viernes, 24 de abril de 2020

El Artigas del Cuartel


Una estatua con historia

Publicada originalmente en la "Memoria" de la JPP de T. y Tres, en 1894

                                                           La primera escultura ecuestre que hubo en nuestra ciudad, según el completo informe del año 1895 realizado por el entonces Jefe Político de Treinta y Tres, Antonio Pan, quien ejerciera ese cargo desde abril de 1894 a febrero de 1896, fue una representación del General José Artigas en posición de mando con su espada desenvainada apuntando al cielo, que se encuentra actualmente en el Patio de Armas del cuartel de nuestra ciudad, hoy sede del Batallón de Infantería Mecanizado Nº 10.
                                                        En el mencionado informe, al comenzar un extenso inventario de los muebles y útiles de la entonces llamada Casa Departamental (el actual edificio de Jefatura de Policía), Pan destaca que: “en el espacioso vestíbulo de entrada, pavimentado de mármol, se levanta sobre pedestal imitación granito una pequeña estatua ecuestre, en bronce, del General Artigas. Parece que el autor de esta obra ha querido, y lo ha conseguido, por cierto, presentar al preclaro jefe de nuestra nacionalidad en el momento en que frente a sus huestes libertadoras, les ordenase llevar una carga decisiva al enemigo, pues se halla en brioso corcel y ostentando en la diestra la espada desnuda, con la que señala a la derecha, mientras que con su mirada se dirige a la izquierda. Los trazos de la figura son soberbios y hacen de esa estatua una hermosa obra de arte”.

                                                            Al respecto, además, se afirma en el mencionado libro que al momento de escribir el inventario, en 1894, la escultura hacía ya quizá una decena de años que estaba en esa ubicación, cuando señala que “ Desde la administración del señor Don Washington P. Bermúdez (1887-1890), se encontraba en esta Jefatura sin haberse abonado su importe, por lo cual podía considerarse aún en calidad de préstamo. Traté enseguida de adquirirla en propiedad para esta Jefatura, lo que conseguí, siéndome ofrecida primeramente en ochocientos pesos. Obtuve después que se rebajara esta propuesta a cuatrocientos pesos, cantidad nada subida teniendo en cuenta el mérito de la estatua. Por tal motivo, la compré a su propietario don Emilio Landinelli, cubriendo aquella suma con el concurso de los señores Representantes de este Departamento, que me lo prestaron generosamente para ese fin, y con fondos de esta repartición, de la forma siguiente:
Donativo del señor Diputado Dr. Antonio E. Vigil…..  $ 100

Donativo del señor Diputado Dn Carlos E. Barros …..  $   50
Donativo del señor Diputado Dn José R. Barbot ……..  $   50
Pagado con economías de la Jefatura Política ………..  $ 200

                                                          La estatua, sin la ornamentada y artística base original que se puede apreciar en la primer fotografía que acompaña estas líneas y que ha sido copiada del libro mencionado, (base que además no hemos podido saber qué pasó con ella), está, como dijimos anteriormente y se puede apreciar también en la otra fotografía que adjuntamos, en el patio del Cuartel, en un pedestal de adoquines de granito, a una altura acorde con su tamaño y en muy buen estado de conservación aunque le falta la vaina de la espada, por ejemplo, pero se conserva y se está a la espera de un especialista que vuelva a colocarla en su lugar, según me informaron fuentes castrenses. Es propiedad del ejército desde el año 1932, cuando durante el gobierno de Gabriel Terra el escribano Raúl Rodríguez Dutra, por entonces Jefe de Policía, en nombre de la Jefatura la donó al batallón con asiento en nuestra ciudad.

                                                           Aun sin seguridades en cuanto a la autoría de la hermosa escultura, algunas gestiones realizadas por el edil John Medina ante el Departamento de Estudios Históricos del Ejército a los efectos de recabar mayor conocimiento respecto a la obra y gentilmente compartidas, nos permitieron saber que está considerada “de autor desconocido”, pero que se trata de una copia de uno de los bocetos con los que el escultor uruguayo Juan Manuel Ferrari concursó en 1884 para la construcción del monumento a Artigas destinado a la Plaza Independencia de Montevideo”, no descartándose que sea de la autoría del propio bocetista.
Curiosamente, y de alguna manera confirmando ese origen de "maqueta de concurso", hay algunas otras de similar tamaño diseminadas en organismos e instituciones, como por ejemplo la que se publica en la foto siguiente, instalada en el Hall principal del Circulo Militar "General Artigas", que no se descarta sea otra de las participantes en el mismo concurso mencionado.


lunes, 13 de abril de 2020

El “Altillo” de Iza, en la Sierra del Carmen

Estancias, pulperías, taperas: lugares de la campaña olimareña (I)






                                                     La posibilidad de relacionar la historia, datos y descubrimientos documentales y relatos o referencias orales con un lugar específico, que ubica en un lugar conocido los hechos, y máxime cuando en ese lugar se ven o existen detalles o vestigios que los confirman, es, en mi opinión, casi un multiplicador de esos duendes malignos que muchas veces nos llevan a quienes nos apasiona la historia, a discurrir diálogos, situaciones o explicaciones que si alguna vez existieron se perdieron en el tiempo, y nos aleja del verdadero propósito de la historia: relatar los hechos probados y documentados, no probables y novelados.
                                                       Es una fuerte tentación ante la que –confieso-, he caído rendido más de una vez, adjetivando  o determinando hechos y situaciones con una buena dosis de condimentos producto de la imaginación del narrador y de los duendes de que hablaba.
                                                        Esta una larga introducción, que obra a modo de disculpa anticipada, para la serie de posts que hoy inicio, referidas a viejas taperas, estancias, viviendas y pulperías, algunas casi inexistentes y otras magníficamente mantenidas a lo largo de los años, que se diseminan por la campaña olimareña, y que en los próximos números intentaré contarles sus historias sin caer en la actitud antes reseñada.
                                                         Hay muchísimas, sin dudas. Casi tantas como pobladores y personas han pasado por los campos de Treinta y Tres, y cada rancho, cada tapera, cada lugar, tienen su historia particular, su anécdota: todas forman parte de su época y albergaron personas y sentimientos reales, con vidas reales y dramas y alegrías e historias de vida reales. Pero la intención de este proyecto no es rescatar eso, sino tan solo dejar registro de hechos, familias y curiosidades que vivieron en algunos lugares que están identificados y localizados: tan solo eso.  Entre tantos lugares, hubo que elegir algunos, y el criterio que primó en la elección de cuales Integrarán esta, es el de que en cada uno de ellos sus pobladores hayan cumplido un papel relevante en la historia del departamento, de la región o del país.  Son verdaderos testimonios territoriales de historias perdidas.

 
La pulpería o “altillo” del vasco Iza


                                                           Esta tapera situada en la Sierra del Carmen, al noroeste del departamento, con que iniciamos esta serie es sin dudas, una de las más impresionantes de la campaña olimareña, tanto por su porte, como por particular arquitectura. Los restos permiten conjeturar sobre una construcción de dos pisos, con cuarto de baño interior y en el piso superior, nada habitual en la campaña del siglo XIX y el que se vislumbra claramente por los restos que permanecen de viejos azulejos y sus características ventilaciones en cruz.

                                                                   La casa y su perímetro delimitado con un cerco de piedra que se conserva semi derruido estaba constituida por un cuerpo principal construido en piedra y ladrillos, que contenía la residencia familiar y el comercio- pulpería, profesión a la que se dedicó su dueño y constructor, el vasco Iza. La casa, de techo liviano, constaba de dos niveles, el superior de piso de madera donde se encontraban las habitaciones y el inferior en el que se desarrollaba la parte comercial, con un patio interior que aún hoy tiene restos de jardines y el brocal de un aljibe de boca angosta, y en un estratégico rincón, a media altura, una garita de vigilancia desde la cual se tenía clara visibilidad del camino, y de las dos puertas de ingreso: la de la pulpería, a la derecha, y el pesado portón de hierro, a la izquierda, características que la convertían en un bastión prácticamente inexpugnable.

                                                                      La parte externa, pero aún dentro del guardapatio descripto donde aún hoy se conserva otro aljibe del tipo tradicional, de brocal ancho y alto, según testimonios encontrados, era destinado a galpones de depósito de frutos del país que se negociaban, al resguardo de caballerías y carruajes durante la noche y al eventual alojamiento de viajeros. No he encontrado constancia ni testimonios que esa casa oficiara como posta habitual de diligencias.
                                                                 El profesor Omar Moreira (1932-2017), quien era criado en la zona, en su novela histórica “Fuego Rebelde” centrada en acciones de la revolución de 1904, detalla el pasaje del protagonista por el lugar una noche, y describe algunos detalles del salón comercial: desde el patio, había que pasar un par de portones para llegar a él. Un ancho mostrador  cuyo frente era de chapas de hierro remachadas a pilares del mismo material desde donde partían gruesas rejas que se empotraban en los tirantes del techo. Grandes estanterías y ganchos con mercancías rodeaban el salón, y la única ventana que daba al exterior tenía doble reja: una empotrada en la ancha pared y otra en el marco.

                                                          José Antonio Iza, el propietario del lugar, a quien Moreira describe ya sesentón como “más bien petiso, ancho de hombros, grandes entradas en el cabello, nariz aguileña, perita cuidada”, partió joven desde su tierra natal a “hacer la América”, como tantos de sus compatriotas en las últimas décadas del siglo XIX.  De origen vasco con antepasados en Guipúzcoa, dice haber nacido en la localidad cantábrica de Castro Urdiales en 1839, cuando el párroco José Reventós celebró su matrimonio en Treinta y Tres con Natividad Nogueira Callero, de 19 años. En la correspondiente inscripción que encontramos en el libro 1 de matrimonios de la Parroquia San José Obrero de nuestra ciudad, en el folio 60, fechada el el 8 de febrero de 1863, Reventós ya indica como residencia de ambos el paraje El Carmen, seguramente en el mismo lugar donde aún hoy, más de 150 años después, se yerguen las taperas de lo que fuera su señorial casa de comercio y domicilio, como se puede apreciar en algunas de las fotografías.

                                                                La pareja Iza Nogueria, tuvo por lo menos una decena de hijos, muchos de cuyos descendientes pueblan aun hoy en la zona. También a lo largo de sus años de trabajo en la Cuchilla del Carmen, su casa fue además hogar de parientes y amigos que vinieron a este nuevo mundo desde la España natal al llamado de las oportunidades de la época, y a este respecto el caso más notorio en la zona es el del “doctor” Agustín Iza Pérez, sobrino que recibió José Antonio juntos a sus hermanos y madre, quién después fuera a su vez notable vecino de la zona de Leoncho y Cuchilla de Olmos.

                                                          Un dato valioso que he podido establecer, es que la casa permaneció habitada y conservada en su mayor parte hasta por lo menos mediados los años 30, cuando seguramente ya en manos de algunos nietos de José Antonio Iza, se arrendaba a un fuerte productor de la zona, uno de cuyos descendientes nos proporcionó la foto antigua que también acompaña esta nota. En ella se pueden ver en forma clara, la garita y a ambos lados, las fuertes puertas descriptas.

miércoles, 8 de abril de 2020

Albores de Treinta y Tres


La creación del departamento, sus primeras divisiones seccionales y las nuevas autoridades




                                                    Como es sabido, el 20 de setiembre de 1884, el entonces Presidente de la República General Máximo Santos, cumpliendo una perseguida aspiración de lugareños encabezados por Lucas Urrutia, firmó el decreto de creación del Departamento de Treinta y Tres, tomando tierras de los vecinos departamentos de Lavalleja (entonces Minas) y Cerro Largo, y designando a nuestra ciudad como su capital.
                                                   En el artículo primero del mencionado decreto, se establecen los límites departamentales: 
AL NORTE el Arroyo Parao desde sus nacientes hasta el límite exterior del llamado “rincón de Ramírez”; desde dicho límite hasta el Río Tacuarí; este río aguas abajo hasta su desembocadura en la Laguna Merín.
Urrutia, precursor del departamento
AL ESTE. La ribera de la Laguna Merín desde la barra del Tacuarí hasta la barra del río Cebollatí, y siguiendo el curso de este río aguas arriba hasta la barra del Arroyo Corrales.AL SUR: el Arroyo Corrales desde su barra con el río Cebollatí hasta sus nacientes, un rumbo desde dichas nacientes hasta la barra del Arroyo Averías en el río Olimar Chico, y desde dicha barra de Averías, siguiendo el mismo Olimar Chico hasta sus nacientes en la Cuchilla Grande.AL OESTE: la Cuchilla Grande en toda su extensión desde las nacientes del Olimar Chico hasta las nacientes del Arroyo Parao.
                                                     En el artículo segundo, establece una contribución especial de los pobladores del nuevo departamento por el espacio de 3 años para solventar los gastos de instalación, y el tercero establece la obligatoriedad del nuevo departamento de contar en las elecciones con dos Representantes Nacionales y sus respectivos suplentes.

División administrativa



                                                         A los necesarios efectos de delimitar espacios para una mejor atención de los asuntos policiales y administrativos, algunos días después, el 18 de octubre, el Poder Ejecutivo decreta la subdivisión departamental del territorio de Treinta y Tres que es fraccionado en siete seccionales policiales y judiciales. Cabe aclarar en este punto que a pesar que en esa época éstas era coincidentes, se han practicado a lo largo del tiempo hasta hoy varias modificaciones en ellas, lo que supone que hoy nuestro departamento cuente con diez seccionales policiales (hasta hace poco eran once) y tan solo ocho seccionales judiciales.
                                                          El detalle de los límites seccionales que transcribimos a continuación, publicados en el libro de Compilación de Leyes y Decretos correspondiente al año 1884, nos permite no solo visualizar  la diferente estructura de la caminería de la época (recuérdese que no existían en su trazado actual la mayoría de rutas nacionales (ni la 8, 98, 17, 18 y 19, por ejemplo),y también intuir las diferencias con la actualidad en el comportamiento poblacional e importancia relativa de las diferentes zonas, habida cuenta que prácticamente la capital era la única localidad de todo el vasto territorio departamental.

Límites de las seccionales departamentales en 1884


Mapa publicado en la Memoria de la Jefatura Política de Treinta y Tres en el año 1894

1º Sección - Treinta y Tres

Límite Norte: El camino que pasa inmediato a la estancia vieja de Lago, va al Paso de Quintana en el Yerbal y su prolongación hasta encontrar la Cuchilla de Dionisio en las puntas de Corrales del Parado. Este: La Cuchilla de Dionisio  hasta las nacientes el arroyo de los Ceibos, y este arroyo hasta su confluencia en Olimar. Sud: El río Olimar hasta la cuchilla del Avestruz. Oeste: la cuchilla del Avestruz hasta donde se atraviesa el camino determinado como límite norte.

2ª Sección – Cebollatí

Norte: El arroyo de Leoncho desde sus nacientes en la Cuchilla de Dionisio hasta su confluencia en el arroyo del Parado. Este: El arroyo del Parado desde la barra de Leoncho hasta su barra en Cebollatí, y este río desde la barra del Parado hasta la barra de Olimar. Sud: El río Olimar desde su barra en Cebollatí hasta la barra del arroyo Ceibos, y este arroyo hasta sus puntas en la Cuchilla de Dionisio. Oeste: La Cuchilla de Dionisio desde las puntas del arroyo Ceibos hasta las puntas de Leoncho.

3ª Sección – Tacuarí

Norte: El río Tacuarí desde el límite llamado “Rincón de Ramírez” hasta su barra en la laguna Merín. Este: La laguna Merín desde su barra del Tacuarí hasta la barra del río Cebollatí. Sud: El río Cebollatí desde su barra en la laguna hasta la barra del Parado. Oeste: el arroyo del Parado desde su barra en Cebollatí hasta encontrar el límite exterior del Rincón de Ramírez y siguiendo por dicho límite exterior hasta el río Tacuarí.

4ª Sección - Parado

Norte y Este: El arroyo Parado desde sus nacientes en la cuchilla Grande hasta la barra de Leoncho. Sud: El arroyo Leoncho desde su barra en Parado hasta sus nacientes en la cuchilla de Dionisio y esta cuchilla hasta encontrar en las puntas del arroyo Corrales el camino que por la estancia de los Castro va al paso real de Quintana en el Yerbal, y este camino hasta el Paso de Quintana. Sud-Oeste y Oeste: el arroyo Yerbal desde el paso de Quintana hasta sus nacientes en la Cuchilla Grande, y la Cuchilla Grande desde las puntas del Yerbal hasta las del Parado.

5ª Sección – Avestruz

Norte: el arroyo del Yerbal desde el paso de Quintana hasta sus nacientes en la cuchilla Grande. Sud-Este: El camino que pasa por el paso de Quintana hasta su empalme con la cuchilla del Avestruz y esta cuchilla hasta el río Olimar. Sud: El río Olimar desde la barra del Yerbal hasta sus nacientes en la cuchilla Grande. Oeste: La cuchilla Grande desde las puntas del río Olimar hasta las puntas del Yerbal.

6ª Sección – Olimar

Norte y Este: El río Olimar desde sus nacientes en la cuchilla Grande hasta la barra de Olimar Chico. Sud: Olimar Chico desde su barra en Olimar grande hasta sus puntas. Oeste: La cuchilla Grande desde las puntas del Olimar Chico hasta las puntas del Olimar Grande.

7ª Sección – Corrales

Norte: El río Olimar desde su barra en Cebollatí hasta la barra de Olimar Chico, y éste arroyo desde su barra hasta la barra de Averías o Sauce. Este: El río Cebollatí desde la barra del Olimar hasta la barra de Corrales. Sud: el arroyo de Corrales desde su barra en Cebollatí hasta sus nacientes. Oeste: una línea recta que va desde las puntas del arroyo Corrales hasta la barra del arroyo Averías o Sauce en Olimar Chico.

Las autoridades del nuevo departamento


                                                   Al tiempo de la fundación, según el libro del Presupuesto Nacional para ese período que se conserva en el acervo de la Jefatura de Policía de Treinta y Tres  y al que tuvimos acceso gracias a los buenos oficios y el esfuerzo mancomunado en la búsqueda de material del comando y personal encabezado por el Jefe de Policía Inspector Víctor Sánchez, el departamento contaba con un personal público, que entre jefes y subordinados superaba los dos centenares de personas.



                                                  Según el mencionado libro, en el ámbito policial, era donde revistaban la mayoría, según el siguiente detalle:
                                                  Un Jefe Político y de Policía –que lo fue el Coronel Manuel M. Rodríguez-, un Oficial 1º, un Oficial 2º, un Comisario de órdenes e Inspector de Policía, un Auxiliar, un Alcaide Escribiente, un Médico de Policía y un Portero, en Jefatura, totalizando 8 plazas.
                                                   En lo que tiene que ver con el personal de las seccionales, se establece que existían dos Sub Delegados, seis Comisarios de seccional, un Comisario Volante, tres Escribientes, nueve Vigilantes de 1º, once Vigilantes de 2º y noventa y cinco guardiaciviles, o sea que en total se empleaban 127 personas.
Primeras autoridades departamentales
                                                    En el área administrativa del departamento, la recientemente creada “Junta Económica Administrativa”, (de carácter honorario presidida por Pedro Aguiar),  heredó los cargos rentados de la anterior Comisión Auxiliar que le rendía cuentas a Melo, a saber: un secretario, un escribiente, un Inspector de Salubridad, un portero, un jardinero, y un sepulturero.
                                                       En lo que tiene que ver con la Educación Pública, cuyo Inspector Departamental fue Saturnino Roldán, el Presupuesto de Gastos indica los siguientes cargos, además del nombrado Roldán: un Secretario/Tesorero, un maestro de 2º grado, una maestra de 2º grado, un ayudante para la escuela de varones y una ayudante para la escuela de niñas, en lo que tiene que ver con la capital, mientras que en el área rural, se crean seis cargos de escuelas rurales, entre ellas para las ya establecidas en Isla Patrulla, Yerbalito y Cuchilla de Dionisio , y cuatro cargos apartes para “maestros de frontera”
                                                         Por último, en el plano impositivo, se nombra un Administrador de Rentas – que fue el Capitán Alejandro G. González-, a quien acompañarían tres auxiliares.
                                                         Por su parte, en el plano del Poder Judicial a pesar de que como poder independiente no figura en ese entonces el Presupuesto de Gastos del Estado, el Juez Letrado era el Dr. Pedro Garzón, ocupando la actuaría el escribano Indalecio Rodríguez y Rocha.