El largo camino del tren a Treinta y Tres y los festejos en su inauguración
Como es reiterativo en la historia
nacional de la que por supuesto Treinta y Tres no es ajeno, entre fines del
siglo XIX y los comienzos del XX, a
pesar de las guerras civiles y revoluciones que enfrentaban vecinos, hermanos y
parientes en luchas a muerte y sin cuartel, en épocas de paz las rencillas y
diferencias políticas y partidarias quedaban relegadas a un segundo plano, y
blancos y colorados mancomunadamente impulsaban y participaban en
emprendimientos de progreso y mejoras para la localidad y el departamento.
Claro ejemplo de ello son, sin dudas,
algunos de los logros de esa época, entre los que podemos destacar desde la
propia creación del departamento, la concreción de obras edilicias de
importancia y destaque, como la actual Jefatura de Policía, o la sede
municipal, la creación de la biblioteca pública de la época, la constitución
del Club Centro Progreso, las primeras exposición de la Fomento, el proyecto y
concreción del hoy “Puente Viejo” sobre el Olimar, y otros tantos
emprendimientos de fuste, logrados con la influencia y participación de gente
de ambos partidos “cinchando parejo” en pos del progreso del departamento.
A fines de 1908, apenas se acallaban en
nuestro medio los grandes festejos llevados a cabo en oportunidad de la
inauguración del Puente sumergible sobre el Olimar, que constituyó sin dudas en
una de las fiestas populares más grandes que había conocido la zona hasta
entonces, cuando otra noticia golpea fuertemente la esperanza de un futuro
prometedor: el comienzo de las obras de extensión de la vía férrea desde Nico
Pérez a Treinta y Tres constituyó sin dudas una nueva inyección de optimismo
respecto al convencimiento de la época que nuestra ciudad estaba llamada a ser
una urbe de destaque en la zona.
Recordemos que hasta hacía poco tiempo,
absolutamente todos los materiales y mercancías que llegaban a la novel ciudad,
lo hacían tras un largo y penoso viaje en carretas, al principio de muchos días
de duración desde la capital del país, y desde la llegada del tren a Nico
Pérez, con un viaje que se había acortado a poco menos de un par de semanas en
épocas de buen tiempo. Para los viajes personales, pasaba algo similar: las
diligencias y su lento avance hacían “sufrir” un largo viaje de medio día desde
esa localidad hasta la nuestra, por lo cual sin dudas la llegada del tren, con
la posibilidad real de obtener mejores precios y más rapidez en los fletes,
y una muchísima mejor comodidad en los
viajes, era una noticia que revolucionaba a la villa.
A tal punto las expectativas eran de
urgencia pública, que cuando la construcción de la vía estaba a mitad de camino
aproximadamente, en estación Retamosa, gestiones de las autoridades locales
procuraron y consiguieron que la empresa del ferrocarril extendiera hasta ese
punto los viajes regulares, acortando
notablemente aún más los viajes
en “tracción a sangre” de carretas y diligencias.
Pero la obra continuaba su paso firme
hacia Treinta y Tres. Cuentan las crónicas de la época, que seguían con interés
superlativo las instancias de la construcción de vías y puentes, que llegaron a
trabajar unos dos mil obreros al mismo tiempo, haciendo terraplenes nivelados, alambrando,
colocando rieles y durmientes, erigiendo estaciones, demarcando pasos a nivel,
construyendo pozos, aljibes, andenes, tanques, galpones y desvíos y mucho más.
No he podido encontrar registros escritos
en diarios de la época – que los debe haber con seguridad-, referente a la
fecha exacta que llegó la vía y tras ella los primeros trenes con materiales de
construcción y personal, a la margen derecha del Olimar, aunque es de suponer
que haya llegado a fines de 1909 o principios del 10. Ante el imponente escollo
a superar que significaba el Olimar, se instaló una estación de trabajo en lo
que hoy es Villa Sara, en el punto marcado como el kilómetro 330 de la vía, y
que se constituyó en punto terminal de la línea por algún tiempo, mientras duró
la construcción del puente sobre el río. A este respecto, cabe destacar, que se
construyó un primer puente sobre el Olimar que el río se llevó, ya que los
proyectistas al parecer habían menospreciado el pequeño cauce sin conocer que
se convertía en furioso torrente en las grandes crecientes. Esto lo he podido
confirmar, ya que está publicado en la prensa de la época, donde inclusive hay
una fotografía publicada de ese puente, la que se conserva en muy mal estado,
como se puede apreciar en la imagen de ella que acompañamos estas líneas. De la
vieja estación del Km 330 apenas quedan rastros hoy: una fila de ladrillos a la
orilla de la vía en lo que fue el andén y un solitario aljibe que cual mojón
marca el lugar exacto.
En los primeros días de octubre de 1911,
la inminencia de la inauguración oficial del la línea acaparaba las noticias
del pueblo, planificándose actividades y festejos para tan magna ocasión, a
pesar que en los mismos periódicos se anunciaba que “desde el 1º de los
corrientes quedó librado al servicio público el ferrocarril a Montevideo”,
aclarando que “esto que podemos llamar inauguración provisoria dio lugar a que
el pueblo demostrara su contento concurriendo una cantidad enorme de gente a
presenciar la salida del primer tren”.
Los
festejos oficiales de la inauguración del servicio
La inauguración oficial se llevó a cabo
con bombos y platillos durante dos días de festejos, a un costo enorme para la
época, pagado como era costumbre entonces, mayoritariamente, por suscripción
popular, donde las autoridades, comerciantes y estancieros de la época fueron
los mayores aportantes.
Foto del público en el Viaje Inaugural con viajeros estudiantiles desde Treinta y Tres hasta "Estación Corrales", conservada en la Sala de Materiales Especiales de la Biblioteca Nacional. |
La crónica de los referidos festejos es
extensísima, tal como lo era el programa de actividades previsto, que
intentaremos resumir en algunas pocas líneas:
El primer día, al llegar el tren a la mañana, unos “800 alumnos de las escuelas
de la “villa”, entonaron el Himno Nacional acompañados por la Banda de Música. Se
recibió la Comitiva Oficial que viajaba en él, integrada entre otros por el
Ministro de Obras Públicas, Vìctor Sudriers y el Ministro del Interior, Pedro
Manini Ríos, el Administrador del Ferrocarril Central (The Central Uruguay
Railway Co, Ltd., C.U.R.) y primero el doctor Francisco N. Oliveres en nombre
de la comisión organizadora de los festejos presidida por Julio R Gómez y luego
el Intendente en nombre del municipio, dieron sendos discursos de bienvenida,
que fueron contestador por el Ministro Manini Ríos. En ese acto, además, se distribuyeron
cientos de medallas conmemorativas de la ocasión.
Algunos momentos después de la parte
oratoria, la actividad se dividió en dos: los escolares, sus maestros y
preceptores y algunos padres, se acomodaron “en los trece o catorce vagones”
del recién llegado tren para realizar un viaje de excursión conmemorativo a la
estación Corrales (foto) donde fueron recibidos por una multitud expectante y
regresaron cerca de las tres y media de la tarde, siendo obsequiados todos con
cajitas con bombones.
Paralelamente, la multitud presente se
encaminó “a pie” encabezada por los señores Ministros, el Jefe Político
Basilicio Saravia, los diputados Fermín Hontou de nuestro departamento y Martín
Suárez de Cerro Largo, el Coronel Etanislao Mendoza jefe del Regimiento Nº 4 de
nuestra ciudad y “otras autoridades, jefes y edecanes de los ministros”. Según
“El Comercio” del 4 de noviembre de 1911, a su paso “distinguidas damas
arrojaban flores”, destacando que con la escolta de la Banda de músicos y
cohetes y bombas “aquella columna era inmensa”
no solamente por la multitud que había esperado en la estación el convoy
oficial, sino que “en cada esquina se sumaban infinidad de personas y jinetes
que luego ocupaban la retaguardia”.
Relata el cronista que al llegar a la Jefatura ya estaban colmados los
salones de gente que había decidido esperar allí la comitiva, incluido el
Senador Ricardo Areco, “quién había venido en automóvil desde la
estación”. Una vez en el patio de la
Jefatura, el Jefe Político Basilicio Saravia dio la bienvenida de los ministros
nombrados destacando que era la primera vez que integrantes del Poder Ejecutivo
visitaban la capital departamental, y tras palabras de agradecimiento esbozadas
por el Ministro Sudriers y por el administrador ferroviario, se realizó un
brindis por el éxito del emprendimiento, pasando luego a servirse un lunch para
todos los presentes.
A media tarde ese mismo día, y como parte
de los festejos, se llevó a cabo la inauguración de una nueva Exposición Feria
organizada por la Sociedad Fomento de la época, para culminar ese primer día
con un baile de gala en los salones del Club Centro Progreso “con una
concurrencia tan numerosa que no se había visto jamás congregada en nuestra
historia social”, graficaba “El Comercio”.
Al segundo día de celebraciones, uno de
los momentos destacados por el periódico citado fue el reparto de carne, pan y
alimentos a los pobres que en número de varios centenares fueron convocados
frente a la Jefatura, y conjuntamente –además, señalaron-, se obsequiaron
muñecas a las niñas y a los niños flautas, espadas, guitarras y trompos, todo
ello, raciones y juguetes, costeados por el diputado Hontou, así como ropas de
abrigo a los necesitados.
En horas de la tarde, los Ministros
Manini Ríos y Sudriers, acompañados del Jefe Político y otras autoridades viajaron
en automóvil hasta la localidad de Vergara asegurando que el objeto del viaje
era conocer el estado de los caminos: según el cronista, “se habrán dado cuenta
porque los “peludos” fueron muchos y de buen tamaño.
Como complemento de la jornada de
festejos, se realizaron otra serie de actividades en horas de la tarde: un par
de partidos de fútbol organizados por el club “Atlético Treinta y Tres” con un
cuadro montevideano también arribado en el tren, carreras de caballos en la
pista del Olimar (organizadas por Isidoro J. Amorín, Marcelino Torres España,
Ramón Menchaca, Carlos Berro Antuña y Taurino Larrosa), la colocación de la
“piedra fundamental” del Club Progreso. A la nochecita, se ofreció una velada
literaria - musical en esa misma sede, y a continuación actuación de la
“Retreta” en la plaza 19 de abril y una sesión de “biógrafo” en la misma plaza,
hasta culminar con un previsto “numero de iluminación y fuegos artificiales en
la plaza 19 de abril y en Juan Antonio Lavalleja”, que el cronista de
referencia no vaciló en calificar de “una verdadera burla al pueblo” concebida
por un forastero que no cumplió las expectativas ya que “no se encendieron más
que la centésima parte de los faroles y los fuegos artificiales se limitaron a
cuatro ruedas”, que constituyeron “la nota discordante a la jerarquía y calidad
de los demás números” de los extensos festejos.