José María Obaldía, el maestro narrador
José María Obaldía Lago, el “Tronco” como le apodaban cariñosamente sus amigos desde su adolescencia fue y es sin dudas uno de los máximos referentes de la cultura comarcana, no solamente por su nutrido trabajo literario, sino también porque pese a sus más de 70 años de desarraigo, en la mayor parte de su obra y en su propio accionar cotidiano, a lo largo de su vida demostró permanentemente su amor por el pago olimareño y su recuerdo, pertenencia e identificación con Treinta y Tres.
Obaldía nació en nuestra ciudad capital el 16 de agosto de 1925, donde transcurrió su primera infancia. Concurrió a la escuela Nº 1 y una vez finalizada la misma abandona sus estudios, como él mismo lo explica en una brillante entrevista concedida al periodista Cesar Di Candia: “... a los trece o catorce años ya tenía unas ganas bárbaras de trabajar. Yo tenía mis gastos y precisaba dinero. Fumaba a escondidas, jugaba al billar que costaba no me acuerdo cuanto la hora y alquilaba bicicletas que estaba muy de moda en el pueblo. Por eso trabajé en mucha cosa. Cuando estuve pasando una temporada en Montevideo, agarré como repartidor de una farmacia y luego de una panadería y de un almacén. Después estuve meses trabajando de ayudante de camionero en la zona de Rio Negro donde estaban haciendo la represa.”Siguiendo su propio relato, posteriormente se vino a trabajar a Vergara en la estación de tren, donde tenía parientes que le consiguieron como “meritorio”, lo que significaba trabajar sin remuneración a la espera de ser contratado, pero le convencieron, en 1943, de ingresar al liceo a terminar sus estudios, así que vuelve a Treinta y Tres a sus 18 años, con ese propósito, período en el cual se desempeña además como ayudante de notario, teniendo por esta razón que viajar regularmente por la campaña olimareña, tomando contacto con el paisaje y su gente.
Ya finalizando el secundario, Obaldía obtiene una beca económica para continuar sus estudios de preparatorios en Montevideo, y a la finalización de los mismos a pesar de sus aspiraciones por estudiar medicina, se decide por hacer la carrera de magisterio.
Culmina la misma y desarrolla toda su carrera docente en la capital del país hasta que en épocas de la dictadura, es destituido, no volviendo a ejercer el magisterio desde ese momento. En esas oscuras épocas de la historia de nuestro país, trabaja redactando las páginas de historia de la revista “Charoná” (aunque sin firmarlas, obviamente), y comienza su actividad radial, en Radio Sarandí, en un programa en el que contaba cuentos, a consecuencia del cual nace un trabajo editado por Sondor, en 1982, denominado “De los pagos de Obaldía”, con una selección de cuentos narrados en el que se destaca, sin dudas, la versión del Descubrimiento de América según Felipe González, y que tuvo también un éxito inmediato.
La veta literaria
Obaldía llega a la literatura, según sus propias palabras, a causa de su profesión. En los primeros años de docencia, utiliza la narración oral de cuentos y anécdotas de su infancia y de historias oídas en su adolescencia y primera juventud, como instrumento didáctico y forma de concitar la atención de sus alumnos.
A este respecto, señala en una entrevista que “la clase quedaba en un silencio total, y eso llamó la atención de otros maestros que me fueron pidiendo que contara los cuentos también para sus clases, lo que finalmente sucedió, y uno de esos maestros fue quien me impulsó a que los escribiera y publicara un libro”.
Ese primer libro, conocido seguramente por todos, titulado “Veinte mentiras de verdad”, fue editado por primera vez en 1971 y se convirtió en un éxito inmediato, que ocasionó que Obaldía iniciara sus charlas y conferencias en las escuelas, actividad que con las limitaciones propias de la edad mantuvo hasta edad muy avanzada.
Después vinieron otros libros y canciones, algunas de las cuales incluso fueron cantadas por renombrados artistas como Los Olimareños, cuyo primer disco incluía una zamba de Obaldía titulada “Zamba del Olimar” y Teresita Minetti, Los del Yerbal, Los Hidalgos, Wilson Prieto, Ricardo Comba, etc. Su obra, mayormente de temática rural, abarca la poesía, el cuento, la novela y la literatura infantil.
El privilegió en su trayectoria el rescate de los narradores orales, esos hombres tan cercanos a los fogones de los payadores como lejanos a la literatura, recrean el mundo con libertad equivalente a la del creador.
Se destacó como ya vimos como narrador oral, gracias a su experiencia acumulada en sus primeros años de vida en las zonas rurales del departamento de Treinta y Tres. Julio da Rosa decía de él que era capaz de “contar sabrosamente como pocos hemos sentido”.
Incursionó además en otras corrientes, emanando de su pluma fértil más de una docena de libros y cientos de páginas publicadas en revistas y periódicos, sonetos y ensayos.
Mediados los años 80, es invitado por la Academia Nacional de Letras a trabajar en la Comisión de Lexicografía, convocado en principio para “explicar” algunas palabras incluidas en su primer libro, que se tratan de vocablos o expresiones usadas particularmente en nuestra zona. Los trabajos se extienden por un tiempo, y en textos de otros autores de la zona van surgiendo nuevas palabras que ameritan su estudio, lo que desemboca en un muy interesante trabajo que Obaldía publica luego bajo el nombre de “El habla del pago” y que se convierte en su segundo libro más veces editado.
Ingresa como miembro de la Academia en 1994, recibido por su coterráneo y amigo Julio C. Da Rosa, y ocupa la presidencia de la misma durante dos períodos, desde 1999 a 2003. Fue Académico Honorario de la Academia de la Cultura de Curitiba (Brasil) y Miembro Correspondiente de las Academias: Chilena de la Lengua, Argentina de Letras, Norteamericana de la Lengua Española y Real Academia Española. Recibió varios premios en concursos literarios dentro y fuera del país, y actuó como jurado en muchos de ellos, auspiciados por Intendencias Municipales, Ministerio de Educación, Club Banco de Seguros, Cámara del Libro, Fundación Lolita Rubial, etc.
Recibió la “Guitarra Olimareña” en el marco del Festival del año 2001, en un reconocimiento justo y merecido que su pueblo le debía a quien ha sido testigo y contador de las cosas de Treinta y Tres.
Falleció pocos días antes de cumplir un siglo. Con noventa y nueve años a cuestas, dueño todavía de una lucidez envidiable, Obaldía pensaba en volver a Treinta y Tres en cada ocasión posible.
Hablando al respecto, en una entrevista del año 2001, el maestro expresaba que “Treinta y Tres tiene un identidad propia. La vinculación con el medio, con el paisaje, los gratos recuerdos de infancia, el Olimar y el Yerbal van entrando en la personalidad y crean un perfil muy particular. En Treinta y Tres siempre han ocurrido hechos que permitieron que eso se mantuviera latente y con un latir muy cálido. Uno piensa en los escritores, los poetas, en los guitarreros, los acordeonistas que uno escuchó de gurí y todo eso integra una realidad que bien puede llamarse identidad comarcana, una sustancia del pago, un sentir olimareño”.