Enemigos en la guerra, juntos en la paz
Hasta finales del siglo
XIX, la Villa de los Treinta y Tres creada por decreto en 1853,había pasado en
escasos 40 años a ser capital de un nuevo departamento y nuclear una población
urbana que superaba los 5 mil habitantes, siendo casi una quinta parte de ellos
extranjeros, fundamentalmente brasileros, españoles, italianos y franceses.
La evolución del pueblo
fue auspiciosa desde sus inicios, principalmente a impulso de los inmigrantes
europeos que encontraron en la localidad
campo fértil para el desarrollo de las actividades comerciales, y que
constituyeron el motor determinante de las primeras conquistas traducidas en mejoras y adelantos para la
Villa.
Aun a riesgo de olvidar
varios, sólo al pasar habría que recordar españoles como Palacios, Urrutia,
Salvarrey, Basaldúa, a los italianos Perinetti, Pomatta, Tanco, Bulgarelli o
los franceses Hontou, Bodean, Arnaud y tantos más.
En esos mismos cuarenta y
tantos años de vida desde su creación, Treinta y Tres no había sido ajena a las
desestabilizaciones de los tiempos de guerra, ya que en ese período se habían
sucedido no menos de una cincuentena de revoluciones, motines o levantamientos
en contra a los gobiernos establecidos, ni tampoco al desarrollo de las
revoluciones o guerras civiles del tan cercano Rio Grande del Sur, en Brasil.
Pero sin lugar a dudas, la historia lo prueba, pocas veces se vio conmocionada
la plaza local con hechos relacionados a estos sucesos.
En esos últimos años,
fundamentalmente desde la creación del
departamento en 1884, se habían intercalado en el máximo cargo político
departamental representantes del partido Colorado dominante en el país,
representado por los militares Manuel Rodríguez, Lino Arroyo y Antonio Pigurinas,
exceptuando el período comprendido entre el 87 al 90 en que Máximo Tajes nombra
a Agustín de Urtubey como Jefe Político y de Policía de Treinta y Tres.
La llegada al gobierno de
Julio Herrera y Obes, trae como consecuencia el nombramiento de otro colorado en
ese puesto, Joaquín Suárez Ximénez, y es el período de mayor enfrentamiento
entre blancos y colorados en la cotidianeidad de la villa. Suarez acusa a
Urtubey de malversación de fondos, Urtubey lo lleva a juicio por injurias; en
octubre del 91 las actuaciones de la policía de Suarez ante Urtubey y sus
simpatizantes es cuando menos “incorrecta y tendenciosa”, y aun al ser
sustituido Suarez por Robidio primero y Pan después, la brecha continuaba
abierta.
En ese estado de cosas
encuentra a Treinta y Tres -en el año de 1896- el primer alzamiento de Aparicio
Saravia, y aunque los caudillos olimareños no llegan a unirse a la asonada, los
ánimos se caldean y se producen apoyos a la revolución de varios tipos. Al año
siguiente, apenas vuelve a levantarse Saravia en marzo, el Comandante Bernardo
Berro, por entonces Comisario de la policía olimareña, reúne sus propios hijos
y algunos seguidores, y sumándose al grupo convocado por Urtubey en su estancia
ubicada a escasas 4 leguas del pueblo, conforman la 3° División revolucionaria,
comúnmente llamada la “División Treinta y Tres”, que el 13 de marzo se
incorpora con 100 hombres a la columna comandada por Aparicio Saravia. El Jefe
de la División 33 blanca fue en los primeros tiempos el veterano Coronel
Urtubey, quien luego fue capturado, pasando ésta a ser comandada por su Segundo
Jefe, el Coronel Bernardo Berro hasta el final de las hostilidades.
Coronel Agustín Cecilio de Urtubey Estrada, nació el 21 de noviembre de 1822, hijo del constituyente Agustín de
Urtubey Farías y de Concepción Estrada y Viana, Hombre en la paz dedicado a su
establecimiento rural de la sexta sección del departamento, apenas con
residencia ocasional en la ciudad capital, fue sin embargo uno de los
referentes del partido nacional, fundando incluso un periódico y convocando
para dirigirlo a su pariente Javier de Viana en 1890, para intentar contrarrestar
la prédica política que realizaba el escribano Urrutia desde las páginas de su
publicación “La Paz”.
Fue Diputado por el departamento de
Minas en la 9ª legislatura, de 1861 a 1864, Jefe Político y de Policía de Cerro
Largo entre 1875 y 1880 y más tarde es
nombrado Jefe Político y de Policía de Treinta y Tres en julio de 1887, (el
tercero luego de la creación del departamento en 1884, sucediendo a Lino
Arroyo), extendiéndose su mandato hasta marzo de 1890.
Abrazó la carrera de las armas a
los 2º años, en 1842, en el departamento de Cerro Largo y a órdenes del
comandante Joaquín Diego Pereyra, batallando al siguiente año en los numerosos
encuentros que el general Burgueño tuvo con el general Rivera en las
inmediaciones de Santa Lucía Chico.
Pocos meses después, Urtubey
figuraba en las tropas que vencieron al coronel Camacho, entre las que se
encontraban la División Florida y los jefes Burgueño y Dionisio Coronel. En los
años sucesivos, siguió prestando sus servicios a las órdenes del comandante Pereyra,
haciendo una azarosa, cruenta y larga campaña. Se encontró en el Sitio de
Minas, en el que fue rechazado el general Rivera tras tenaz resistencia.
Participó en la batalla de India Muerta, una de las más sangrientas de nuestras
luchas civiles.
En la campaña de 1851 tomó activa
parte, desempeñando importantes comisiones –como la conducción de
comunicaciones- para el general Oribe, con inminente riesgo de su vida.
En la revolución armada contra el
gobierno de Giró, Urtubey, ya capitán, reunió tropas en Minas y se dispuso para
la ofensiva. A poco, resolvió órdenes de disolver sus fuerzas, debido al
triunfo de los revolucionarios. Promovida la reacción a favor del gobierno de
Giró, el capitán Urtubey, comisionado por el coronel Lamas, entrevistó a algunos
jefes de prestigio y preparó la reunión de tropas, trabajos que fracasaron por
el sometimiento de las fuerzas revolucionarias del Norte.
En la revolución contra el
presidente Bustamante, Urtubey militó entre los defensores del poder
constituido, en calidad de ayudante del general Oribe.
En la contienda iniciada en 1857, a
órdenes del coronel Moreno, tomó parte en la acción de Cagancha; prestó sus
servicios durante toda la administración de Berro, en la que fue investido del
grado de teniente coronel, y por consiguiente en la guerra de Flores, que
terminó con el sitio a Paysandú y la muerte de Leandro Gómez.
Como jefe superior de la división
de Minas, militó en la campaña de 1870 con el general Timoteo Aparicio,
batiéndose en Severino, Corralito, Sauce y Manantiales; reunió nuevamente
tropas al producirse el movimiento del Quebracho en el 86, herido en Rocha, se
internó en Brasil.
La 3° División
Revolucionaria, entonces, tiene su bautismo de fuego casi de inmediato,
participando en Arbolito., en el flanco izquierdo apoyando al comandante Mena,
y en el fragor de la batalla, a Berro le matan el caballo en el momento de
ordenarse la retirada por falta de municiones, regresando a la posición del
Jefe de la misma, Urtubey, para quien esa batalla será la última acción en el
campo de guerra. En ese lugar, se entera
de la muerte de “Chiquito”, y comprueba que sus hijos Carlos, Pedro y Teodoro,
que le acompañan, resultaron ilesos.
Bernardo Gervasio Berro Bustamante, era casi 20 años más joven, nacido en 1840. Vástago también de una
familia patricia, hijo del Presidente Bernardo Prudencio Berro y sobrino nieto
del presbítero Dámaso Antonio Larrañaga. También desde muy joven toma las
armas; a los 18 años tiene su bautismo de fuego en el levantamiento del General
César Díaz que culmina con la conocida como “hecatombe de Quinteros”, y
continúa algunos años más en la actividad militar, la que cesa luego de la
victoria de Venancio Flores en el 65 y antes de la campaña de la Triple
Alianza.
Tras el asesinato de su padre en
1868, se radica en Buenos Aires donde se dedica al comercio, ya casado con
Jacinta Antuña y donde nacen algunos de sus hijos. Retorna a Uruguay y viene a
Treinta y Tres en el año de 1877, como administrador de la Sociedad Pastoril
Cebollatí, un emprendimiento de 18 suertes de estancia en las costas del
Cebollatí y la Laguna Merín, aunque ubica su hogar familiar en la joven ciudad
de Treinta y Tres donde nace el resto de su prole.
Bajo la Jefatura Política de
Urtubey, Berro acepta formar parte de los cuadros policiales, volviendo a
usufructuar un cargo similar luego de la gestión de Suárez, y llega a ser
comisario de la 3ª. Sección de Treinta y Tres, y más tarde integrante de la
escolta del propio Jefe Político, a pesar de ser de partidos diferentes.
Estando en ese cargo lo encuentra la revolución del 97, que abandona para
unirse a Saravia.
En las filas de
enfrente, como es sabido, uno de los
hermanos colorados de Aparicio Saravia, radicado en el departamento de Treinta
y Tres y con un prestigio de caudillo en ascenso cada vez más afianzado, de la
misma manera había reunido sus simpatizantes para ponerse a la orden del
ejército regular, y también mostrando su importante compromiso con la causa que
defiende, permite a sus hijos mayores acompañarle a la guerra.
Basilicio Saravia Da Rosa, el menor en edad de los personajes de que nos
ocupamos hoy, había nacido en 1853, según la tradición familiar en nuestro
país, según la documentación bautismal en “Arroio Grande”, en el estado de Río
Grande del Sur. Era el segundo hijo del
matrimonio conformado por Francisco Saravia (Chico) y Propicia Da Rosa, y como es
sabido, hermano de Aparicio, “Chiquito” y Francisco entre otros, por nombrar solo los
combatientes en las fuerzas revolucionarias, al frente de los cuales combatió
cada vez que el gobierno lo llamó a la batalla.
Gran comerciante, poderoso productor pecuario que llegó a poseer unas 30
mil cuadras pobladas. A partir de 1894, Basilicio comenzó a desarrollar una
intensa actividad política. Organizó la opinión colorada de la zona de Cerro
Largo y Treinta y Tres, convocando asambleas y hablando en actos públicos,
sentando imagen de caudillo y acrecentando su
influencia. En el 1897 Basilicio fue convocado al Ejército y se le
otorgó el grado de teniente coronel de Guardias Nacionales. El Jefe político y
comandante militar de 33, Angel Casalla, lo puso al frente de media división
del departamento, mientras la otra quedaba al mando de Gabriel Trelles; hizo
toda la campaña acompañado por sus cinco hijos varones de más edad. En el mes
de junio, ya firmada la paz, fue designado Jefe Político y de Policía de
Treinta y Tres y es quien entrega “el departamento” a los blancos cumpliendo la
condición del acuerdo, nombrándose en el cargo a Bernardo G. Berro tras un par
de meses en que lo ocupó Areco.
Tras la guerra del 4, vuelve Basilicio a ocupar nuevamente el cargo de
Jefe Político, en el que se mantendrá por una década entera, hasta 1914 cuando renuncia a causa de sus frecuentes
problemas cardíacos, que finalmente lo llevan a la tumba en el año 17.
Las semanas y los
encuentros se suceden, y varias veces los vecinos del Olimar, blancos y
colorados se enfrentan en combate, a
veces directo, otras con choques o refriegas menores. En Arbolito ya mencionado,
en Cerro Colorado, Cerros Blancos, Guaviyú, Cuñapirú, Hervidero, y finalmente
la Batalla de Aceguá, el 8 de julio, que en realidad no pasa de ser “un
barullo” al decir de muchos cronistas contemporáneos, pero en el marco del cuál
cae muerto Teodoro Berro, el hijo menor de Coronel.
Narrando el hecho algunos años más
tarde para “La Revista Uruguaya”, Berro escribió:
Se habían agotado las municiones y
había corrido sangre de mi sangre: mi valiente y querido hijo Teodoro había
caído gravemente herido... Corrí adonde estaba; lo examiné... Había recibido un
balazo en la parte izquierda de la frente.; tenía como un bulto en esa misma
sien, y me pareció que allí estaba la bala, haciéndomelo creer así algunos
compañeros, diciéndome que estaba atontado del golpe. ¡Pobre mi hijo tan
valiente, tan noble y grande en su desinteresada y patriótica sencillez: ya tus
labios no vivarían más á la santa causa que defendimos!; ¡ya no apostrofarían á
los miserables acobardados, ni sonreirían ante los mayores peligros! Tuve
esperanzas de que mi hijo viviría; busqué municiones y me preparé para
continuar la pelea, cuando vino el general y apretándome la mano, me dijo, con
los ojos llenos de lágrimas: “Lo acompaño en su dolor”.
Entonces recién me di cuenta de mi
horrible, eterna desgracia, y pedí licencia para ir á ver á mi hijo. Es una
página que no puedo continuar escribiendo ¡es tan triste!
Después de haber velado á mi hijo
fuimos a dar cristiana y patriótica sepultura á sus restos queridos, y al
enterrarlo, pronuncié las siguientes palabras:
¡Sangre de mi sangre, que todos los que llevan
tu nombre sepan honrarlo tan bien como tú lo has honrado y sirva á tu patria
tan bien como tú la has servido!
Obras en Paz
El tiempo pasa, la
revolución termina con el Pacto de Aceguá, y de acuerdo al mismo es nombrado
Jefe Político de Treinta y Tres el Coronel Bernardo Berro, cargo que ejerció
desde octubre de 1897 hasta marzo de 1903, en una localidad con enorme
influencia y poderío del máximo caudillo colorado del este del país, Basilicio
Saravia, quien cambiando transitoriamente la espada por las letras, monta un
periódico desde el cual prosigue la defensa de sus intereses partidarios.
|
Al centro de la foto, Bernardo Berro con su característica barba blanca. A su izquierda, el doctor Julio María Sanz, y a continuación el General Basilicio Saravia, entre otros integrantes de la comisión organizadora de la Exposición Ganadera |
Las heridas estaban
frescas: vecinos, parientes y amigos se habían enfrentado y causado mutuamente
serios daños difíciles de reparar. Y es en ese marco de cosas, cuando la
verdadera grandeza de los hombres emerge en la villa de los Treinta y Tres,
grandeza personificada en las actitudes y comportamiento de esos dos grandes
caudillos, el blanco Bernardo Berro y el colorado Basilicio Saravia.
Apenas meses habían
pasado –en el otoño de 1898- y a instancias de algunos vecinos, interesados en
restañar heridas y con gran visión de futuro, se constituye una comisión con
integrantes de ambos partidos políticos, con el propósito principal de “servir
a los intereses ganaderos de la zona, y promover la fundación de un centro
social con fines educativos y de instrucción”. Esa comisión, en la que
participaron el propio Jefe Político
Bernardo Berro y el veterano Agustín de Urtubey, otros blancos relevantes como
Luciano Macedo, Ricardo Areco y otros, y colorados de la talla de los Hontou,
los Tanco, y Luis Hierro Rivero quien fue secretario personal de Basilicio
Saravia durante toda la campaña del 97 y que no hay dudas que su participación
se debió al consejo y aprobación de su caudillo, quien por esos tiempos estaba
completamente abocado a reconstruir sus negocios e intereses particulares, que
habían sido descuidados por tanto tiempo.
De esa misma Comisión,
convocando para cada nuevo emprendimiento a más gente idónea para cada uno de
los temas, emanan como en un crisol de ideas, muchos de los emprendimientos de
progreso que marcan al Treinta y Tres pujante y progresista del 900, algunos
que se concretaron y otros que por diferentes razones quedaron sin ejecutarse.
El diputado Francisco
Ros, propone la canalización y navegación de los ríos Tacuarí, Cebollatí y Olimar
hasta la Laguna Merín para favorecer y profundizar el comercio con Rio Grande y
el Brasil todo;
Se presentan y ejecutan
los primeros proyectos zonales para la fundación de Colonias Agrícolas; otro
grupo se aboca a urgir la continuación del ferrocarril desde Nico Pérez hasta
la capital departamental.
En el área cultural, se
funda la primer biblioteca pública, se crea el Club Progreso, baluarte de
sociabilización y cultura que aún hoy a más de un siglo, aunque tímidamente,
continua vigente, se promueve la creación de una banda de música, se instaura
un grupo de animadores de fiestas y serenatas, se crea una sociedad recreativa
que tenía por objeto realizar fiestas camperas, bailes y representaciones
teatrales, etc.
Pero el punto más
trascendente, sin dudas de todo este período y del Progreso en la paz, como me
gusta llamarlo, ocurre el día 26 de agosto de 1901, cuando coinciden
personalmente ambos máximos caudillos Berro y Saravia, para conformar juntos
una misma comisión tendiente a la realización de una Exposición Feria Ganadera
local, tras sellar su compromiso de trabajar mancomunadamente por el futuro,
con un abrazo pleno de significado. La exposición se concreta tras más de un
año de trabajos, el 1° de enero de 1903.
Pocas semanas después,
otra vez revolución: primero el alzamiento del 3, y algunos meses después la
guerra del 4, que vuelve a enfrentar a vecinos y caudillos, postergando los
trabajos que se venían realizando mancomunadamente, entre ellos el más importante,
como lo era la construcción del puente sumergible sobre el Río Olimar, sin
dudas el proyecto más relevante y significativo para la sociedad toda que se
había propulsado desde esas comisiones.
Tras finalizar la guerra
con las consecuencias conocidas, otra vez se abrazan con miras al futuro
blancos y colorados, y en esta oportunidad tiene preponderante relevancia la
participación de Basilicio, tanto en su calidad de nuevo Jefe Político, como de
gestor de influencia ante el gobierno nacional para facilitar por ejemplo esa
obra del puente que estaba pendiente.
Dice una crónica de la
época: “Otra vez juntos, en el Centro Progreso, para seguir trabajando por el
deseado puente, allí están, alrededor de una mesa como si nada hubiera
sucedido, Bernardo Berro y Basilicio Saravia, Luis Hierro y Luciano Macedo,
Ramón de la Cerda y el Dr. Manuel Cacheiro. Feroces enemigos en la guerra,
amigos respetuosos en la paz”.
Cuando con la perspectiva
actual miramos el presente, sus pasiones y desencuentros no podemos menos que
preguntarnos:
¿Seremos capaces los
hombres de hoy de seguir los ejemplos históricos que nos legaron aquellos que a
principios del siglo pasado, sabían unir los colores que llevaban en su pasión
cuando el progreso lo requería, pese que aún tenían olor a sangre, pólvora y
lágrimas en sus manos?