Robo, abigeato y violencia a principios
del siglo XX
Los hechos delictivos, los
comportamientos humanos alejados de la moral y las buenas costumbres de acuerdo
a los cánones establecidos por la sociedad en que vivimos, han sido desde
siempre, a lo largo de la historia, objeto de curiosidad, motivo de
preocupación y tierra fértil para escándalos públicos, comentarios y
exageraciones.
El territorio que hoy ocupa Treinta y
Tres, como ya hemos visto en algunas notas anteriores, aun desde antes de su
delimitación como departamento, fue testigo de acontecimientos (bandidaje, robo
de esclavos, ataques a comercios y viajeros) que fueron motivo fundamental para
la decisión de las autoridades de conformar nuestra ciudad.
Pocos registros se encuentran en nuestro
medio de aquellas primeras épocas de la recién fundada villa de los Treinta y
Tres, por dos principales motivos: por un lado, cabe recordar que según la zona
en que se cometieran los delitos, las actuaciones correspondían a las
autoridades de Minas o de Cerro Largo; por otro lado, aún no había medios de
prensa que constituyeran testimonio y relato de esos casos.
Se sabe, si, por referencias en la
bibliografía histórica de casos muy sonados, como la muerte de Ramos a manos de
la gavilla del Paraguay, los crueles asaltos a los comercios de Lapido,
Basaldúa y otros en la campaña cercana, o desmanes de “caudillitos” o desmovilizados
por las revoluciones.
A partir del año 1884, luego de haberse
creado el departamento, los archivos judiciales de le época muestran
esporádicamente actuaciones penales relevantes, relacionadas casi en su
totalidad con homicidios, peleas con armas (duelos incluidos), hurtos y
abigeatos. En los primeros medios de prensa, a pesar que admito no he realizado
una búsqueda exhaustiva de la temática, son pocas las referencias a este tipo
de noticias.
Si comienzan a aparecer cada vez con
mayor asiduidad, en los primeros años del siglo XX, y en su mayoría son
comentarios o sueltos periodísticos, con referencias a accidentes o desgracias
(incendios –seguramente el más grande de esa época en nuestra ciudad haya sido
el incendio de la Panadería y Molino de Dellepiane-, accidentes con carros o
caballos disparados), o a delitos contra la propiedad, o publicaciones
destinadas a denunciar situaciones problemáticas.
Además de los muy publicitados casos de
muertes de principios de siglo en nuestro medio, como lo fueron los conocidos
como “la tragedia de Dionisio Díaz” y “el asesinato de La Ternera”, hubieron
muchos casos “menores” que concitaban la atención de la población local. A
continuación, transcribimos algunas de estas publicaciones de principios de
siglo pasado, cuidadosamente elegidas para intentar cubrir el espectro total
del tipo de publicaciones, pero que en si resultan sumamente interesantes de
leer. Cada una de ellas, transcriptas textualmente hasta en su título, está
acompañada por una aclaración entre paréntesis del medio de prensa y el año en
que fueron publicadas, y en el caso de estar firmadas, el nombre de su autor.
(El
Comercio, 1911)
De
una timidez apenas concebible han resultado unos buenos muchachos peones del
estimado don Clodomiro Rodríguez.
Bien
podía creerse que los dos podrían constituir el emblema de la mansedumbre
cristiana.
Resolvieron
apoderarse de los bultos más chicos que en el Hotel Oriental existían y al
efecto una buena mañana llevaron una cama de fierro, dos colchones y seis
sillas.
Pero
nosotros los perdonamos porque el que se casa, “casa quiere” y ellos la
instalaron uniéndose en matrimonio breve y disoluble con unas “respetables”
niñas que “misia” María la Colorada tenía consigo.
Y
don Clodomiro pagó el pato.
(Acción,
1915)
La
policía de la primera sección tuvo conocimiento que en los montes del Olimar y
en el lugar conocido por la laguna de Arnaud, se encontraban dos individuos
desconocidos.
Puesto el hecho en conocimiento de la Jefatura, esta ordenó se trasladara a
aquel lugar el escribiente de la 1º sección Sr. Hoz Carreras con el fin de
averiguar la veracidad de la denuncia.
Trasladóse
a Olimar el empleado referido, registrando el monte en todas direcciones sin
encontrar a los individuos en cuestión, obteniéndose noticias que aquellos
seguían rumbo a Artigas.
En
efecto, el señor Hoz Carreras siguióles la pista aprehendiéndolos en los
Ceibos.
Del
interrogatorio a que fueron sometidos, resulta que eran desertores del 4º de
infantería. Hoy fueron remitidos a Montevideo requeridos por el Ministro de
Gobierno.
(La
Campaña, 1926)
El
comisario de la 1º sección urbana y personal a sus órdenes, han dado con los
autores de los siguientes robos, efectuados en perjuicio de las personas que a
continuación se expresan:
A
Felipe García le sustrajeron masas y una cuchilla; a Alfredo Irigoyen, un reloj
Longine con cadena; a Ramona Lima, una bombilla y un libro; a Damián Saiz una
navaja de afeitar, una canana para revolver y un trozo de carne, a Martín
Gabriel $108, una tenaza, un hacha, una caldera y un tarrito de brillantina; a
Nicolás Ferré un revolver S.W., una caja de balas, un cuchillo cabo de plata,
una lapicera fuente, un alcancía bancaria sin dinero y un frasco de perfume; a
Pedro Dellepiane $20, dos salames y una caja con balas, y a Oficina de
Saneamiento un farol “indicador” de calles levantadas.
Estos
robos fueron hechos entre los días 13 al 23, todos con violación de domicilio y
con llaves que los autores llevaban a tal efecto. Los artículos recuperados en
su mayoría fueron devueltos a sus propietarios, con excepción del dinero, las
masas, la carne y los salames.
Hombre enfurecido comete crimen
sorprendente
(Acción,
1938)
El
jueves se homenajeaba con una fiesta campestre en campos de Carlos Milani, 5ª
sección, a don Atilio G. Ventimiglia, despidiéndolo de la vida de soltero,
cuando los pacíficos vecinos y público concurrente se vió sorprendido por
ímpetus furiosos de Carlos Milani.
Los
hechos, según datos policiales, se desarrollaron asi: Después del almuerzo se
inició un animado baile; fue en estos momentos que el citado Milani, al parecer
algo “alegrón”, invitaba a todas fuerzas a una señora que estaba en compañía de
la suya, a que bebiera, negándose a hacerlo y dándole la explicación también su
esposa de que no lo hacía por encontrarse en asistencia médica y estar por tal
causa impedida de hacerlo por serle perjudicial. Decirle esto su esposa y
enfurecerse Milani, todo fue uno. Procedió a insultarla soezmente intimándole
se retirar inmediatamente para las casas. La señora permaneció breves momentos
allí dándose a la tarea de arreglar a sus niños para retirarse según el mandato
de su marido. Milani, que observó esto, no sabemos por qué causa, redobló sus
ímpetus feroces, lanzándose sobre la señora con un cuchillo de grandes dimensiones
en la mano, lo que hizo que ésta disparara alrededor del público que bailaba,
el que lleno de espanto logró contener al agresor, desarmándolo.
Al
ver esto los familiares asistentes se retiraron llevando a la señora Milani a
casa del vecino María Barcelo donde se refugió. Varios de los vecinos
asistentes quedaron allí con Milani, conduciéndolo más tarde a su domicilio,
que dista de allí unas 20 cuadras. Al llegar a su casa Milani como notó que la
puerta estaba al parecer cerrada la violentó destrozándola. Al notar sus
acompañantes su actitud y por haber cumplido ya su cometido, regresaban a sus
domicilios cuando fueron sorprendidos nuevamente por la presencia de Milani que
en ademán violento empuñaba un winchester desafiándolos a todos a pelear y amenazando
a su señora que se refugiaba en una casa vecina.
Los
vecinos le hablaban en amable forma para apaciguarlo pero no lo consiguieron.
Milani se dirigió rápidamente al lugar donde se encontraba su señora en medio
de amenazas, dando lugar a que en estos momentos pretendiera cortarle el paso
el vecino don Isabel Barcelo, recibiéndolo a tiros Milani y dando uno de ellos
en el blanco cuyo proyectil le interesó los pulmones ocasionándole la muerte
casi instantáneamente. Con ánimos de calmar los ímpetus furiosos del agresor y
desarmarlo, el vecino León Rodríguez se le acercó, pero aquel lejos de calmarse
perfiló el cuerpo y le hizo fuego con el arma empuñada hiriéndolo en una
pierna. En esos momentos llega el menor Hugo Barcelo, de 15 años de edad,
sobrino de la víctima, quien venía provisto de una escopeta con la que hizo
fuego sobre Milani hiriéndolo y obligándolo con ello a que fugase de allí y
evitando como se supone a que ocurriesen mayores desgracias, pues el agresor
decía que iba a terminar con su señora, hijos y con todos los que se
interpusiesen a su defensa.
El
hecho ha sido muy lamentado y se califica de un asesinato; tomaron la debida
intervención en él autoridades judiciales y policiales, habiendo aprehendido al
criminal quien se encuentra hospitalizado y a cargo de la justicia. Se
encuentran detenidos también el vecino Rodríguez y el menor Barcelo, éste
último el que vino a evitar, con su oportuna intervención, quizá mayores
desgracias.
(J.
Paseyro y Monegal, 1940)
“Marcus”
colaborador de un diario local en una serie de atinadas preguntas que pone en
boca del Turista visitante a Treinta y Tres, formula la siguiente: “¿Por qué el
90% de los establecimientos comerciales de esta Capital son boliches de caña y
grappa?”
Nosotros
que hemos condenado toda la vida el denigrante vicio del alcoholismo
contestaremos a “Marcus”: la derogación de una sabia y previsora ley de
represión al alcoholismo reglamentando severamente el funcionamiento de esos
“boliches” donde se incuba el delito y ronda la desvergüenza y el deshonor es
la causa de ese incremento pavoroso que toma día a día el establecimiento de
esas “borracherías”.
Por
otra parte la “Ancap”, institución oficial que vende alcohol o sea el terrible
veneno de efectos rápidos y funestos, es el vehículo por donde se va a la
degeneración de la raza, a la locura, a la epilepsia y otras dolencias
gravísimas.
El
alcoholismo y el juego oficializado son dos cánceres que gravitan en forma
incurable sobre nuestro pueblo
Es
lo inaudito! De qué podemos asombrarnos en un país donde el Estado fortalece
los medios de fomentar el vicio en todas sus formas? Los boliches están
atestados noche y día de parroquianos que beben hasta perder el sentido. En
esos antros se gestan crímenes, se reúnen los vagos y los hampones, los guapos
y los matones. Hasta los niños van a los bares a tomar el aperitivo! Nadie se
percata del peligro que corre la salud, ni el porvenir de la raza.
Una
indiferencia criminal rodea esas cuevas donde se bebe alcohol para olvidar los
malos recuerdos o curar heridas del corazón. Y no es solo la clase baja la que
bebe. Se bebe en los salones donde concurren de frac los aristócratas. Allí no
se “emborrachan”. Los parroquianos se “indisponen” solamente…
Así
va la raza camino de su completa degeneración!!