Amaro, los de los cerros
Foto: José Gayo: en primer plano el cuadro de la tapera, al otro lado, la manguera. |
Poco más que
un enorme montón de piedras -la mayoría de gran tamaño-, algunos pedazos de
paredes que se han salvado del derrumbe protegidas y amparadas por la misma
vegetación que al invadirlas las va carcomiendo y una espectacular “manguera”
de piedra en excepcional estado de conservación, son los vestigios actuales de
lo que fuera la estancia o casa principal del enorme establecimiento propiedad
del militar brasileño Manoel Amaro da Silveira, a mediados del siglo XIX,
patriarca regional de una extensa familia, algunos de cuyos descendientes aún
transitan calles treintaitresinas.
Los restos de
lo que fuera según se puede apreciar una señorial casa de generosas
proporciones, se enclavan dentro de un guarda-patios de casi media manzana de
extensión, de 50 metros de largo por casi 30 de ancho. Así lo testimonian los
remanentes de sus paredes de piedra, situados cerca del nacimiento de la hoy
denominada “cañada del cercado”, ubicación que está registrada en el plano del
agrimensor Alfonso De Lara, del año 1881. Sin ningún lugar a dudas, es esta
familia Amaro a la que recuerda la nomenclatura departamental, en el nombre del
caserío y paraje conocido como los “Cerros de Amaro”.
El mencionado
plano de De Lara, mesurado “según operación judicial practicada en los días 1|
al 16 de febrero y partición hecha en los días 2, 3 y 4 de marzo” registró la
sucesión del matrimonio compuesto por Manoel Amaro da Silveira (filho) y su
esposa María Ignacia Barbosa, estableciendo la partición entre sus tres hijos
de un área mayor a las 17 mil hectáreas, ubicada en el entonces departamento de
Cerro Largo, y que tenía como límites de la propiedad al Oeste la Cuchilla
Grande, al sur la Cuchilla de Dionisio y el arroyo Leoncho hasta el arroyo De
la Horqueta (límite este junto a una línea desde sus nacientes hasta el Otazo);
al norte el Otazo hasta el Portela, y más al norte hasta el actual poblado de
Puntas del Parao.
Manuel Amaro
da Silveira (fihlo) era integrante de una vieja y longeva familia fronteriza,
fundadora de la localidad brasileña de Herval.
Manoel Amaro da Silveira (padre 1742-1842), de orígenes azorianos, se
casó en 1772 con María Antonia Muniz también hija de azorianos pero nacida en
San Carlos en 1757, que falleció en 1871 contando con 114 años de edad.
Tuvieron 12 hijos, entre ellos el que nos ocupa, que fue el séptimo, nacido en 1786
y fallecido en 1860.
Amaro da
Silveira (filho), según el historiador brasileño Manoel da Costa Medeiro índica
en su libro “Historia do Herval era “hombre de vida y modos aristocráticos” y
se había casado con su “riquísima y muy respetada” coterránea María Ignacia
Rodrígues Barbosa y tuvieron tres hijos: el mayor y único varón, Manuel Amaro
Barbosa, de quien el mismo historiador señala que tuvo una vida intensa en la
sociedad de Jaguarón donde desempeñó varios cargos públicos y fue uno de los
fundadores del Partido Republicano. Terminó su vida pobre en Uruguay después de
haber sido allí fuerte estanciero. La segunda hija fue María Magdalena, quien
se casó con Joaquim Augusto Vilasboas y fue la madre de la reconocida artista
de Yaguarón, Percília Vilasboas; la otra, María del Carmo (María del Carmen),
siempre según el mencionado cronista, fue una de las mujeres más famosas de su
tiempo en la sociedad de Yaguarón y con influencia hasta en el propio Palacio
Imperial capitalino. Se casó dos veces, primero con el militar Teniente
Alencastro y la segunda con el doctor Melo Rego.
Entre estos
tres hermanos, pues, se dividieron la herencia de las tierras olimareñas
mensuradas por De Lara. Magdalena quedó con el tercio este del establecimiento
mencionado, María del Carmen con la parte oeste, y el varón, Manuel con el
centro del establecimiento que incluyó la casa principal, y toda la zona
conocida hoy con su nombre. Todos ellos vendieron posteriormente sus propiedades:
las mujeres a poco tiempo de haber recibido sus parcelas.
Cabe destacar,
en este punto, que otra de las características relevantes del plano varias
veces mencionado, es que a lo largo y ancho de todo el terreno mesurado, De
Lara fue identificando casa, puestos, taperas y hasta algunos vecinos y
linderos, lo que permite descubrir la presencia ya desde entonces de apellidos
tradicionales en la zona, como por ejemplo Ubilla, Barcelo, Alcaraz, Joaquín
Pereira, Portela, Macedo, Carballeda, Meireles, Batalla, Araújo, Pimienta y
Olivera. O nombres que suenan aún en la zona: Laurindo, Elías, Clemente, Rosas,
Justino o Polidoro.
La conexión olimareña
Manuel Amaro
Barbosa, como terrateniente vecino de la zona, fue partícipe secundario y
testigo del crecimiento de la villa de los Treinta y Tres. Militar de
prestigio, alcanzó el grado de coronel del ejército de su país probando su
batalla en combate en las reiterados conflictos bélicos que en esos años
azotaban la zona fronteriza. Había nacido en Herbal en 1830.
Fue casado en
primeras nupcias con Theodora Neto, con quien tuvieron seis hijos varones: Aldano,
Manoel, Fernando, Carlos, Fabio y Aladio Santos. Una vez enviudó, ya mayor,
contrae matrimonio en nuestra ciudad con Filisbina Nerea Macedo Magallanes,
integrante de dos destacadas familias del medio: hija de Valentín Macedo y de
Natalia Magallanes, y hermana de ciudadanos tan ilustres como el escribano
Luciano Macedo, Anselmo Macedo y otros ocho hermanos.
Fuente: Dr. Sergio Silveira Canhada Arroio Grande RS |
De ellos
descienden aún Amaros radicados en la zona, tanto en la ciudad de Treinta y
Tres, como en Yaguarón, y más adentro de Brasil con seguridad. Los fuertes
comerciantes Amaro de Yaguarón, así como el reconocido Mariscal del ejército
brasileño, Leónidas Amaro Neto, fueron algunos de los más conocidos
descendientes de esta familia con parte olimareña.
De Amaro
Junior fue, además una de las últimas propiedades que quedó en la familia Amaro
del inmenso patrimonio legado por el abuelo Amaro da Silveira (filho), que es
la casa en pleno “Cerros de Amaro” donde vive Martín Machado Maitía y su
familia, y que fuera vendida por sus herederos en 1934, tras su trágica muerte.
Doble homicidio acongoja la frontera
Al igual que
sus antepasados próximos, Manuel Amaro Junior abrazó la carrera de las armas en
su país, además de haberse recibido de doctor en Medicina. Siguiendo la
tradición política de su padre, en la revolución “gaúcha” de 1923, formaba
parte de las fuerzas republicanas. Tras la paz acordada por el “Tratado das
pedras altas”, ostentaba el cargo de teniente coronel y vivía en Yaguarón,
donde fuera también delgado de policía y Comandante de la 14° Brigada Militar. Otavio Esteves, estanciero de Arroio Grande,
oficial revolucionario, acusaba a Amaro, apodado “Maneco”, de haber dirigido y
permitido saqueos en su estancia, con importantes pérdidas, durante los meses
del conflicto armado, en los que él había tenido que exiliarse en nuestro país.
Se conforma una enemistad profunda, y solo faltaba un enfrentamiento, pero no
habían nunca coincidido, hasta el invierno de 1925.
Un día de agosto, el ganadero Esteves estaba haciendo compras en Yaguarón, y “Maneco” Amaro, desde su farmacia donde trabajaba con su hijo, sale a realizar unas gestiones. Ambos, con costumbre de andar armados, y buenos tiradores, se cruzaron calle por medio, intercambiaron insultos y tiros, cayendo muerto Amaro. La noticia corrió como reguero de pólvora hasta la farmacia donde estaba atendiendo Adémar, su hijo, quien tomó un arma y salió corriendo dispuesto a vengar a su padre. Ver a Esteves a punto de entregarse a la policía que había llegado rápidamente, y gritarle que se diera vuelta que no quería matarle de espaldas, fue solo un instante. El estanciero dispara en fulminante media vuelta, hiriendo de muerte al hijo que cae en la misma calle donde yacía su padre muerto. Con las últimas fuerzas de sus jóvenes 26 años, descargó su revolver contra su oponente, hiriéndole en el pecho sin mayores consecuencias, ya que fue curado y luego preso. (Resumido de la narración del autor brasileño Joao Felix Soares Neto, en su libro "O cigarro ensangüentado e outros contos" , 2007 Editora Ponto de Vista, Pelotas, RS)
La muerte de los Amaro fue muy sentida también en nuestra ciudad, ya que la relación entre los Amaro radicados en ambos lugares, siempre había sido muy cercana.
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