martes, 20 de junio de 2017

El Clinudo: matrero de 20 años, terror del este

Historia corta en tiempo, pero larga en crímenes



                                        El Clinudo fue un matrero uruguayo, apenas conocido hoy, pero que allá por las épocas en que Treinta y Tres era apenas una aldea de Cerro Largo con poco más de 20 años de vida, conmovió profundamente la zona con el coraje loco y las crueldades innumerables que se le atribuían, y mucho más cuando se le acusó de los crímenes de la pulpería de Basaldúa y del establecimiento de Menchaca, de los cuales informamos detalladamente en una anterior entrada de este blog.


                                             Durante algún tiempo sus andanzas y su crueldad fueron motivo de comentarios escalofriantes en las ruedas de mate y fogón, en la zona nordeste del país, principalmente en los parajes que fueron escenario de sus andanzas y crímenes en los departamentos de Cerro Largo, Lavalleja (comprendiendo el hoy Treinta y Tres, y Rocha).

Quién era El Clinudo


                                 Sus orígenes no son fáciles de rastrear.
                                 Según revela Cédar Viglietti en su documentado libro “El Clinudo” éste habría nacido entre 1855 y 1860 en la zona de El Valle (en las inmediaciones de la actual Villa Serrana), departamento de Minas. Según sus propias palabras en declaraciones judiciales, dijo que había nacido en Punta de las Sierras de Illescas, en el departamento de Florida, alrededor de 1860.  En esta misma instancia, reconoció que apenas conoció a su padre Francisco Artigas, un pequeño propietario de tierras pobres que alimentaban a ochenta vacas. Este murió, al parecer, en la defensa de la ciudad de Paysandú, el dos de enero de 1865, después de pasar mucho tiempo, acaso dos años, luchando en la guerra civil. De su madre El Clinudo, en sus confesiones, sólo recordaba que se llamaba Carolina y desconocía su apellido. De esos tiempos de felicidad agreste, ensombrecidos por el recuerdo de la muerte de su padre y los trabajos y asedios a que fuera sometida su madre, solo quedaban leyendas y diatribas.
                                          En definitiva, El Clinudo quien fue también conocido como “Panta Artigas” y “Manta Ruana” o simplemente “Manta”, se llamó Alejandro Rodríguez, con la imprecisión frecuente en la época, aunque el apellido de su padre fuera Artigas y el de su madre Carolina, ignorado.
                                         Los datos recabados por Viglietti lo ubican en la década de los setenta del siglo xix como integrante de las huestes del militar y caudillo de Minas “Manduca Carbajal” quien tenía estancia en Pirarajá, lo que es confirmado por El Clinudo, quiñen admitió que  estuvo en la estancia de Carbajal en carácter de agregado, condición que militares estancieros de la época consentía en su casa a aventureros y bandoleros, con el propósito principal de evitarse perjuicios y de evitarlos a los vecinos, pues si no hubiera sido admitidos en ninguna parte, hubieran tenido que vivir siempre a monte, atentando continuamente contra los intereses de estancieros y vecindarios desprotegidos.
                                         Manuel de Brun Carabajal, conocido como Manduca Carabajal, fue un militar de carrera que participó del alzamiento de 1857 contra Gabriel Antonio Pereira. Fracasada la intentona conservadora se exilió en Brasil, desde donde regresó en 1859.  Hombre fiel a Venancio Flores, prestó su concurso a la invasión de 1863 con un grupo de seguidores reclutados en Minas, Cerro Largo, Rocha y Maldonado. Luego del triunfo de la “revolución libertadora” fue designado jefe político de Minas en 1865 y hasta 1868, cuando quedó al mando de la región militar que comprendía Cerro Largo, Treinta y Tres, Maldonado, Minas y Rocha. Falleció el 22 de octubre de 1879.
                                          Y es justo en este período, alrededor de 1880, quizá sin haber cumplido aún sus 20 años, cuando Rodríguez inició su carrera delictiva y comenzó a ganar “sus mentas de matrero”. Algunas sustracciones de caballos de las estancias vecinas, participante asiduo en cuadreras y timba en las pulperías de la amplia zona dominada por su protector, joven y enérgico bailarín y con éxito con las mujeres, no demoró en mantener altercados y riñas donde fue templando su coraje. Una discusión por problemas de faldas, motiva su primer homicidio, un hombre de apellido Gordillo, pariente de un comisario de Cerro Largo que a partir de entonces fue su principal perseguidor.

                                          Poco tiempo después, en una pulpería de Minas propiedad de Ignacio Fernández, hirió de muerte a un sujeto llamado Felipe Ledesma, con quien discutió por una partida de taba.
                                         Estos homicidios motivaron que El Clinudo, todavía a muy corta edad, se haya convertido en un “matrero viejo”, como llamaban los gauchos, independientemente de la edad real, a los que eran experimentados en las tareas propias del matrero: vivir a monte, pelear con coraje, huir con velocidad de las tenaces y temibles, aunque magras y esporádicas huestes policiales.

Crímenes y condena


                                                     Comenzó así un periplo de crímenes y desmanes, cuyas mentas fueron aumentadas por el rencor de sus víctimas, magnificadas por la vocación heroica de sus victimarios y por el temor, el asombro y pesadillas de mujeres y niños; Todos contaban con miedo y admiración, las leyendas de los gauchos alzados contra la autoridad sin más armas que algún revolver, un cuchillo afilado, los fletes veloces y un coraje insolente.

                                                   Sindicado como el jefe de una numerosa pandilla de bandidos que “le obedecían ciegamente”, se le consideraba partícipe de más de 50 delitos graves, además de los ya mencionados homicidios y los ataques a la casa de comercio de Basaldúa y la estancia de Menchaca, se le creía responsable “del asalto a la casa de don Zoilo Ramírez, en Lavalleja, robándole varias alhajas”; del asesinato “de un militar en los campos de la Mariscala”; de “haberle dado muerte a un brasilero en la costa del Cebollatí, solamente para robarle dos libras esterlinas”; la “muerte en casa de don Ángel Méndez, en Cebollatí, a un joven dependiente Delfín Silvera”, de haber matado” alevosamente en Santa Victoria a un cadete del ejército”, y además de su participación “en robos de vacas, en el  rapto de dos niñas menores de diez a doce años en Minas, se le tipificaba él y su pandilla de una larga historia criminal de no menos de 20  hechos de despojo violento de dinero, ropas y alhajas, efectuadas a campo abierto o asaltando poblaciones de campo.
                                             Durante mucho tiempo, fueron tenazmente perseguidos por la policía de todos los departamentos del noreste del país, e inclusive se destacaron partidas militares para colaborar en la búsqueda y captura de la banda.
                                                  En los primeros meses de 1882, viéndose perseguidos de cerca, los matreros se dividen y separan, diseminándose en la campaña, a pesar de lo cual, uno tras otro fueron cayendo en manos de la policía. En marzo, Alejandro Rodríguez hacia ya una semana que se había separado de sus compinches y junto a uno de sus cómplices, Tomás Corrales, se dirigía hacia Brasil, cuando fue sorprendido y alcanzado por una partida policial “de la comisaría de Arroyo Malo, al mando de Segundo Oxley”.

                                                   Sumados a la partida un grupo de vecinos voluntarios, lograron dar con los bandidos ocultos en “Cerros del Lago” sobre el río Olimar. El 2 de marzo de 1882 rodearon el escondite de los prófugos y los sitiaron durante ocho horas. Tomás Corrales se entregó a la policía al parecer de forma voluntaria, mientras que Rodríguez inició un tiroteo para escapar, sin embargo, solo pudo recorrer unos cien metros a caballo. Herido de muerte el animal, Rodríguez recibió dos impactos de bala en el tórax y en la mano derecha y fue inmovilizado con boleadoras”, según reza la comunicación oficial.
                                                  Higinio Vázquez, Jefe Político de Cerro Largo comunicó el apresamiento de Rodríguez al juez letrado departamental, Feliciano Carré Calzada y según Vázquez, Rodríguez en un interrogatorio realizado por el subdelegado de Treinta y Tres y luego en la comisaría departamental, en Melo, confesó espontáneamente “haberse hallado durante el asesinato de Menchaca y López, y ser ciertos todos los demás crímenes que se le imputan”,  espontaneidad difícil de creer si tomamos en cuenta que El Clinudo recibió al menos tres balazos y que su estado de salud era en extremo delicado.
                                                  El 19 de marzo, es trasladado a Montevideo para ser juzgado por sus crímenes, y se le nombra defensor de oficio al doctor Eduardo de Lapuente. Sus heridas seguían en mal estado y en abril lo llevaron al Hospital de Caridad. El año siguiente el sumario continúa, y se designó abogado sustituto al Dr. Pedro Sáenz de Zumarán tras la renuncia del anterior. El juicio oral y público, se inició el 29 de julio de 1884 en Juzgado de Crimen de Segundo Turno a cargo de Jorge H. Ballesteros. Estaban presentes los jueces de hecho sorteados para entender en la causa y los tres procesados, ya que a El Clinudo se agregaban Modesto Sosa y Tomás Corrales, dos de sus compañeros de correrías.

                                                   El Clinudo, según las crónicas, vestía bombacha y saco negro, sombrero blando del mismo color y un brazo aún herido. Cuatro horas se prolongó la lectura de los expedientes, ante no menos de cincuenta personas. El Clinudo negó haber cometido la mayor parte de los crímenes de que lo acusaban. Pero ante una pregunta del juez sobre si había matado a Ledesma (por una disputa de juego) y a Gordillo (por un asunto de mujeres) respondió: “No, señor; yo los maté, pero no soy culpable porque ellos me buscaron y los maté en defensa propia”. Le preguntaron si sabía firmar y El Clinudo respondió negativamente. El jurado pasó a deliberar y volvieron casi inmediatamente a sala con un veredicto de culpabilidad y al día siguiente se conoce la sentencia: condenando a Alejandro Rodríguez a la pena de muerte, mientras que los otros bandidos reciben penas menores: Modesto Sosa, diez años de. prisión y trabajos públicos; Tomás Corrales, seis años y trabajos públicos.
                                                      La condena a muerte del Clinudo fue apelada y finalmente sustituida por una condena a quince años de prisión, con los trabajos forzados ineludibles, gracias a la intervención de un nuevo abogado Juan Ximénez, quien logra modificar la sentencia inicial. La justicia lo había considerado culpable de por lo menos cuatro muertes, cuando presumiblemente aún no había cumplido 22 años.
                                                        Esta es en síntesis la triste historia de este gaucho malo, que a los 24 años fue condenado a muerte y después de pasar 15 años en las cárceles montevideanas, al cumplir su pena se encontró solo, literalmente sin ropas, sin armas ni trabajo y ni un vintén, y finalmente se suicidó en un cuarto de pensión, degollándose con su propio cuchillo, el único bien terrenal que le quedaba.

5 comentarios:

  1. Mi abuelo, don Elbio Rosario Carbajal, era sobrino de Manduca, peleo en la revolucion de 1904, y en 1905 mato un comisario por querer obligarlo a votar y tuvo que escapar del pais durante 25 años hasta que el presidente de turno le otorgo el perdon y pudo volver al pais...
    Tambien era de Piraraja...
    Yo soy Nestor Omar Santos Carbajal, hijo de Eloisa Carbajal Fonseca y Nestor Santos Bonilla...

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  3. Crónicas poco difundidas, que forman parte de nuestra historia...

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  4. Yo leí el libro del clinudo era guitarrero

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  5. Fascinante las historias y leyendas de éstos personajes del Uruguay rural.

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