miércoles, 8 de diciembre de 2010
Recuerdos y reencuentro
Mi viejo Fiat enfiló casi sin esquivar los pozos por la corta entrada de balasto hacia el lugar donde habíamos quedado de reunirnos, siguiendo los pasos de un desconocido coche gris que instantes antes había ingresado.
Llegamos casi a la vez, nos reconocimos al instante y nos apretamos en un fuerte abrazo con Carlitos, mientras su esposa, con una amplia sonrisa que le iluminaba el rostro y sin decir una sola palabra, expresaba en sus ojos toda la ilusión para él significaba que aquella reunión de antiguos compañeros explicada en el apretado abrazo de su marido.
Allí, cerquita, estaba también Carolina, la única que había llegado instantes antes que nosotros, quien también estampó en su cara la felicidad del primer reencuentro.
Tras los saludos de rigor, hicimos una improvisada rueda al fresco de la nochecita treintaitresina, hilvanando recuerdos y desgranando pequeñas anécdotas, en la espera que llegara el resto de los participantes.
Poco a poco, fueron llegando más amigos: Cecilia con Carlitos, Olga y Bea, creo que fueron los siguientes. Nuevos abrazos y ampliación de anécdotas se fueron sumando. Ya entonces nos servimos la primera copa, mientras el chirriar de la brasas de los coronillas contagiaba su calor al tradicional asado, y seguían arribando: el “Lobo” Anastasía con Virginia Sosa y Olga; Graciela y Paul, Elo, Claudia y Mariana, Silvana, Manuel, Camilo, Marcelo, Virginia y el “Caba”. No me acuerdo el orden de llegada, ni importa. El hecho es que la rueda se fue haciendo más grande y más cálida, pese a la lamentable ausencia de una cantidad de “gurises” que hoy sé están bastante arrepentidos de no haber estado. Pero bueno, sus motivos tendrían.
No había llegado la medianoche aún, cuando tras algunas “picadas” de chorizo, preparamos con Luis Pedro y tras una serie de pequeños inconvenientes rápidamente solucionados, una improvisada discoteca, en la que comenzaron a sonar los primeros temas que –como no podía ser de otra manera- fueron aquellos de moda en las viejas épocas compartidas, si se quiere para ahondar más en los recuerdos, como el famoso baile “en una baldosa” que varios nos quisieron mostrar que aún le recordaban y practicaban.
Y se armó el baile, que rápidamente se transformó de “lentas añoranzas” a ritmos alegres, donde no faltaron ni la música brasilera ni las cumbias, y del que participamos todos, manos al cielo y sonrisas en la cara.
Fue una noche feliz, una instancia memorable, estupenda e irrepetible, que quedará para siempre en mis mejores recuerdos.
Por eso, y quizá porque no tuve la oportunidad de decírselos a todos y cada uno de ustedes personalmente, quise guardar en estas breves líneas un pedacito de mi memoria, para tenerlos presente, para de vez en cuando, en esos momentos que todos tenemos de inseguridades y bajones, siempre me hagan recordar que cuento con gente como ustedes, compañeros de algún tramo de mi vida a quienes cuento entre mis afectos más entrañables. Seguramente nos veremos pronto con algunos y más luego con otros, pero está expuesto que todo sigue intacto.
En definitiva, amigos, muchas gracias por todo, pero por sobre todo, por demostrarme una vez más que el tiempo no pasa en vano, sino que afirma las cosas buenas de la vida, y que no hemos vivido al pepe…
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