Algunos comerciantes de otras épocas
La Crisis del 29 o mejor conocida como
“La Gran Depresión” fue la más devastadora caída del mercado de valores en la
historia de la Bolsa en Estados Unidos, ocurrida desde octubre de 1929 y que
cayendo estrepitosamente durante más de un mes, fue tomando alcance global
paulatinamente, con secuelas de muy larga duración que precipitaron la
expansión del pánico al mundo entero y el comienzo de consecuencias sin
precedentes y de largo plazo para la economía mundial.
Nuestro país no fue ajeno a las
consecuencias del desplome mundial de las economías, fundamentalmente de la de
Estados Unidos, país que hacía pocos años se había convertido en uno de los
principales importadores de nuestros productos. El Uruguay de esos años planteó
desde el estado una serie de reformas tendientes, y la sociedad en su conjunto, además, estimó
preciso el momento para crear alianzas comerciales que potenciaran y
salvaguardaran en lo posible las pequeñas economías locales. Fueron tiempos de
la creación de decenas de ligas comerciales y centros de comerciantes a lo
largo y ancho del país, y en nuestra ciudad, el momento llegó a mediados de los
años 30, contando con el apoyo de la gran mayoría de los comerciantes
instalados en el medio.
En efecto, tal como se puede apreciar en
el acta de fundación del Centro Comercial e Industrial de Treinta y Tres, a
instancias de José M. Vázquez, Alfredo Amil, Ramón G. Martínez se realizó una
convocatoria abierta de comerciantes e industriales del medio, para llevar a
cabo una reunión que a la postre fue multitudinaria y exitosa, planteando la
idea y la necesidad de unir esfuerzos en aras del bien común, en la defensa de
los intereses del comercio local.
Fueron más de ciento veinte personas y
empresas quienes dieron su aprobación y su dinero para la conformación del
mencionado centro que aún hoy continúa en plena vigencia en nuestro medio,
estando su primer comisión provisoria integrada por los señores Pedro J.
Antiga, Luciano D’Alto, Ramón G. Martínez, Angel Larrosa, Alfredo Amil, Antonio
R. Batista, José M. Suárez y Nicolás Zabalegui, entre otros.
Rápidamente, con una dirigencia comprometida
y progresista, se fueron sumando logros y conquistas para el emprendimiento, en
el que fue punto cúspide la rápida consecución de la personería jurídica, lo
que permitió afianzarse elevando una voz potente en beneficio de la sociedad
olimareña en su conjunto a través de los tiempos, superando crisis y bonanzas
para llegar, aun pujantes, a sus más de 85 años de existencia.
En oportunidad de cumplirse el décimo
segundo aniversario de su vida institucional, el Centro Comercial publicó en el
años 1943 una serie de revistas denominadas “Comercio”, en las cuales se
incluyó, además de temas de actualidad de entonces, una reseña de los
principales comerciantes que impulsaron la labor del centro.
A modo de ejemplo, transcribimos en estas
páginas, a continuación, junto a las fotografías de cada uno de ellos, algunas
de las reseñas mencionadas; en los próximos días, agregaremos otras reseñas de prohombres que continuaron la tarea de la institución en los años siguientes
Agustín Araújo
En el año 1890 llegaba a Treinta y Tres don Agustín Araújo luego
de una corta actuación comercial en Tacuarembó. Su espíritu dinámico, su
extraordinaria capacidad de trabajo, bien pronto dieron sus frutos y su casa
comercial fue uno de los más fuertes puntales del comercio de la época. Por
aquel entonces se usaban las medidas antiguas y correspondió a don Agustín la
implantación en nuestro medio del sistema métrico decimal. Ni que decir que
esta iniciativa produjo revuelo y le permitió obtener mayor clientela. A su
lado se formó otro hombre excepcional que con el correr de los años habría de
sucederle: don Rodolfo R. Ramos. Si bien aquí no formó su hogar, fueron de esta
tierra olimareña sus primeros hijos. Fue un valor destacado en las actividades
de distintos órdenes en la vida comarcana de aquel tiempo. Aun se recuerdan
muchas de sus interesantes iniciativas para el progreso de Treinta y Tres. Por
su espíritu caballeresco y por su natural hombría de bien, vivía siempre
rodeado de una natural aureola de grandes simpatías.
Antonio R. Batista
Fue un hombre de trabajo en la más alta
acepción del vocablo. Porque en rigos de verdad, eso es nuestro buen amigo
Batista, prestigioso comerciante de prestigios realmente adquiridos. Don
Antonio es un exponente de lo que puede ser la voluntad puesta al servicio de
una idea. Desde abajo, luchando a brazo partido contra los vaivenes de la
suerte, sin otra ayuda que su propio espíritu de lucha, ha ido escalando poco a
poco posiciones hasta adquirir la que actualmente disfruta, rodeado por la
estimación de todos. Eso es Batista y puede ostentarlo con orgullo, por que
hombres de su temple, de su hombría de bien, no son comunes en esta época. Hijo
de Treinta y Tres, todo lo que es se lo debe a Treinta y Tres y le ha devuelto
con creces los favores recibidos, siendo factor destacado en todas las obras de
nuestro progreso y de nuestro mejoramiento. Los que sabemos de su singular
modestia, estas líneas han de provocar los latigazos de su ira. Que nos
perdone, en honor a la verdad.
Don Braulio Tanco
Como muchos españoles que a nuestras
playas llegaron vino don Tanco a formar su vida. Español por su origen fue muy
pronto uruguayo por su corazón. Cuando Treinta y Tres recién empezaba a dar sus
primeros pasos hacia su bienestar, don Braulio se inició a la vida comercial.
Fue trabajador y fue honesto. Construyó con su espíritu abierto a todas las
iniciativas que entrañan un bien general, a la prosperidad de esta tierra
olimareña que le contó entre los mejores forjadores de su grande, y que en
retribución le brindó la tibieza de un nido y las supremas alegrías de los
hijos. Fue un hombre eminentemente bueno. Supo ser generoso y cordial. El
comercio de ayer lo contó entre sus grandes propulsores; el de hoy, lo recuerda
con cariñosa veneración.
Don Evaristo Zabalo
Cuando Treinta y Tres iniciaba sus
primeros pasos hacia su progreso y hacia su engrandecimiento, llegaba a estas
tierras don Evaristo Zabalo. Fue, pues, testigo de sus ansias de mejoramiento y
luego colaborador entusiasta de su bienestar. Como muchos que hasta aquí
llegaron, traía en sus maletas un montón de esperanzas y muchos deseos de
realizar el bien. Sus primeras armas en el comercio las hizo en el comercio de
Hontou. Luego su capacidad de trabajo le abrió caminos, fue escalando
posiciones poco a poco hasta llegar a ser un factor preponderante en el
comercio de la época. Su espíritu luchador le llevó a colaborar eficazmente en
las distintas etapas de nuestro progreso. Aquí formó su hogar. Junto a él se
formaron muchos de nuestros principales hombres de trabajo. De su vida ya
extinguida, nos queda el recuerdo de su acción batalladora, de su hombría de
bien y de su honradez acrisolada.
José María Suárez
Suárez fue una figura excepcional de
nuestro comercio de ayer. José María Suárez, espíritu culto, extremadamente
bondadoso, luchador de vigorosa fibra fue en su época, no tan lejana aún, uno de los grandes valores del comercio
ido. A fuerza de sacrificios, de permanente contracción a sus obligaciones, fue
escalando posiciones paulatinamente hasta conseguir que su casa comercial fuera
en sus tiempos uno de los más fuertes puntales del comercio treintaitresino.
Hombre templado en la lucha no podía circunscribir su acción a la vida
comercial, y de ahí que le viéramos actuar en cuánta comisión surgiera para luchar
por el progreso comarcano. Hoy nos queda de su figura vigorosa el dulce
recuerdo que dejan los hombre de bien. Recuerdo que es estímulo para los que
estamos en esta lucha. Recuerdo que es ejemplo para los que han de venir. Con
emoción recordamos al compañero caído. Fue bueno y fue noble. Todo un
caballero.
Nicolás Zabalegui
Nuestro particular amigo Nicolás es un
auténtico ejemplar de su raza. Vigoroso, cordial y honesto es en rigor de
verdad un perfecto vasco. Siendo muy
joven arribó a nuestros lares trayendo en sus valijas un montón de esperanzas.
Ha trabajado mucho, haciendo de lo que fuera una modesta carpintería un
establecimiento que hace honor a nuestra vida comercial de hoy, y ello ha sido
posible gracias a una capacidad admirable y a un deseo bien claro de evidente
superación.
Nada de lo nuestro le ha sido
indiferente. Ha colaborado eficazmente en todos los órdenes de nuestro
progreso. Como pocos de los que acá vienen, ha sabido identificarse con
nuestras inquietudes de mejoramiento. Ha sido y es un factor preponderante en
el desenvolvimiento de los deportes, a los que también ha consagrado sus
mejores energías. Porque eso Treinta y Tres, que nunca olvida a los que pasan
por su vida haciendo el bien, le dio una compañera para que fuera estímulo en
las luchas del trabajo y las supremas alegrías de los hijos para que echara muy
hondo sus raíces en esta tranquila tierra olimareña.
Pedro J. Antiga
Don Pedro J. Antiga es un alto exponente de la vida comercial del
hoy, y es también un pedazo de la tradición de nuesta vida comercial de ayer.
Su vida ha sido una ofrenda permanente al trabajo. Dotado de un extraordinario
dinamismo no hay oobra que signifique un progreso para Treinta y Tres que no
lleve el sello de su acción. No es nuestro, pero es como si lo fuera. Aquí echó
raíces. Treinta y Tres como a muchos le ofreció la tibieza de un nido y le
acunó los hijos. Por eso es nuestro. Hombre extremadamente bondadoso, sabe
aplicar la virtud de practicar el bien sin mirar a quien. Antiga es de los
hombres que dejan a su paso el reguero de naturales simpatías. En el Centro
Comercial, su acción ha sido fecunda. Muchas de sus iniciativas a él le
petenecen, por lo cual esta nota entraña un alto principio de justicia.
Ramón G. Martínez
Don Ramón Martínez, hoy alejado de las actividades comerciales
activas, es un alto exponente y ejemplo del comercio de hoy y ayer. Espçiritu
generoso, amigo cordial, corazón templado para la lucha, Martínez tiene ganado
un lugar preferente en el corazón de todo Treinta y Tres. Aquí trabajó sin
darle tregua al tiempo. Aquí formó su hogar y aquí se sintieron los primeros
llantos de sus hijos. Es por tanto su valor enteramente nuestro. Aún se
recuerda con asombro para la época en que actuó aquella magnífica casa
comercial que en compañía de sus hermanos instalaron, dándole al comercio de
entonces otra fisonomía. Como muchos, Martínez no fue profeta en su tierra y
tuvo que abandonar la lucha con la bolsa vacía pero con la frente alta como lo
hacen los hombre de bien, como los que tienen un concepto cabal de la honradez
y hombría de bien. Actuó en todos los planos en que fue necesario su concurso
para el bien de su pueblo, fue un luchador incansable por Treinta y Tres. Hasta
su retiro montevideano lleguen estas líneas en homenaje a un gran ciudadano.
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