El ojo avizor de un policía del 900
Eran, como ya lo hemos
repetido varias veces, tiempos difíciles para la campaña de la zona este, a
pesar que se había logrado erradicar la mayoría de las grandes bandas de
matreros criollos o de origen brasileño que asolaron la zona rural de nuestro
país en la segunda mitad del siglo XIX.
Al fines de ese período,
con un cuerpo policial más numeroso y profesionalizado, la campaña más poblada
y los campos alambrados, el avance en las comunicaciones (telégrafo, teléfonos
y caminos más definidos) se estaban logrando fuertes avances en el siempre
preocupante tema de la seguridad de personas y bienes, sobre todo en la campaña
olimareña.
Y si bien no se evitaban
por prevención todos los hechos delictivos, ni se solucionaban descubriendo los
culpables tampoco todos los cometidos en las soledades rurales, hay en la
crónica policial de esa época muchos casos donde la pericia de los encargados
del orden o su persistencia y dedicación, lograban victorias significativas
ante los malvivientes.
Ese es el caso, por
ejemplo, de un gran robo acontecido en la pulpería de Fernández, en la zona
lindera de nuestro departamento del otro lado del Tacuarí, que según lo
denunciado por su propietario a las autoridades del vecino departamento de
Cerro Largo, una banda compuesta de una decena de malhechores liderados por
alguien que llamaban “Capitán”, había asaltado su comercio llevándose algo de
dinero y mucha mercadería nueva, mayoritariamente ropa y artículos de cuero y
marroquinería.
Estancia principio de siglo, tomada de internet |
La siguiente carta, firmada
por el oficial a cargo de la Jefatura de Treinta y Tres y dirigida al Ministro
de Gobierno, en julio de 1893, a pesar que claramente intenta arrogarse el
mérito del descubrimiento inicial, es un inmejorable ejemplo de las acciones
llevadas a cabo en la resolución del hecho, que comienza al revés de lo
habitual, o sea, con un policía descubriendo a un malviviente guardando
subrepticiamente un cargamento sospechoso en su casa, y siguiendo un hilo
conductor, con persecución y tiros incluidos, para terminar llegando a la
conclusión del caso.
Treinta y Tres, Julio 10
de 1893
Exmo. Señor Ministro de Gobierno
Ciudadano Dn. Francisco Bauzá
Me es grato hacer conocer
de VE el resultado de una pesquiza iniciada por esta Gefatura, pesquiza que
puso al que suscribe en conocimiento de un asalto y saqueo llevado a cabo en la
casa de comercio de Dn. Antonio Fernández vecino del Cerro Largo (Tacuarí) el
11 de junio ppdo y la captura de dos de los autores del hecho como también el
encuentro de la mayor parte de las mercaderías robadas.
El 15 de junio pasado
tuve conocimiento que hacía tres o cuatro días había sido visto Leopoldo
Almeida y otro individuo llegar a casa del primero como a la una de la
madrugada y bajar de los caballos uno o dos bultos que introdujo sigilosamente.
Conocidos como son los
pésimos antecedentes de Leopoldo
Almeida, ordené inmediatamente un registro y obtuve como resultado el hallar
una cantidad de piezas de ropa completamente nueva –como ser bombachas,
chalecos, camisas, piezas, etc, etc.
La mujer que vive en
compañía de Almeida interrogada por la procedencia de aquella ropa, manifestó
que unos desconocidos la habían arrojado adentro de su casa y que ignora
quienes fueron.
Las sospechas de robo que
desde un primer momento tuve se confirmaron con aquella declaración, y procedí
a hacer depositar en poder de uno de los testigos del registro las piezas todas
encontradas hasta tanto Leopoldo Almeida, dueño de casa que había desaparecido,
justificara la propiedad si es que en realidad existía.
Vigilada la casa
registrada, el Guardia Civil de facción notó al anochecer que Leopoldo Almeida
aparecía a caballo y acto continuo le hizo saber que tenía orden de presentarlo
a la comisaría por una indagación que requería la presencia suya. Oírlo,
emprender la fuga Almeida y dispararle varios balazos al Guardia Civil, fue
obra de un instante; otro tanto hacía después con el oficial de esta Policía
Atanasio Pellejero que recorría también aquellas inmediaciones y que acudía a
las detonaciones primeras. Perseguido Almeida de cerca por Pellejero y
cambiándose balas sin cesar, logró escapar debido a la oscuridad de la noche y
proximidades del monte, no sin dejar en
poder de Pellejero el caballo (que rodo) ensillado y herido, poncho, sombrero y
un abrigo.
Al día siguiente
sospechando quien pudiera ser el
compañero de Almeida cuando bajaron los bultos, ordené también un registro en
su casa y encontróse otra cantidad de piezas de ropa nueva. La mujer de Adrián
Sotelo (nombre del sospechado) manifestó que aquello lo había traído su marido
unos días antes y que ignoraba la procedencia, agregando que no sabía donde se
hallaba Sotelo.
Depositado en la Gefatura
el nuevo hallazgo, dicté sin perder tiempo orden de detención contra Leopoldo Almeida y Adrián Sotelo, pues
no me quedaba ya duda que se trataba de un robo, aún cuando ninguna denuncia
tenía al respecto y constándome que en este Departamento nada había sucedido.
Hecho esto tomé medidas
para saber si en alguno de los Departamentos linderos se había efectuado el
robo y efectivamente sabía dos días después por la Gefatura Política y de Policía
de Melo que la casa de comercio de Don Antonio Fernández situada en Tacuarí
había sido asaltada y saqueada por diez individuos de los cuales uno era
llamado “Capitán”; no se tenían más datos del hecho.
En conocimiento ya de lo
sucedido, pasé todos los antecedentes al Juzgado Letrado Departamental y ordené
que el oficial Pellejero con cinco Guardia Civiles se pusiera en marcha para la
7ª sección y a ocho leguas más o menos de esta Villa donde según noticias
adquiridas había sido visto Leopoldo Almeida con Adrián Sotelo y otro compañero
Pedro Denis (hijo) huyendo. En efecto, procediendo con toda cautela, eran
encontrados esos individuos tres días después y cuando no lo esperaban
probablemente, pues el silencio de la salida de la comisión había sido
completo.
Entre la Policía y
matreros hubo un verdadero tiroteo; la persecución dio por resultado la captura
de Adrián Sotelo y huida de los otros
dos debido al mal estado de los caballos de la Policía que llevaban ya tres
días de marcha.
Una vez Sotelo en la
cárcel, díjome que Pedro Denis (hijo) era únicamente sabedor del asalto, y dióme
noticias de tres sujetos más que tenían su participación en el saqueo: esa
misma madrugada salía nuevamente el comisario Atanasio Pellejero con el mismo
Sotelo de baqueano para trasladarse a la 2ª sección y capturar a Hilario Alza,
Seferino Mendoza y Juan Alvarez (hijo). Fue hallado solamente Hilario Alza que
en esos momentos se preparaba para huir y emprender también la vida de cuatrero
que desde un principio adoptaron Mendoza y Alvarez. Alza hizo entrega de una nueva
cantidad de piezas de ropa que tenía ocultas.
En una palabra, Exmo.
Señor, Sotelo y Alza han confesado por completo el delito cometido y están
contestes en que fueron cinco únicamente los asaltantes (y no diez) y que son
los nombrados ya, como que era a Leopoldo Almeida a quien llamaban “Capitán”.
Habiendo el señor Juez
Letrado Departamental pasado los antecedentes todos del hecho al de igual
categoría en Cerro Largo, punto donde se realizó el asalto y saqueo, esta
Gefatura con fecha siete del corriente remitió también con igual destino a los
presos con todas las mercaderías robadas y declaración por escrito de Sotelo y
Alza confesándose autores del crimen de referencia en unión de Almeida, Mendoza
y Alvarez; van también las filiaciones de los que aun falta capturar.
Es cuanto deseaba llevar
a conocimiento de VE a quien saludo con mi más distinguida consideración:
C. Pereyra – Oficial E.d.D.
* La imagen de portada es de Castells Capurro, tomada de internet
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