miércoles, 22 de febrero de 2017

Fundadores del Centro Comercial

Algunos comerciantes de otras épocas 


                                La Crisis del 29 o mejor conocida como “La Gran Depresión” fue la más devastadora caída del mercado de valores en la historia de la Bolsa en Estados Unidos, ocurrida desde octubre de 1929 y que cayendo estrepitosamente durante más de un mes, fue tomando alcance global paulatinamente, con secuelas de muy larga duración que precipitaron la expansión del pánico al mundo entero y el comienzo de consecuencias sin precedentes y de largo plazo para la economía mundial.
                             Nuestro país no fue ajeno a las consecuencias del desplome mundial de las economías, fundamentalmente de la de Estados Unidos, país que hacía pocos años se había convertido en uno de los principales importadores de nuestros productos. El Uruguay de esos años planteó desde el estado una serie de reformas tendientes, y la  sociedad en su conjunto, además, estimó preciso el momento para crear alianzas comerciales que potenciaran y salvaguardaran en lo posible las pequeñas economías locales. Fueron tiempos de la creación de decenas de ligas comerciales y centros de comerciantes a lo largo y ancho del país, y en nuestra ciudad, el momento llegó a mediados de los años 30, contando con el apoyo de la gran mayoría de los comerciantes instalados en el medio.
                            En efecto, tal como se puede apreciar en el acta de fundación del Centro Comercial e Industrial de Treinta y Tres, a instancias de José M. Vázquez, Alfredo Amil, Ramón G. Martínez se realizó una convocatoria abierta de comerciantes e industriales del medio, para llevar a cabo una reunión que a la postre fue multitudinaria y exitosa, planteando la idea y la necesidad de unir esfuerzos en aras del bien común, en la defensa de los intereses del comercio local.
                               Fueron más de ciento veinte personas y empresas quienes dieron su aprobación y su dinero para la conformación del mencionado centro que aún hoy continúa en plena vigencia en nuestro medio, estando su primer comisión provisoria integrada por los señores Pedro J. Antiga, Luciano D’Alto, Ramón G. Martínez, Angel Larrosa, Alfredo Amil, Antonio R. Batista, José M. Suárez y Nicolás Zabalegui, entre otros.
                                 Rápidamente, con una dirigencia comprometida y progresista, se fueron sumando logros y conquistas para el emprendimiento, en el que fue punto cúspide la rápida consecución de la personería jurídica, lo que permitió afianzarse elevando una voz potente en beneficio de la sociedad olimareña en su conjunto a través de los tiempos, superando crisis y bonanzas para llegar, aun pujantes, a sus más de 85 años de existencia.
                                En oportunidad de cumplirse el décimo segundo aniversario de su vida institucional, el Centro Comercial publicó en el años 1943 una serie de revistas denominadas “Comercio”, en las cuales se incluyó, además de temas de actualidad de entonces, una reseña de los principales comerciantes que impulsaron la labor del centro.
                                 A modo de ejemplo, transcribimos en estas páginas, a continuación, junto a las fotografías de cada uno de ellos, algunas de las reseñas mencionadas; en los próximos días, agregaremos otras reseñas de prohombres que continuaron la tarea de la institución en los años siguientes




Agustín Araújo
En el año 1890 llegaba a Treinta y Tres don Agustín Araújo luego de una corta actuación comercial en Tacuarembó. Su espíritu dinámico, su extraordinaria capacidad de trabajo, bien pronto dieron sus frutos y su casa comercial fue uno de los más fuertes puntales del comercio de la época. Por aquel entonces se usaban las medidas antiguas y correspondió a don Agustín la implantación en nuestro medio del sistema métrico decimal. Ni que decir que esta iniciativa produjo revuelo y le permitió obtener mayor clientela. A su lado se formó otro hombre excepcional que con el correr de los años habría de sucederle: don Rodolfo R. Ramos. Si bien aquí no formó su hogar, fueron de esta tierra olimareña sus primeros hijos. Fue un valor destacado en las actividades de distintos órdenes en la vida comarcana de aquel tiempo. Aun se recuerdan muchas de sus interesantes iniciativas para el progreso de Treinta y Tres. Por su espíritu caballeresco y por su natural hombría de bien, vivía siempre rodeado de una natural aureola de grandes simpatías.

Antonio R. Batista
Fue un hombre de trabajo en la más alta acepción del vocablo. Porque en rigos de verdad, eso es nuestro buen amigo Batista, prestigioso comerciante de prestigios realmente adquiridos. Don Antonio es un exponente de lo que puede ser la voluntad puesta al servicio de una idea. Desde abajo, luchando a brazo partido contra los vaivenes de la suerte, sin otra ayuda que su propio espíritu de lucha, ha ido escalando poco a poco posiciones hasta adquirir la que actualmente disfruta, rodeado por la estimación de todos. Eso es Batista y puede ostentarlo con orgullo, por que hombres de su temple, de su hombría de bien, no son comunes en esta época. Hijo de Treinta y Tres, todo lo que es se lo debe a Treinta y Tres y le ha devuelto con creces los favores recibidos, siendo factor destacado en todas las obras de nuestro progreso y de nuestro mejoramiento. Los que sabemos de su singular modestia, estas líneas han de provocar los latigazos de su ira. Que nos perdone, en honor a la verdad.

Don Braulio Tanco
Como muchos españoles que a nuestras playas llegaron vino don Tanco a formar su vida. Español por su origen fue muy pronto uruguayo por su corazón. Cuando Treinta y Tres recién empezaba a dar sus primeros pasos hacia su bienestar, don Braulio se inició a la vida comercial. Fue trabajador y fue honesto. Construyó con su espíritu abierto a todas las iniciativas que entrañan un bien general, a la prosperidad de esta tierra olimareña que le contó entre los mejores forjadores de su grande, y que en retribución le brindó la tibieza de un nido y las supremas alegrías de los hijos. Fue un hombre eminentemente bueno. Supo ser generoso y cordial. El comercio de ayer lo contó entre sus grandes propulsores; el de hoy, lo recuerda con cariñosa veneración.





Don Evaristo Zabalo
Cuando Treinta y Tres iniciaba sus primeros pasos hacia su progreso y hacia su engrandecimiento, llegaba a estas tierras don Evaristo Zabalo. Fue, pues, testigo de sus ansias de mejoramiento y luego colaborador entusiasta de su bienestar. Como muchos que hasta aquí llegaron, traía en sus maletas un montón de esperanzas y muchos deseos de realizar el bien. Sus primeras armas en el comercio las hizo en el comercio de Hontou. Luego su capacidad de trabajo le abrió caminos, fue escalando posiciones poco a poco hasta llegar a ser un factor preponderante en el comercio de la época. Su espíritu luchador le llevó a colaborar eficazmente en las distintas etapas de nuestro progreso. Aquí formó su hogar. Junto a él se formaron muchos de nuestros principales hombres de trabajo. De su vida ya extinguida, nos queda el recuerdo de su acción batalladora, de su hombría de bien y de su honradez acrisolada.




José María Suárez
Suárez fue una figura excepcional de nuestro comercio de ayer. José María Suárez, espíritu culto, extremadamente bondadoso, luchador de vigorosa fibra fue en su época, no tan lejana aún, uno de los grandes valores del comercio ido. A fuerza de sacrificios, de permanente contracción a sus obligaciones, fue escalando posiciones paulatinamente hasta conseguir que su casa comercial fuera en sus tiempos uno de los más fuertes puntales del comercio treintaitresino. Hombre templado en la lucha no podía circunscribir su acción a la vida comercial, y de ahí que le viéramos actuar en cuánta comisión surgiera para luchar por el progreso comarcano. Hoy nos queda de su figura vigorosa el dulce recuerdo que dejan los hombre de bien. Recuerdo que es estímulo para los que estamos en esta lucha. Recuerdo que es ejemplo para los que han de venir. Con emoción recordamos al compañero caído. Fue bueno y fue noble. Todo un caballero.



Nicolás Zabalegui
Nuestro particular amigo Nicolás es un auténtico ejemplar de su raza. Vigoroso, cordial y honesto es en rigor de verdad un perfecto vasco.  Siendo muy joven arribó a nuestros lares trayendo en sus valijas un montón de esperanzas. Ha trabajado mucho, haciendo de lo que fuera una modesta carpintería un establecimiento que hace honor a nuestra vida comercial de hoy, y ello ha sido posible gracias a una capacidad admirable y a un deseo bien claro de evidente superación.
Nada de lo nuestro le ha sido indiferente. Ha colaborado eficazmente en todos los órdenes de nuestro progreso. Como pocos de los que acá vienen, ha sabido identificarse con nuestras inquietudes de mejoramiento. Ha sido y es un factor preponderante en el desenvolvimiento de los deportes, a los que también ha consagrado sus mejores energías. Porque eso Treinta y Tres, que nunca olvida a los que pasan por su vida haciendo el bien, le dio una compañera para que fuera estímulo en las luchas del trabajo y las supremas alegrías de los hijos para que echara muy hondo sus raíces en esta tranquila tierra olimareña.




Pedro J. Antiga
Don Pedro J. Antiga es un alto exponente de la vida comercial del hoy, y es también un pedazo de la tradición de nuesta vida comercial de ayer. Su vida ha sido una ofrenda permanente al trabajo. Dotado de un extraordinario dinamismo no hay oobra que signifique un progreso para Treinta y Tres que no lleve el sello de su acción. No es nuestro, pero es como si lo fuera. Aquí echó raíces. Treinta y Tres como a muchos le ofreció la tibieza de un nido y le acunó los hijos. Por eso es nuestro. Hombre extremadamente bondadoso, sabe aplicar la virtud de practicar el bien sin mirar a quien. Antiga es de los hombres que dejan a su paso el reguero de naturales simpatías. En el Centro Comercial, su acción ha sido fecunda. Muchas de sus iniciativas a él le petenecen, por lo cual esta nota entraña un alto principio de justicia.





Ramón G. Martínez


Don Ramón Martínez, hoy alejado de las actividades comerciales activas, es un alto exponente y ejemplo del comercio de hoy y ayer. Espçiritu generoso, amigo cordial, corazón templado para la lucha, Martínez tiene ganado un lugar preferente en el corazón de todo Treinta y Tres. Aquí trabajó sin darle tregua al tiempo. Aquí formó su hogar y aquí se sintieron los primeros llantos de sus hijos. Es por tanto su valor enteramente nuestro. Aún se recuerda con asombro para la época en que actuó aquella magnífica casa comercial que en compañía de sus hermanos instalaron, dándole al comercio de entonces otra fisonomía. Como muchos, Martínez no fue profeta en su tierra y tuvo que abandonar la lucha con la bolsa vacía pero con la frente alta como lo hacen los hombre de bien, como los que tienen un concepto cabal de la honradez y hombría de bien. Actuó en todos los planos en que fue necesario su concurso para el bien de su pueblo, fue un luchador incansable por Treinta y Tres. Hasta su retiro montevideano lleguen estas líneas en homenaje a un gran ciudadano.

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