lunes, 15 de mayo de 2017

Algunos antecedentes sobre La Charqueada

Enviados reales, contrabandistas, corsarios y hasta Garibaldi



                                                La pacífica y turística localidad de La Charqueada, enclavada a orillas del Cebollatí cumplió recientemente los 100 años de su fundación efectiva, pero su particular enclave natural y la buena profundidad que ahí adquieren las aguas de ese río, fueron desde los tiempos de la colonia factores fundamentales para que el lugar fuese testigo de muchos episodios históricos importantes.


                                      Ya en el año 1784, una delegación representando al Rey de España encabezada por el Teniente de Navío Diego de Alvear y otra de la corona portuguesa regida por el gobernador de Río Grande Xavier da Veiga Cabral, conjuntando un total de unos 300 hombres entre técnicos, soldados y esclavos, recorren minuciosamente la zona limítrofe compuesta por la Laguna Merin, la Laguna de los Patos y sus afluentes, optando por realizar su campamento principal  “al abrigo de altas barrancas del Cebollatí algunas millas aguas arriba de la desembocadura del Parao”, proporcionando coordenadas de ubicación que coinciden con apenas segundos de diferencia con las que hoy conocemos de La Charqueada, manteniendo su centro de operaciones activo por varios meses mientras duraban sus investigaciones.

                                            Años más tarde, en épocas de las luchas por nuestra independencia, existen menciones militares a “un profundo puerto natural a unas 15 millas” de la Laguna Merin sobre aguas del Cebollatí, que fue refugio para corsarios que luchaban a favor de la independencia. 
Poco tiempo después, durante la Guerra Grande, el propio Giusseppe Garibaldi hizo propia la zona como comando de la “Escuadra de la Laguna” de Rivera hasta su derrota en la Laguna de los Patos en agosto de 1839 a manos del portugués Grenfell. Su edecán, el navegante italiano Bernardo Ganduglia, optó por quedarse en la zona para siempre asegurando la tradición oral que siempre recorría las orillas del Cebollatí “como buscando algo escondido”.
                                      Una vez culminada la Guerra Grande y como consecuencia de una resignación de límites con Brasil, Uruguay se ve privado de navegar en toda su extensión las aguas tanto del Río Yaguarón como de la Laguna Merin, por lo cual el gobierno de Giró establece dos destacamentos para vigilancia del contrabando, uno en aguas del Cebollatí y otro en el Río Tacuarí, y aunque no se especifica su ubicación, no es de dudar que en el caso que nos refiere utilizaran el mismo emplazamiento ya acostumbrado.

                                Tampoco es extraño que en la misma época, algunos emprendedores comerciantes instalen graserías, saladeros y “charqueadas” en la proximidad de esos mismos puestos de vigilancia (Puerto Gómez, Passano, Cebollatí, las Charqueadas de Ramírez), empresas que fueron congregando trabajadores y troperos que debieron ser los primeros pobladores efectivos de la zona, y que finalmente resolvieron a don Joaquín Machado, propietario de las tierras en que hoy se yergue el Pueblo General Enrique Martínez, y a Lucas Techera fundador de Pueblo Cebollatí, ambos a principios del siglo XX, a lotear y fraccionar sus tierras para la implantación de poblados que seguramente ya eran incipientes.

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