lunes, 13 de abril de 2020

El “Altillo” de Iza, en la Sierra del Carmen

Estancias, pulperías, taperas: lugares de la campaña olimareña (I)






                                                     La posibilidad de relacionar la historia, datos y descubrimientos documentales y relatos o referencias orales con un lugar específico, que ubica en un lugar conocido los hechos, y máxime cuando en ese lugar se ven o existen detalles o vestigios que los confirman, es, en mi opinión, casi un multiplicador de esos duendes malignos que muchas veces nos llevan a quienes nos apasiona la historia, a discurrir diálogos, situaciones o explicaciones que si alguna vez existieron se perdieron en el tiempo, y nos aleja del verdadero propósito de la historia: relatar los hechos probados y documentados, no probables y novelados.
                                                       Es una fuerte tentación ante la que –confieso-, he caído rendido más de una vez, adjetivando  o determinando hechos y situaciones con una buena dosis de condimentos producto de la imaginación del narrador y de los duendes de que hablaba.
                                                        Esta una larga introducción, que obra a modo de disculpa anticipada, para la serie de posts que hoy inicio, referidas a viejas taperas, estancias, viviendas y pulperías, algunas casi inexistentes y otras magníficamente mantenidas a lo largo de los años, que se diseminan por la campaña olimareña, y que en los próximos números intentaré contarles sus historias sin caer en la actitud antes reseñada.
                                                         Hay muchísimas, sin dudas. Casi tantas como pobladores y personas han pasado por los campos de Treinta y Tres, y cada rancho, cada tapera, cada lugar, tienen su historia particular, su anécdota: todas forman parte de su época y albergaron personas y sentimientos reales, con vidas reales y dramas y alegrías e historias de vida reales. Pero la intención de este proyecto no es rescatar eso, sino tan solo dejar registro de hechos, familias y curiosidades que vivieron en algunos lugares que están identificados y localizados: tan solo eso.  Entre tantos lugares, hubo que elegir algunos, y el criterio que primó en la elección de cuales Integrarán esta, es el de que en cada uno de ellos sus pobladores hayan cumplido un papel relevante en la historia del departamento, de la región o del país.  Son verdaderos testimonios territoriales de historias perdidas.

 
La pulpería o “altillo” del vasco Iza


                                                           Esta tapera situada en la Sierra del Carmen, al noroeste del departamento, con que iniciamos esta serie es sin dudas, una de las más impresionantes de la campaña olimareña, tanto por su porte, como por particular arquitectura. Los restos permiten conjeturar sobre una construcción de dos pisos, con cuarto de baño interior y en el piso superior, nada habitual en la campaña del siglo XIX y el que se vislumbra claramente por los restos que permanecen de viejos azulejos y sus características ventilaciones en cruz.

                                                                   La casa y su perímetro delimitado con un cerco de piedra que se conserva semi derruido estaba constituida por un cuerpo principal construido en piedra y ladrillos, que contenía la residencia familiar y el comercio- pulpería, profesión a la que se dedicó su dueño y constructor, el vasco Iza. La casa, de techo liviano, constaba de dos niveles, el superior de piso de madera donde se encontraban las habitaciones y el inferior en el que se desarrollaba la parte comercial, con un patio interior que aún hoy tiene restos de jardines y el brocal de un aljibe de boca angosta, y en un estratégico rincón, a media altura, una garita de vigilancia desde la cual se tenía clara visibilidad del camino, y de las dos puertas de ingreso: la de la pulpería, a la derecha, y el pesado portón de hierro, a la izquierda, características que la convertían en un bastión prácticamente inexpugnable.

                                                                      La parte externa, pero aún dentro del guardapatio descripto donde aún hoy se conserva otro aljibe del tipo tradicional, de brocal ancho y alto, según testimonios encontrados, era destinado a galpones de depósito de frutos del país que se negociaban, al resguardo de caballerías y carruajes durante la noche y al eventual alojamiento de viajeros. No he encontrado constancia ni testimonios que esa casa oficiara como posta habitual de diligencias.
                                                                 El profesor Omar Moreira (1932-2017), quien era criado en la zona, en su novela histórica “Fuego Rebelde” centrada en acciones de la revolución de 1904, detalla el pasaje del protagonista por el lugar una noche, y describe algunos detalles del salón comercial: desde el patio, había que pasar un par de portones para llegar a él. Un ancho mostrador  cuyo frente era de chapas de hierro remachadas a pilares del mismo material desde donde partían gruesas rejas que se empotraban en los tirantes del techo. Grandes estanterías y ganchos con mercancías rodeaban el salón, y la única ventana que daba al exterior tenía doble reja: una empotrada en la ancha pared y otra en el marco.

                                                          José Antonio Iza, el propietario del lugar, a quien Moreira describe ya sesentón como “más bien petiso, ancho de hombros, grandes entradas en el cabello, nariz aguileña, perita cuidada”, partió joven desde su tierra natal a “hacer la América”, como tantos de sus compatriotas en las últimas décadas del siglo XIX.  De origen vasco con antepasados en Guipúzcoa, dice haber nacido en la localidad cantábrica de Castro Urdiales en 1839, cuando el párroco José Reventós celebró su matrimonio en Treinta y Tres con Natividad Nogueira Callero, de 19 años. En la correspondiente inscripción que encontramos en el libro 1 de matrimonios de la Parroquia San José Obrero de nuestra ciudad, en el folio 60, fechada el el 8 de febrero de 1863, Reventós ya indica como residencia de ambos el paraje El Carmen, seguramente en el mismo lugar donde aún hoy, más de 150 años después, se yerguen las taperas de lo que fuera su señorial casa de comercio y domicilio, como se puede apreciar en algunas de las fotografías.

                                                                La pareja Iza Nogueria, tuvo por lo menos una decena de hijos, muchos de cuyos descendientes pueblan aun hoy en la zona. También a lo largo de sus años de trabajo en la Cuchilla del Carmen, su casa fue además hogar de parientes y amigos que vinieron a este nuevo mundo desde la España natal al llamado de las oportunidades de la época, y a este respecto el caso más notorio en la zona es el del “doctor” Agustín Iza Pérez, sobrino que recibió José Antonio juntos a sus hermanos y madre, quién después fuera a su vez notable vecino de la zona de Leoncho y Cuchilla de Olmos.

                                                          Un dato valioso que he podido establecer, es que la casa permaneció habitada y conservada en su mayor parte hasta por lo menos mediados los años 30, cuando seguramente ya en manos de algunos nietos de José Antonio Iza, se arrendaba a un fuerte productor de la zona, uno de cuyos descendientes nos proporcionó la foto antigua que también acompaña esta nota. En ella se pueden ver en forma clara, la garita y a ambos lados, las fuertes puertas descriptas.

2 comentarios:

  1. Gracias por esta nota que enriquece mí investigación. Doña Natividad Nogueira Calleros era hermana de mí bisabuelo Eduardo Nogueira.
    Dr. Daniel Nogueira

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  2. Soy Iza de apellido y no estaba enterado de esta Historia, gracias por concederme el placer de conocer mas sobre mi Familia y sobre mi grandioso pueblo

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