños
“Buscabichos” (1971), “Gurises y pájaros” (1973), “Yunta brava” (1990), “Tata
viejo” (1999) y “De zorrillos y avestruces” (1999), y los ensayos:
“Civilización y Terrofobia” (1968), “Antología del cuento criollo del Uruguay”
(en colaboración con su hijo Juan Justino, 1979), “Antología de Juana de
Ibarbourou (en colaboración con Arturo S. Visca, 1980), además de decenas de
cuentos, colaboraciones y artículos en periódicos y revistas.
En el marco de esa constante y prolífica vocación
literaria, Julio C. da Rosa cosechó múltiples premios, entre ellos el “Bartolomé
Hidalgo”, Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura,
y el Gran Premio Municipal José Enrique Rodó de la Intendencia Municipal de
Montevideo. El premio Juan José Morosoli, en 1999,el Gran Premio a la Labor
Intelectual del M.E.C. además de múltiples primeros y segundos premios y
menciones oficiales y privadas en concursos de letras. La Universidad de
Cambridge, Inglaterra, le designó poco antes de su fallecimiento como “Personalidad
mundial de la literatura del año” otorgándole una medalla y un diploma. Pero el
más significativo, según sus propias palabras, lo constituyó el otorgamiento de
la “Guitarra Olimareña” por parte de la comuna treintaitresina. En esa
oportunidad, al recibir la presea, Da Rosa expresó, dirigiéndose a la multitud
que poblaba el entorno del Festival donde se le hizo entrega: “les aseguro que
de cuantas distinciones he recibido y que pudiese recibir como escritor,
ninguna calará más profundamente en mi alma como la de esta noche, en este
lugar del mundo, rodeado por tanta gente que quiero.”
En el año 1970, Julio C. Da Rosa, ya escritor
consagrado, es elegido para integrar la Academia Nacional de Letras como
académico de número, y años después es electo Presidente de la misma, cargo que
ejercerá hasta 1995.
Integrante por méritos propios de la famosa
“generación del 45”, la vasta obra literaria de don Julio C. da Rosa, incluye
desde el mensaje pleno de la novela cuasi costumbrista hasta el destello
esplendoroso del cuento donde desfilan los personajes del campo y de su
entrañable Treinta y Tres del Olimar, hasta la docencia innata de las enseñanzas
plasmadas en sus cuentos infantiles y las experiencias vívidas de sus novelas y
ensayos costumbristas, conforman la estructura de un mensaje predominantemente
humano, donde lo que importa es el hombre y su íntima realidad, cruda, difícil,
descarnada, ingenua, sincera y profunda.
Siendo Diputado, en festejos de Charqueada |
Enamorado de Gardel y Beethoven, del Quijote y
de Morosoli y de Tolstoy, influido por los grandes clásicos de la literatura
universal que conociera a temprana edad a instancia de su padre ávido lector,
Da Rosa fue además de un escritor sensacional, excelente observador, docente
innato, personaje ameno y carismático, un enfervorizado luchador por sus
convicciones y principios, y un hombre de bien de exquisita sensibilidad.
Su fecunda labor parlamentaria así como su
incansable participación en charlas y actividades académicas sería imposible de
detallar en tan corto espacio. No hubo escuela, emprendimiento o situación
difícil que no contara incondicionalmente con su presencia. Su solidaridad y
disposición siempre estuvieron atentas a la menor convocatoria que se le
realizara. Sin dudas, por estas y otras razones detalladas anteriormente,
podemos afirmar que hace años Treinta y Tres perdió físicamente a uno de sus
más dilectos hijos. Pero también sin dudas, será recordado por siempre en la
más entrañable historia del suelo olimareño.
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