De la “Central”
al “Kilómetro”: un tren de recuerdos
Durante unos cuarenta años del siglo
pasado, aproximadamente entre los años 1935 y 1975, funcionó en nuestro
departamento, concretamente en instalaciones del Arrozal 33, una de las más
extensas líneas de ferrocarril privado del país, que en sus épocas de esplendor
contó con una importante infraestructura de más de 50 kilómetros de vías,
decenas de “vagones”, varias máquinas propulsoras e inclusive algunos vehículos
autopropulsados para el transporte exclusivo de pasajeros.
Pese a haber pasado ya otros cuarenta
años largos del cese del funcionamiento del “trencito del arrozal”, aún se
conserva vívido en la memoria de quienes le conocieron, y son decenas de
treintaitresinos los que usaron esas instalaciones que por muchísimos años fue
prácticamente la única forma de llegar al “pueblito” del Arrozal,y que fue
parte sumamente importante en el desarrollo de la zona.
La historia de ese trencito de trocha
angosta, comienza antes de la constitución oficial de la empresa Arrozal 33,
que diera origen al pueblo del mismo nombre y fuera puntal fundamental de la
explotación arrocera en la zona y el país. Recién iniciada la década de 1930,
el dueño de una vasta área de planicies de más de 11 mil hectáreas de extensión
entre el arroyo Ayala y la Laguna Merin, Justo Aramendía, se asocia
comercialmente con una importante empresa chilena “Gianoli, Mustakis y cia” que
ya operaba en el sector arrocero, y con los hermanos Werner y Waldemar Qüincke, fuertes comerciantes montevideanos,
para constituir la empresa agroindustrial que aún subsiste y cuyo objeto fue
desde siempre la producción e industrialización de arroz.
Sin lugar a dudas, la construcción del
ramal de ferrocarril desde Treinta y Tres hasta Río Branco, que ya vimos con
detalle en un artículo anterior, que comenzó en esa misma época, y las
posibilidades de transporte de insumos y cosecha en grandes volúmenes y a bajo
costo, fue una de las razones que ameritó la constitución de esta empresa. Pero
las autoridades de los ferrocarriles del estado, a pesar de la calidad e
importancia del emprendimiento y de las reiteradas gestiones realizadas en tal
sentido por los empresarios, no modificaron el trayecto planeado por el Ing.
Quintana, y en cambio en compensación, el Ministerio de Obras Públicas cediera
en comodato a la novel empresa una enrieladura Decauville usada de su
propiedad, de “trocha angosta”, – es decir, que la distancia entre rieles, el
ancho de vía, es menor a la red normal de ferrocarriles.
El campo destinado al asiento del cultivo, estaba situado en zona
aislada por completo, dado los medios de transporte de la época. El ferrocarril
llegaba solo hasta la ciudad de Treinta y tres; y desde allí las diligencias y
carretas continuaban hacia el Este, bien por un sendero casi intransitable, el
“camino viejo” a Vergara por la “Cuchilla de Dionisio” ó bien vía La Charqueada
por el camino usual de entonces, costeando el río Olimar.
De las dificultades para acceder al lugar en aquellas épocas, da
cuenta gráficamente un folleto editado
por la propia empresa en el año 1959 bajo el título “Cuando el trabajo hace
patria...”
Ahí se destaca el hecho de que las
primeras semillas que se usaron, importadas de Italia y Brasil, y el
combustible necesario e inclusive las modernas maquinarias importadas en la
época y técnicos y otros pasajeros, fueron transportados en su último tramo por
vía fluvial: las provenientes de Montevideo desde el puerto La Charqueada en el río Cebollatí
hasta la costa que la estancia poseía sobre la laguna Merín, y las ingresadas
por Brasil directamente desembarcaban en la costa de la laguna.
El parque automotor y de arrastre
Una “locomotora” casi completa, pintada
de vivos colores y objeto de juegos y fantasías infantiles, donada por la
empresa en los años 90 a la intendencia, e instalada en el Parque del Río
Olimar desde hace varios años, es quizá unos de los últimos vestigios del
parque de vehículos que componían el “trencito” del Arrozal y constituye, sin
dudas, una excelente pieza pasible de restauración, en el incipiente proyecto
de “museo agrícola”, intento de conservación de maquinarias y tecnologías
productivas que varias instituciones del
medio están proyectando.
Según un extenso y completísimo informe
elaborado por el señor Hugo Enrique Bianchi D’Alessandro a comienzos de este
siglo, que obra en nuestro poder gracias a la magia de internet, a mediados de
1934, la empresa proyecta e inicia la construcción, por intermedio del
ingeniero Alberto Varacca, de una red ferroviaria interna basada en los
materiales cedido por el M.O.P., y que se dividía en dos partes: un ramal fijo
entre dos puntos permanentes: La Central, ya denominada así desde sus inicios,
donde estaban instaladas los galpones principales de la empresa, los talleres y
el “pueblito” residencia de los funcionarios y sus familias, ya en fase de
construcción y el depósito a construirse en el kilómetro 393 de la vía férrea
nacional, correspondiente al kilómetro 59 medido a partir de Treinta y Tres, y
con cuyo nombre se conoció durante mucho tiempo, y que hasta la actualidad
permanece entre los habitantes de la zona, ya denominándolo simplemente como
“kilómetro”.
La segunda parte de la red proyectada,
corresponde a unos 25 kilómetros de vía de sistema portátil, que sería
instalado anualmente previo a la realización de los trabajos de cosecha, a
partir de desvíos que, naciendo de la parte fija, conducirán hasta los sectores
marginales de las diversas chacras en que se había fraccionado el predio, pues la
característica del cultivo obliga a la rotación periódica de las superficies de
siembra.
El mencionado informe de Bianchi, nos
informa también del nutrido parque automotor en sus diversas épocas, indicando
que al principio, solo se contaba con dos máquinas a vapor que eran las
encargadas de cinchar los vagones. A medida que se fueron haciendo necesarios
más cantidad y más eficientes herramientas de tracción, al aumentar también la
cantidad de viajes que se realizaban y en épocas de cosecha los transportes de
insumos y cosecha, se adquirieron algunas y se fueron desarrollando otras en
los propios talleres del Arrozal. En lo referente al parque de tracción, el
informe significa que se adquirieron 5 máquinas Jung con motor diesel de un
solo cilindro que por su característico sonido fueron enseguida bautizadas con
el nombre de “Tucu-Tucu” en honor al popular roedor de nuestros campos, que
tenían cada una, una potencia de arrastre de 10 vagonetas cargadas. Otras siete máquinas de arrastre, fueron
construídas en los talleres del arrozal, generalmente bajo la dirección técnica
del Ingeniero Varaca y del mecánico José Barindelli.
Cuatro de ellas, las más
comunes, denominadas genéricamente las “Máquinas Ford”, se hicieron con motores
a nafta, capaces de arrastrar unas 15 vagonetas y se usaban fundamentalmente en
el trabajo de chacra, en el sector portátil. Otras dos de las piezas
construidas en esos talleres, fueron las denominadas, “Garza” (nombre originado
en la altura de su cabina respecto al resto, que tenía visores de vidrio a modo
de parabrisas) y la “Torta”, que debe su
nombre a su escasa altura total sobre el suelo, ambas piezas de 20 toneladas de
arrastre con motores Chrisler y Dodge respectivamente, y la más poderosa, el
“Cangrejo”, con una capacidad de arrastre de más de 30 toneladas “quizás la más
emblemática de las máquinas del parque por su potencia y robustez, debe su
nombre a un detalle de fabricación en la
colocación de su caja de cambios, lo que hizo que funcionara con sus velocidades
de avance en sentido contrario al esperado y normal en el tractor que le dio
origen. La gente decía entonces que “andaba marcha atrás como el cangrejo”,
señala Bianchi
También obra de mano de obra local,
fueron cientos de vagonetas remozadas, modificadas o acondicionadas para todo
tipo de tareas, desde cargas a granel, transporte de bolsas, chatas para leña y
herramientas, transporte de combustible y pasajeros. En este último aspecto,
cabe destacar la construcción de dos “autovías”, unidades autopropulsadas con
motores Ford A y T, exclusivas para el uso de pasajeros, con capacidad de hasta
8 pasajeros, y que según la descripción de Bianchi “su
estructura se asemejaba a la de una diligencia. Una caja de madera techada dividida por una mampara con
visor de vidrio. En el sector delantero,
de dos puertas laterales, se
encontraban la cubierta del motor y dos
asientos uno de los cuales era el del conductor. El sector posterior
también tenía dos puertas laterales y dos asientos a todo lo ancho enfrentados
con capacidad para tres personas cada uno”.
Con motor de moto
(uno DKW y otra Villiers), además, se construyeron dos plataformas de
transporte rápido utilizadas fundamentalmente en trabajos de reparación,
transporte de mecánicos, regadores, etcétera, llamados “Buda”. Era un estructura
de madera sin techo portando tres bancos: el delantero transversal para dos
personas y dos asientos traseros individuales ubicados a ambos lados del motor,
y que al llegar a destino, los propios usuarios retiraban de la vía.
En lo que tiene que
ver al material remolcado, además de unas 300 vagonetas con capacidad media de
una tonelada, se contaba con un vagón de pasajeros con capacidad para 12 o 15
personas, denominado “Aguila Blanca” que usualmente iba y venía tres veces al
día de la “Central” al “Kilómetro”, prendido en la cola del tren cinchado por
el “Cangrejo”
Un gran recuerdo, para que no quede en el olvido el sacrificio de tanta gente.-
ResponderEliminarMuy buen relato! Anduve por ahí entre 1973 y 78, y no estaba enterado!
ResponderEliminary
ResponderEliminarcontento de aprender algo más de las historias que me contaba mi Abuela y me cuenta mi Madre
ResponderEliminarmi nombre: Leonardo Rodríguez Alcarraz
Eliminardesde melo que bonitos relatos nos tira el pago
ResponderEliminarLindo conocer mas sobre la.Historia de nuestro pueblito.
ResponderEliminarGracias.
Muy buenos Relatos.
ResponderEliminarYa en esa Época los Directores de AFE haciendo Macanas.
soy argentina, fana de los trenes, y me gustó mucho leer esta singular historia de Uruguay (facebook: "No al cierre del ramal Puente alsina-aldo Bonzi".)
ResponderEliminarYo fui en el año 80 y siempre escuche los cuentos de los famosos tucu tucu; muy lindo relato !!!!
ResponderEliminarDe niña pequeña visite el Arrozal con mi abuela que trabajaba en la Tienda de Don Daniel y viajamos en ese vagón pequeñito, unas 10 personas a lo sumo, sería por 1952 más o menos, pero creo tenía otro nombre, gracias por este relato, que lindo
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