Lucas Urrutia y su informe de 1872
Sin ningún lugar a dudas, la casi desconocida aunque muy nombrada monografía redactada por Lucas Urrutia cuando culminaba el año 1872, poco menos de 20 años después de la firma del decreto fundacional de nuestra ciudad, constituye no sólo un documento valioso para conocer detalles de esa época referentes a Treinta y Tres, sino que es –además- el punto de partida ineludible para todos quienes desde entonces, nos interesamos por la historia local.
Rescatado casi con toda seguridad por el
Doctor Francisco N. Oliveres a principios del siglo XX de algún archivo
olvidado en Cerro Largo, fue publicado por la Comisión Organizadora de las
fiestas conmemorativas del cincuentenario de la creación del departamento de
Treinta y Tres en Agosto de 1935, con el pomposo y altisonante nombre de
“Informe de la Comisión Auxiliar de Treinta y Tres a la Junta Económico
Administrativa de Cerro Largo en diciembre de 1872 redactado por su secretario
Don Lucas Urrutia”, y prologado y comentado por el propio Oliveres.
El extenso informe, como es lógico, se
refiere únicamente a la problemática y actualidad de nuestra ciudad y sus
adyacencias a escasos 20 años de su fundación, siendo que administrativamente
Treinta y tres formaba parte aún de la 5º sección de Cerro Largo, y es una
detallada muestra combinada de rendición de cuentas con aspiraciones de mejoras
en muchos rubros, y ya se atisba en su redacción las primeras menciones para
convertir a Treinta y Tres en la capital de un nuevo departamento.
A los efectos de realizar esta breve
síntesis, podríamos dividir este trabajo de Urrutia en dos partes
complementaria. En la primera, luego de una introducción donde explica las
razones de redactar tan extenso documento, que básicamente son dar cuenta de
las acciones llevadas a cabo por la Comisión Auxiliar que integra como
secretario y rendir cuentas de los ingresos y gastos de la misma.
Entre las más de 20 “materias” como las
llama el autor que trata la primera parte de su comunicación a sus superiores
de Melo, Urrutia comienza realizando un racconto de las actuaciones de la
Sociedad Fundadora, hace una encendida defensa de la creación de una “Policía municipal”,
y detalla estado, historia y proyectos refenente a temas tan diversos como el
Cementerio Público, la Iglesia, las Escuelas Públicas y la educación, la
Cárcel, las propiedades municipales, Pasos y balsas y caminos públicos. Dentro
de los temas estrictamente municipales, además, se extiende también en lo que
hace al “régimen interno” de la corporación, a temas de estadística, de
jurisdicciones, tasas e impuestos (Derechos de abasto, permisos para edificar,
rentas locales y presupuesto, entre otras.
En lo que tiene que ver con la sociedad,
la vida social y pública, hay capítulos referidos a la agricultura, al
abigeato, a las Boticas, a médicos, vacunación y salud, Correos y
comunicaciones, haciendo un verdadero estudio sociológico de la actualidad de
entonces en la novel villa.
En lo que sería la segunda parte, el
autor detalla exhaustivamente en seis “anexos”, muy bien explicados y
documentados, los aspectos más importantes de los temas que considera
esenciales, y es –sin dudas- la parte más destacada del documento.
Informe de la comisión Fundadora y estadística
Al iniciar este capítulo, Urrutia realiza
una reseña pormenorizada de “todos mis trabajos en el delicado pero honroso
cargo que mis coasociados me habéis conferido” –vale aclarar que era entonces
el Gerente de la mencionada Sociedad Fundadora-, informando del ordenamiento de
los libros de la sociedad, la consecución de la escritura de propiedad de la
legua cuadrada adquirida originalmente, y el otorgamiento de títulos
escriturados a todos los propietarios de terrenos que pudieran justificar la
propiedad, mediante el canje de los recibos originales extendidos por la
Comisión. Hace mención también, en este
apartado, de los reglamentos de ordenamiento territorial realizados, donde obliga
a cercar los terrenos, guardar distancia de construcción respecto a las calles,
y homogeneizar el tipo de construcción en algunos lugares, especificando por
ejemplo que “la población (casa o comercio) que se construya sobre la línea de
la calle no se permitirá que tenga techo de paja, ni pared que no sea de
ladrillo”, ya desde el año 1866.
Acto seguido informa de un error en la
primer mensura de la legua cuadrada medida por Travieso en 1855, que se
rectificó con la mensura de Amorín y Brum realizada en 1861, que además
modificó la cantidad de manzanas destinadas a solares. Ambos detalles, el error
en exceso del primer plano, y el aumento del área de solares, dieron lugar a
una serie de disputas y acuerdos, muchos de los cuales fueron zanjados por las
buenas, pero en algunos casos, como por ejemplo sucedió con la Chacra de
Palacios, debió llegarse a una decisión judicial tras un largo juicio de varios
años de duración.
Algunas Estadísticas
Presentando este apartado, Urrutia
sostiene que presenta las siguientes estadísticas “para dar una exacta idea de
la importancia actual de esta localidad, cuyos datos he recogido yendo
personalmente casa por casa”.
En lo que refiere a la población de
entonces, afirma:
El número de habitantes que residen en la
legua cuadrada asignada a este pueblo por ley, asciende a 1.804.
Viven en el terreno de solares 1.186
almas, en 106 casas de material y 53 ranchos de paja.
En el terreno de chacras, viven 618
almas, en 21 casas de material y 62 ranchos.
Acto seguido, indica que “son 242
poblaciones que contiene en promedio 7 pesonas y media”, de las cuales saben
leer y escribir 529, saben solamente leer 282 y ni leen ni escriben más de la
mitad del total, 993 personas.
Con respecto a la nacionalidad de los
habitantes de entonces, Urrutia publica la siguiente tabla:
Orientales 1506
Españoles 128
Brasileros 76
Franceses 29
Italianos 27
Africanos 16
Argentinos 12
Portugueses 4
Alemanes 4
Paraguayos 2
Total 1804
Asimismo, especifica que “son de color,
es decir, negros y pardos 267, mientras
que los blancos y mestizos de indio suman 1537.
Refiere que hay 183 niños y 207 niñas de
7 a 14 años de edad que pueden recibir educación: total 390 niños.
De éstos hay matriculados en la escuela
de niños municipal 61, además de 1 adulto y 11 menores de 7 años (total 73),
siendo la asistencia media en el mes de 45.
Hay en la escuela de niñas, también
municipal, matriculadas 51 y además 2 adultas y 8 menores de 7 años, total 61,
con una asistencia media de 39.
Reciben educación es escuela particular
13 varones y 21 niñas.
El total de matriculados de 7 a 14 años
es de 134, es decir, una tercera parte del total.
En lo que tiene que ver con las
profesiones y comercios existentes en momentos de la elaboración del informe,
el detalle es el siguiente:
Casas de Giro e industria
Tienda y Pulpería 17
Herrerías 2
Carpinterías 2
Zapaterías 2
Platerías 2
Confiterías 1
Sastrería 1
Billares 2
Retratistas 2
Tahonas 1
Hornos de Ladrillo 3
De estas 36 casas de comercio, 23
pertenecen a españoles, 5 a franceses, 2 a brasileros, 1 a un alemán, y
solamente 5 de ellas están en manos de propietarios orientales, razonando en
este punto Urrutia que “tristes frutos de nuestras guerras civiles” son los que
llevan a que casi la totalidad del comercio esté en manos extranjeras.
Con respecto al aspecto social, y tomando
el cuenta no solo el pueblo sino el área de influencia de la iglesia, el
informe asegura que desde la fundación “se han contraído 63 matrimonios, se han
bautizado 779 niños, y en el cementerio se han realizado 68 inhumaciones.
Curiosidades, datos e historia
Además de los temas detallados precedentemente,
el extenso informe se ocupa también de hacer un pormenorizado relato de la
situación y solución propuesta para los principales problemas de interés
público de la entonces novel “Villa de los Treinta y Tres”. Recuérdese que en
la época, nuestra ciudad contaba con menos de 20 años de fundada.
Uno de los problemas que más preocuparon
a la Comisión Auxiliar entonces, fue sin dudas el del Cementerio público, tema
al que se le dedica especial atención. En este apartado comienza explicando el
aspecto económico de la construcción del nuevo cementerio realizada por el Cura
Vicario Ramón Rodríguez según contrato realizado con la Junta Económico
Administrativa de Cerro Largo de la cual dependía administrativamente esta
ciudad. Se refiere al segundo cementerio que tuvo nuestra ciudad, que fue
llamado “De La Soledad”, estaba situado en la zona de la Cruz Alta, y funcionó
hasta finales del siglo XIX
Al respecto, el informe destaca en primer
lugar las cuentas, haciéndose constar con números que omitiremos, que la deuda
de entonces con el constructor “quedará amortizada en tres años más”, afirmando
más adelante que “a fin de 1874 el Cementerio pertenecerá exclusivamente al
Municipio”. Luego, informa que el primer cadáver supultado fue el de María
Jesús Carballo, esposa de Pedro Méndez, vecino de Los Corrales en la 2º sección
de Minas, el 31 de agosto de 1865, aunque la bendición del Cementerio no se
realizó sino hasta mayo del 1867 durante la visita del Obispo de Megara y
Vicario Apostólico de Estado, Monseñor Jacinto Vera.
En el marco de este informe, además,
Urrutia elabora y eleva un proyecto de reglamento para el funcionamiento del
Cementerio, donde además de regular las prácticas habituales comunes a todos
las necrópolis de la época en materia de venta y arrendamiento de panteones,
nichos y espacios en tierra, incorpora obligaciones para la revisación y
autopsia de los casos dudosos, así como el intento de prohibición de
enterramientos sin control en la campaña, práctica habitual de entonces. A este
respecto, argumenta: “en los pueblos de nueva creación y en las condiciones de
este, cuesta infinito extinguir los resabios encarnados en las masas de nuestra
extensa campaña, y es así que todavía conservamos la práctica de dar sepultura
a los cadáveres sin averiguar debidamente si para su fallecimiento ha mediado
alguno de los tantos crímenes que no deja de haber, o si la muerte ha sido
natural. He visto con alguna frecuencia que cadáveres que necesitaban una
inspección científica o al menos judicial muy prolija para averiguar tal vez un
horroroso crimen, han sido sepultados sin formalidad alguna. Si esto sucede
aquí en el pueblo, presentes las autoridades y aun debido a ellas mismas
¿Cuántos crímenes se ocultarán en la campaña, donde cada cual parece estar
autorizado para sepultar un cadáver allí donde mejor le plazca y que no está al
alcance de la acción judicial? Es tiempo
ya que desaparezca este espectáculo que nuestros campos presentan de ser un
vasto cementerio, en los que a cada paso se hallan cadáveres sepultados”
El reglamento, sin modificaciones, es
aprobado al año siguiente por la Junta Económico Administrativa, con una
disposición transitoria que conminaba a trasladar los restos del “cementerio
viejo” hacia el nuevo a más tardar el 2 de noviembre de 1873 “con la formalidad
y respeto que esto requiere”, apercibiendo que tras esa fecha, de los restos
existentes “dispondrá esta Corporación que inmediatamente procederá a extinguir
completamente todo vestigio que revele para lo que aquel lugar ha servido”. Cabe
recordar que el primer cementerio de la ciudad, estaba ubicado en terrenos del
ejido, a la derecha del camino que va hacia el parque del Río Olimar.
De la Iglesia y sus imágenes
La Iglesia, su historia, construcción y
alhajamiento, ocupan también un lugar preponderante en el detallado informe de
Urrutia. Comienza el apartado dedicado
al tema, realizando un “racconto” de sus inicios, cuando ante la fundación de
la ciudad, el Cura Vicario José Reventós, además por entonces presidente de la
Junta Económico Administrativa de Cerro Largo, mandó construir el primer
Oratorio en el año 1857 (aproximadamente en el lugar que hoy el Sanatorio, en
Basilio Araújo casi Juan A. Lavalleja) y donde se celebró misa por primera vez
el 25 de diciembre de 1858. Previamente, según reza el informe, en el mes de
julio de 1855, se había empezado a construir en el local que hoy ocupa la
iglesia, frente a la plaza 19 de abril, una serie de construcciones que se
destinarían a templo la principal, y las demás a casa rectoral y escuela y
oficinas públicas.
Con respecto a la construcción del tempo,
que demandó años y aún a la fecha del informe estaba inconcluso, Urrutia
detalla, planos, solares, precios, proveedores y trabajadores de la obra, que
en ese momento era dirigida por Nicolás Pomata, así como materiales y avance de
obra, que fue bendecida aún sin culminar en marzo de 1871.
Por otra parte, además, individualiza las
imágenes existentes, aunque resalta que son escasas para su envergadura,
resaltando que una imagen de la Soledad y dos grandes cuadros que adornan el
altar mayor las ha concedido en préstamo él mismo, explicando luego que la
imagen del Señor Crucificado, de 6 palmos de altura, es tallada en madera de
laurel del monte del Olimar, colocada en la capilla del lado izquierdo,
mientras que “la de Nuestra Señora de los Remedios, en el lado derecho, es la
que trajo Reventós para esta iglesia”. Aclara además, que se mandaron pedir a
Europa donadas por la familia Oliveres, las imágenes de los patronos San
Vicente y San Salvador, y establece también que “el señor Cura tiene también
una de San Antonio, de la misma madera, del monte del Yerbal, obra también en
escultura pero que le falta aún la pintura”.
Otros planteamientos municipales
Tal como señaláramos en la primera parte
de esta síntesis son abundantes
los ítems que desarrolla el informe que nos ocupa, del cual hemos resaltado, a
nuestro juicio, los aspectos más relevantes, aunque no podemos dejar de resumir
muchos otros que quizá despierten la curiosidad de los lectores.
Por ejemplo, hay todo un capítulo
dedicado a la educación, detallando escuelas, maestros y preceptores y
relatando además muy pormenorizadamente el resultado de los exámenes escolares
del año de referencia, habiéndose examinado separadamente varones y niñas, en 7
materias. Las materias para los varones fueron Lectura, Escritura, Gramática,
Arimética, Geografía, Doctrina Cristiana y Catecismo; para las niñas, las
mismas excepto Geografía, la que era sustituída por “Labores de adorno”
Otro de los temas que por su extensión y
desarrollo aparecen como de cabal importancia para los gobernantes de la época
y para Urrutia en particular, es lo referente a lo que él llama una Policía
Municipal, independiente de la Policía Miliar existente entonces, y que “se
encargaría del cuidado de todo lo que corresponde a garantías vecinales”,
actuando además como “brazo ejecutor de los impuestos y de todo lo que
esencialmente corresponde al municipio”. Urrutia planteó y obtuvo la creación
de tres puestos de trabajo con esta denominación, que básicamente estaban
encargados de conducir oficios, citaciones y demás diligencias actuando como
ordenanza y alguacil de los juzgados; revisar toda clase de patentes, pesas y
medidas, derechos de abasto, contribuciones y demás rentas municipales; vigilar alumbrado público,
animales sueltos, garantía del agricultor o otras funciones de injerencia
públicas.
Con respecto a las individualizaciones de
otro tipo de actividades municipales, Urrutia mostró preocupación por el
abigeato, la agricultura, el tema de médicos y vacunaciones, los permisos para
edificar, el estado de vías y caminos, los derechos de abasto, la construcción
de una cárcel, lo referente a correos y comunicaciones, así como reveló su
preocupación sobresaliente por el correcto funcionamiento de los pasos y balsas
aledaños a la ciudad, que considera “actualmente mal servidos”, tanto el de
Olimar, a cargo de Dionisio Vaco, como el de Yerbal, bajo responsabilidad de
José Rodríguez.
Para finalizar este resumen, y como
corolario curioso, transcribiremos unos párrafos que se le dedican al agua
potable y los baños, donde dice textualmente: “Está rodeado este pueblo de
magníficas aguas procedentes de los arroyos Olimar y Yerbal y dos grandes
lagunas. Por su proximidad al pueblo y por sus cualidades potables, estaba
sabiamente establecido que se usase la de la laguna llamada de Ferreira para
tomar, sin perjuicio de que cada vecino pudiera proveerse de donde mejor se le
antojara. Es por estas poderosas razones que hasta ahora estaba prohibido que
la gente fuera a bañarse en ella, dejando para este objeto al gran laguna
Etchepar y los dos arroyos en toda su extensión. Desgraciadamente, este año la
Policía se entrometió en el asunto y autorizó que la laguna Ferreira fuese
profanada por los bañistas, con perjuicio de la población pobre y con escándalo
del público.”
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