La vida novelesca de un creador incansable
Alonso y su hija Laura en un alto en la filmación de su documental "Madre Tierra" |
"La Mimosa" actualmente |
La “Escuela Industrial Femenina”
Corren los años y junto al tiempo que comienzan los estudios en nuestra localidad sus hijas, Alonso va descubriendo las casi nulas posibilidades de estudio y trabajo de las muchachas treintaitresinas una vez que terminan sus estudios iniciales. Atento a su impronta “dinámica y progresista”, como lo calificó un periodista de la época, Alonso emprende la tarea de crear una escuela de oficios dirigida a esa cantidad de jovencitas, y tras algunas reuniones que no ofrecen resultados, asume personalmente el desafío de hacerla realidad, y para eso recorre durante semanas, día a día, todas las casas de la localidad, haciendo conocer la idea, pidiendo ayuda para concretarla y comprometiendo posibles alumnas y profesoras. Un artículo del periódico La Actualidad, años después, destaca ese hecho indicando que “solo tres amigos le acompañaron en sus esfuerzos desde la primera época: el doctor Francisco N. Oliveres, Teodoro Viana y Agustín Bilbao”, quienes integraron junto a él la primera Comisión de la Escuela creada.
El 14 de enero de 1929 se inician las clases en un local
alquilado en la esquina de las calles Gregorio Sanabria y Juan Antonio
Lavalleja de la denominada entonces Escuela Industrial Femenina, que con una
matrícula inicial de 520 alumnas impartió sin apoyo público, ni municipal ni
nacional, cursos de Corte, Cestería, Bordado a máquina, tejidos a máquina, Confección
de sacos, pantalones y chalecos, Blanco, Lencería y Dactilografía, en salones
equipados con maquinarias donadas conseguidas por Alonso con las propias
empresas distribuidoras en el país, y profesoras del medio, muchas de ellas al
principio actuando de forma honoraria.
Alonso continuó algunos años al frente del instituto que fue
creciendo, aceptando varones y agregando oficios “masculinos”, hasta que logró
que la Escuela fuera absorbida por el Ministerio de Instrucción Pública,
institucionalizándose y profesionalizándose.
Poblado Alonso y la película de Dionisio
Cuando en mayo de 1929 se produce el múltiple crimen del Oro y como consecuencia el acto heroico de Dionisio salvando a su pequeña hermana para fallecer
después en el camino hacia Treinta y Tres, a poca distancia de la estancia La Mimosa, obviamente Alonso queda sumamente impresionado, al punto que el hecho le ocupará por muchos años.
Una vez acallados los primeros ecos de la resolución
judicial del suceso y habiendo adquirido tiempo libre al ceder la
administración de la Escuela Industrial al estado, el progresista empresario
enfoca todo su esfuerzo en filmar una película que recuerde por siempre el
hecho, y que inmortalice la heroicidad del pequeño niño. Y pone manos a la
obra.
Para financiar su emprendimiento, realiza durante 1929, un primer fraccionamiento en tierras de su propiedad, vendiendo terrenos de chacra de 3 y 4 hectáreas frente a su propia casa. Algunos años después, en 1935, algunas de esas chacras no vendidas, las vuelve a parcelar esta vez en 68 terrenos de entre 800 y 1200 metros, que conforman el centro poblado que lleva su nombre: Poblado Alonso.
En aras de cumplir
su propósito de realizar una película, consigue del cronista del diario El País
que primero narró los hechos el permiso para usar su relato como base para su
guión; obtiene permisos, aprende a utilizar material filmográfico, realiza un
contrato con la entonces poderosa productora Max Glucksman, elije los actores y
en corto plazo, queda pronta la película “El héroe del Arroyo del Oro”, una de
las primeras películas de ficción nacionales, por supuesto muda y en blanco y
negro, de la cual se conserva una copia restaurada por Cinemateca a fines del
siglo pasado.
El film se exhibe en sesión privada en el Cine Rex Theatre de Montevideo el domingo 13 de marzo de 1932, con singular éxito de taquilla y crítica, y llega a nuestra ciudad, al Teatro Municipal, el 15 de abril del mismo año, dando inicio a varios años de gira ininterrumpida por la mayoría de las salas nacionales.
En oportunidad de filmar “en el lugar de los hechos” la
historia del crimen, Alonso aprovechó para filmar un documental sobre nuestro
departamento, que también fue presentado en la misma ocasión, y que tituló “El
Departamento de Treinta y Tres” y que según se anunciaba contenía una “visión
grandiosa de esta región del Este, insuperables paisajes de los ríos Olimar,
Yerbal, Cebollatí y la maravillosa Quebrada de los Cuervos”
Este documental, años después, se convirtió en parte de un
largometraje que Alonso compuso con imágenes de todos los departamentos, que
fueron tomadas mientras acompañaba la gira de su película por todo el país. El
film titulado “Mi madre Patria” se
exhibió en todas las salas nacionales a partir del año 37, y de él,
lamentablemente, no quedan más que registros de prensa.
Vida política: propuestas y concreciones
Tras los éxitos obtenidos con sus emprendimientos cinematográficos, Alonso retorna a Treinta y Tres y comienza una nueva etapa de
intenso trabajo social, eligiendo para ello la actividad política. Resulta
electo edil departamental en el año 1946 por la lista 1010 del partido Nacional
que llevó de intendente al doctor Valentín Cossio, labor a la que dedica toda
su impronta pujante y ejecutiva, encargándose de promover desde el seno de la
Junta Departamental muchos emprendimientos sociales (carroza fúnebre, higiene y
administración del matadero municipal, creación del vivero, entre otros) y
culturales centrados en la reivindicación y homenaje a Dionisio Díaz. A su
instancia se nomina la calle del Barrio España que aún lleva su nombre, la
nominación de escuelas y se inicia a nivel nacional la campaña para la erección
del monumento que aún hoy –aunque no en su emplazamiento original- forma parte
del acervo treintaitresino, construido
por Bellini ante la personal insistencia y requerimiento de Alonso.
Asimismo, los diarios de la época informan, además, que el
proyecto de pavimentación de nuestra ciudad, fue presentado conjuntamente por
el Intendente Cossio y Alonso, en una alocución donde el primero reconoció la
iniciativa al respecto de edil que le acompañaba.
Aun así, en medio de tanta actividad, tuvo tiempo para otra de sus pasiones, y en su propio domicilio, en el incipiente caserío que él mismo había impulsado, instituye un “Costurero Vecinal”, que enseña “Corte, confección, bordado y tejido a más de 30 niñas y señoritas de ese entorno rural”. Un par de años más tarde, con ayuda de una comisión de apoyo y autoridades departamentales, construye en uno de sus terrenos, que dona, un nuevo edificio para el Costurero, donde hoy es la Policlínica Municipal.
Terminado su período como edil en 1951, por razones
particulares Alonso vuelve a radicarse en Montevideo, aunque nunca deja de
colaborar con cuanta iniciativa se le plantaba desde nuestro medio. Allí
fallece en 1953, a la edad de 67 años, rodeado de hijos y nietos y habiendo
concretado la mayoría de los sueños que persiguió.
Sin dudas, don Carlos Alonso fue una persona extraordinaria,
polifacético, emprendedor, filántropo, un verdadero hacedor, poco conocido, que
merecería un recuerdo más tangible de su pueblo. Gracias a uno de sus nietos,
Juan Carlos Silveira Alonso y a la conservación amorosa de un álbum de recortes
de prensa y documentos referentes a su abuelo que su madre había reunido con el
profundo amor y admiración que les unió, y que amablemente me compartió en
imágenes desde la lejana Canadá, donde actualmente reside, pude resumir en
estas pocas líneas los aspectos más sobresalientes de la vida y obra de este
prohombre olimareño., de cuyo legado oportunamente nos iremos a referir con
mayor detalle.