Estancias, pulperías, taperas: lugares de la campaña olimareña (I)
La posibilidad de relacionar la historia, datos y
descubrimientos documentales y relatos o referencias orales con un lugar
específico, que ubica en un lugar conocido los hechos, y máxime cuando en ese
lugar se ven o existen detalles o vestigios que los confirman, es, en mi
opinión, casi un multiplicador de esos duendes malignos que muchas veces nos
llevan a quienes nos apasiona la historia, a discurrir diálogos, situaciones o
explicaciones que si alguna vez existieron se perdieron en el tiempo, y nos
aleja del verdadero propósito de la historia: relatar los hechos probados y
documentados, no probables y novelados.
Es una fuerte tentación ante la que –confieso-, he caído
rendido más de una vez, adjetivando o
determinando hechos y situaciones con una buena dosis de condimentos producto
de la imaginación del narrador y de los duendes de que hablaba.
Esta una larga introducción, que obra a modo de disculpa
anticipada, para la serie de posts que hoy inicio, referidas
a viejas taperas, estancias, viviendas y pulperías, algunas casi inexistentes y
otras magníficamente mantenidas a lo largo de los años, que se diseminan por la
campaña olimareña, y que en los próximos números intentaré contarles sus
historias sin caer en la actitud antes reseñada.
Hay muchísimas, sin dudas. Casi tantas como pobladores y
personas han pasado por los campos de Treinta y Tres, y cada rancho, cada
tapera, cada lugar, tienen su historia particular, su anécdota: todas forman
parte de su época y albergaron personas y sentimientos reales, con vidas reales
y dramas y alegrías e historias de vida reales. Pero la intención de este
proyecto no es rescatar eso, sino tan solo dejar registro de hechos, familias y
curiosidades que vivieron en algunos lugares que están identificados y
localizados: tan solo eso. Entre tantos
lugares, hubo que elegir algunos, y el criterio que primó en la elección de cuales
Integrarán esta, es el de que en cada uno de ellos sus pobladores hayan
cumplido un papel relevante en la historia del departamento, de la región o del
país. Son verdaderos testimonios
territoriales de historias perdidas.
La pulpería o “altillo” del vasco Iza
Esta tapera situada en la Sierra del Carmen, al noroeste del
departamento, con que iniciamos esta serie es sin dudas, una de las más
impresionantes de la campaña olimareña, tanto por su porte, como por particular
arquitectura. Los restos permiten conjeturar sobre una construcción de dos
pisos, con cuarto de baño interior y en el piso superior, nada habitual en la
campaña del siglo XIX y el que se vislumbra claramente por los restos que
permanecen de viejos azulejos y sus características ventilaciones en cruz.
La casa y su perímetro delimitado con un cerco de piedra que
se conserva semi derruido estaba constituida por un cuerpo principal construido
en piedra y ladrillos, que contenía la residencia familiar y el comercio-
pulpería, profesión a la que se dedicó su dueño y constructor, el vasco Iza. La
casa, de techo liviano, constaba de dos niveles, el superior de piso de madera
donde se encontraban las habitaciones y el inferior en el que se desarrollaba
la parte comercial, con un patio interior que aún hoy tiene restos de jardines
y el brocal de un aljibe de boca angosta, y en un estratégico rincón, a media
altura, una garita de vigilancia desde la cual se tenía clara visibilidad del
camino, y de las dos puertas de ingreso: la de la pulpería, a la derecha, y el
pesado portón de hierro, a la izquierda, características que la convertían en
un bastión prácticamente inexpugnable.
La parte externa, pero aún dentro del guardapatio descripto
donde aún hoy se conserva otro aljibe del tipo tradicional, de brocal ancho y
alto, según testimonios encontrados, era destinado a galpones de depósito de
frutos del país que se negociaban, al resguardo de caballerías y carruajes
durante la noche y al eventual alojamiento de viajeros. No he encontrado
constancia ni testimonios que esa casa oficiara como posta habitual de
diligencias.
El profesor Omar Moreira (1932-2017), quien era criado en la
zona, en su novela histórica “Fuego Rebelde” centrada en acciones de la
revolución de 1904, detalla el pasaje del protagonista por el lugar una noche,
y describe algunos detalles del salón comercial: desde el patio, había que
pasar un par de portones para llegar a él. Un ancho mostrador cuyo frente era de chapas de hierro
remachadas a pilares del mismo material desde donde partían gruesas rejas que
se empotraban en los tirantes del techo. Grandes estanterías y ganchos con
mercancías rodeaban el salón, y la única ventana que daba al exterior tenía
doble reja: una empotrada en la ancha pared y otra en el marco.
José Antonio Iza, el propietario del lugar, a quien Moreira
describe ya sesentón como “más bien petiso, ancho de hombros, grandes entradas
en el cabello, nariz aguileña, perita cuidada”, partió joven desde su tierra
natal a “hacer la América”, como tantos de sus compatriotas en las últimas
décadas del siglo XIX. De origen vasco
con antepasados en Guipúzcoa, dice haber nacido en la localidad cantábrica de
Castro Urdiales en 1839, cuando el párroco José Reventós celebró su matrimonio en
Treinta y Tres con Natividad Nogueira Callero, de 19 años. En la
correspondiente inscripción que encontramos en el libro 1 de matrimonios de la
Parroquia San José Obrero de nuestra ciudad, en el folio 60, fechada el el 8 de
febrero de 1863, Reventós ya indica como residencia de ambos el paraje El
Carmen, seguramente en el mismo lugar donde aún hoy, más de 150 años después,
se yerguen las taperas de lo que fuera su señorial casa de comercio y
domicilio, como se puede apreciar en algunas de las fotografías.
La pareja Iza Nogueria, tuvo por lo menos una decena de
hijos, muchos de cuyos descendientes pueblan aun hoy en la zona. También a lo
largo de sus años de trabajo en la Cuchilla del Carmen, su casa fue además
hogar de parientes y amigos que vinieron a este nuevo mundo desde la España
natal al llamado de las oportunidades de la época, y a este respecto el caso
más notorio en la zona es el del “doctor” Agustín Iza Pérez, sobrino que
recibió José Antonio juntos a sus hermanos y madre, quién después fuera a su
vez notable vecino de la zona de Leoncho y Cuchilla de Olmos.
Un dato valioso que he podido establecer, es que la casa
permaneció habitada y conservada en su mayor parte hasta por lo menos mediados
los años 30, cuando seguramente ya en manos de algunos nietos de José Antonio
Iza, se arrendaba a un fuerte productor de la zona, uno de cuyos descendientes
nos proporcionó la foto antigua que también acompaña esta nota. En ella se
pueden ver en forma clara, la garita y a ambos lados, las fuertes puertas
descriptas.
Gracias por esta nota que enriquece mí investigación. Doña Natividad Nogueira Calleros era hermana de mí bisabuelo Eduardo Nogueira.
ResponderEliminarDr. Daniel Nogueira
Soy Iza de apellido y no estaba enterado de esta Historia, gracias por concederme el placer de conocer mas sobre mi Familia y sobre mi grandioso pueblo
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