lunes, 17 de febrero de 2025

Fructuoso Del Puerto

 

Un nombre, dos hombres de prestigio e influencia regional

 

                                Nuestras tierras treintaitresinas han sido, sin dudas, aun desde antes de ser un departamento constituido, hogar de una estirpe de hombres destacados que el tiempo se ha ocupado de relegar al pasado, y a lo sumo la memoria de la historia les recuerda con el nombre de alguna calle, nombre que la mayor parte de las veces ni siquiera quienes transitan por esa vía de tránsito asiduamente, tenemos cabal conocimiento de quién fue esa persona y que méritos generó en vida.

                                El hecho de realizar una nominación de este tipo sin dudas contiene además del

Fructuoso del Puerto Silveira

homenaje en si, el propósito de inmortalizar una persona, y no merece ese olvido ni ese desconocimiento. Esta es una de las razones que me impulsó a realizar algunas investigaciones respecto a personas del nomenclátor capitalino, hijos de estos suelos o de destacada participación en hechos del viejo Treinta y Tres.

                                Uno de esos casos, posiblemente el más emblemático, es el de quien le da nombre al bulevar de ingreso a nuestra ciudad cuando atravesamos el Olimar por el “puente nuevo”, Fructuoso del Puerto, que sin dudas se refiere al caudillo nacionalista fallecido en 1914, pero que también recuerda a su padre, del mismo nombre, de trágico final en circunstancias aún no esclarecidas.

                                Fructuoso del Puerto Silveira, el padre, fue asesinado mientras ocupaba el cargo de Alcalde Ordinario de nuestra ciudad, en el año 1873, en un episodio confuso, cuando en medio de un clima político departamental muy tirante entre dos bandos, uno de los cuales tenía precisamente a Del Puerto como uno de sus cabecillas, y el otro a Lucas Urrutia y al cura Ramón Rodríguez, se produce un tiroteo en pleno centro treintaitresino, con el saldo de varias personas heridas y el mencionado Del Puerto, muerto.

                                El incidente según escribe Luciano Obaldía Goyeneche en su libro “El Solar Olimareño” (Montevideo, 1970, Imp. Don Bosco), basado en un testimonio escrito del testigo presencial del hecho don Faustino Hoz Rigada, da comienzo cuando Elías Uriarte, amigo del Del Puerto y contrario de Urrutia, pide permiso al Comisario Domingo Ferreira para realizar una manifestación por las calles de la Villa, permiso que se niega por el mencionado jerarca policial, que sospechaba que ese acto podría acarrear consecuencias no deseadas. La situación entre los dos bandos políticos era muy tensa. Recientemente había asumido una nueva Comisión Auxiliar encabezada por Del Puerto que sustituyó a la anterior, que presidió Ramón Rodriguez y de la que fue secretario Lucas Urritia, y Del Puerto y sus compañeros de gobierno, Dionisio Vaco, Anselmo Basaldúa y el mencionado Uriarte, inciaron su período pidiendo las cuentas y los archivos a la comisión anterior, con lo cual se había alejado aún más las posiciones entre los grupos.

                                En definitiva, a pesar de la negativa policial, la manifestación se realizó, reuniéndose según la crónica unas 300 personas encabezadas por Del Puerto y Uriarte, que recorrieron algunas calles céntricas, hasta llegar frente a la plaza frente a la comisaría, el Comisario que esperaba con sus policías “en el cordón de la vereda, armados con fusil y de bayoneta calada”, increpó a los manifestantes acusándoles de desacato, y mientras se realizaba la discusión a gritos, uno de los guardiaciviles con la punta de su bayoneta levantaba los ponchos de los paisanos, ante lo cual Brígido Lago, indignado, le tiró un tiro de revólver sin dar en el blanco. Fue, según cuenta Hoz, el detonante para un intenso tiroteo que terminó con las consecuencias antes mencionadas.

                                    Nunca se supo, ni se sabrá, quién disparó el arma que mató a Del Puerto. El relato se ha contado por años, con distintos posibles culpables del tiro en la nuca que le quitó la vida. Algunos afirmaban que la policía tenía orden de matar a Del Puerto, otros hablaron de algún enemigo político infiltrado en la manifestación, y hubo también quienes afirmaban que había sido un tiro infeliz disparado por algún amigo, una trágica confusión en el fragor de la lucha desatada, e incluso hubo quien acusó al propio cura Rodríguez de haberse asomado a la parroquia y realizar el disparo mortal con su rifle. Años más tarde, cuando se realizó la reducción de los restos de Del Puerto para ser trasladados desde el cementerio de La Soledad próximo a desmantelarse, se comprobó que el proyectil que le causó la muerte, a juzgar por el calibre, podría haber pertenecido a ese conocido rifle, aunque no es muy creíble que haya sido Rodríguez.

En tiempos modernos nunca se pudo localizar el lugar de descanso en el cementerio nuevo, a donde suponíamos había sido trasladado. Pistas recientes, entre ellas un documento donde consta la compra y tenencia de un sitio y sepulcro por parte de su viuda, doña Faustina Pimienta en el llamado "Cementerio de los Téliz", próximo a sus posesiones rurales y situado actualmente en la décima sección de Lavalleja, permiten pensar que el traslado de la urna con sus restos haya sido realizado hasta ese panteón que su esposa había adquirido, hecho que no se ha podido comprobar por falta de documentos que lo certifiquen, y por es estado totalmente deteriorado en que se encuentra el sitio de referencia.

 

Fructuoso del Puerto Pimienta

Fructuoso del Puerto Pimienta

                                 Apenas poco más de un año contaba el hijo homónimo del occiso Del Puerto Silveira y de doña Faustina Pimienta Molina cuando quedó huérfano, siendo el tercer hijo del matrimonio.

                                Según narraciones de la época, Fructuoso se crió en el establecimiento rural familiar, bajo el ojo atento y severo de doña Faustina, donde aprendió desde niño las tareas agropecuarias con los trabajadores del establecimiento. Cuando contó con edad suficiente, concurrió en nuestra ciudad a la escuela de Jaime Pedrerol Vall, completando los seis años escolares y volviendo a su hogar en campaña. Según una de sus biógrafos, su familiar Viterba Del Puerto, al oponerse su madre a permitirle continuar sus estudios en Montevideo, se dedica a las faenas rurales y muy jovencito se hace cargo del enorme establecimiento rural ubicado en la costa del arroyo Corrales, entonces departamento de Minas.

                                Es en esa etapa, sin dudas, que se forja su férreo carácter, se tiempla su voluntad, y comienzan a vislumbrarse sus dotes de caudillo, acostumbrándose a dirigir hombres en el trabajo, y nutriendo su intelecto y su opinión con influencias como la de su abuelo Basilio Pimienta o la de su pariente Constancio C. Vigil, y la memoria de honestidad y rectitud moral de su padre.

                                Apenas con 19 años de edad, se enrola en las filas nacionalistas comandadas por el Coronel Agustin Urtubey, ante el rumor de revolución que corría en la primavera de 1891, que secretamente venía liderando, entre otros Duvimioso Terra. En los días previos a la fecha fijada, su proximidad al entorno de Urtubey le permite demostrar su valentía y viveza criolla. La revolución del 11 de octubre de 1891 muere prácticamente antes de nacer, cuando las fuerzas del gobierno en una maniobra coordinada desactivan el peligro apresando a sus cabecillas y organizadores. A raíz de este hecho, se ordena la detención del Coronel Urtubey y la del delegado de la Junta de Guerra que estaba de visita en la estancia del jefe blanco, Antonio Gotuzzo, quien era la verdadera presa deseada por el ejército gubernista. En un despliegue de coraje y baquía, Del Puerto logra “sacar” al perseguido del pueblo a pesar de la vigiancia a que estaba sometido, y llevarlo por caminos poco transitados hasta Nico Pérez, donde Gotuzzo pudo tomar el tren de incógnito a Montevideo, para luego exiliarse a salvo en Buenos Aires. Este hecho, sin dudas, marca el inicio del prestigio de Del Puerto, y el comienzo de su carrera política y de armas al servicio del Partido Nacional.

                                Un año más tarde, a sus 20 años, se cuenta entre los fundadores del periódico “La Verdad”, junto a Javier de Viana y con el patrocinio de Urtubey, defendiendo las ideas nacionalistas y enfrentando a Joaquín Suarez, entonces Jefe Político de Treinta y Tres.

                                Algunos años más tarde, en la revolución del 96, nuevamente se suma a las fuerzas
del veterano Urtubey que se habían reunido en Yaguarón para invadir en la fecha anunciada, aunque ni siquiera llegan a marchar cuando la asonada se acalla. La del 97, contando tan solo con 25 años, lo encuentra integrando las fuerzas treintaitresinas del Coronel Francisco Saravia, hermano de Aparicio, quien a su vez estaba a las órdenes del jefe arachán Alejandro Borche, comandante de la División Cerro Largo. Luego del inicio de las hostilidades, y habiéndose incorporado al ejército revolucionario la División Treinta y Tres al mando primero de Urtubey y luego del coronel Bernardo Berro, Del Puerto pide pase a la misma, y ya figurando como teniente es herido en la pierna derecha en la batalla de Cerros Blancos.

                                Finalizada la revolución del 97 con el Pacto de la Cruz en setiembre, vuelve a la paz de su estancia con el grado de comandante, donde lo aclaman y se destaca como persona leal, ecuánime, y justiciero.  Cuenta la tradición que en su casa nunca miró credos políticos, recibiendo y tratando por igual a unos y otros, afirmando aún más su fama de bondad y rectitud.

                                Al tiempo que en épocas de paz continúa ascendiendo su personalidad en la consideración popular, el prestigio como conductor de hombres y dirigente político de valía también persiste en ascenso. Fue presidente de la Junta Económico Administrativa (JEA) en la que actuó junto a los doctores Furriol, Oliveres, Braulio Tanco, Luciano Macedo y Fermín Hontou, entre otros, donde conforma una comisión popular con el proyecto de construir un puente sobre el Olimar, que culminaría años más tarde con la inauguración del puente sumergible.

                                Y llega la revolución de 1904, donde es convocado por su antiguo Jefe Francisco “Pancho” Saravia para ungir como segundo jefe de la División Cerro Largo, puesto que ocupó siendo depositario de la total confianza de su jefe, reemplazándole a satisfacción en varias etapas importantes, reafirmando de esa manera su prestigio de caudillo. Saravia es herido en Illescas, y la división queda a cargo de Del Puerto, quien enfrenta con éxito a la vanguardia de Muniz en el Paso del Conventos, en Melo y lleva a buen término otras acciones menos relevantes.

                                 El mismo día que fue herido mortalmente el General Aparicio Saravia, en el mismo campo de batalle es herido nuevamente Fructuoso del Puerto, ve morir varios de sus jefes y compañeros más apreciados, como Yarza, Antonio Mena o Guillermo García, también de la División 33, y es trasladado a curarse a tierras brasileñas.

                                Vuelto a la paz, en 1905, triunfa nuevamente en las luchas cívicas resultando electo otra vez para la JEA, propugnando siempre por el progreso y futuro de la localidad, hasta que nuevamente en 1910 el partido lo llama a revolución, esta vez como Jefe de la División N° 10, tras la muerte de “Pancho” Saravia. A su convocatoria, junta unos 600 hombres, con quienes concurre a reunirse con el grueso del ejercito comandado por Basilio Muñoz y Nepomuceno Saravia. Tras algunas escaramuzas, y ya con las tratativas de paz en marcha, le toca defenderse del ataque gubernista en el Cerro Copetón, en Rivera, que consistirá en la última batalla de esa fracasada revolución.

Testimoniando su importancia política, en 1925 la lista 3 del Partido Nacional se presentaba con las fotos de 5 importantes caudillos blancos desaparecidos: Agustón Urtubey, Bernardo G. Berro, Aparicio y Francisco (Pancho) Saravia y Fructuoso del Puerto. 

                                Otra vez en tiempos de paz, vuelto a su estancia y a su actividad política. estando en la cúspide de su prestigio ya a nivel nacional, enferma y muere en Montevideo a la edad de 42 años, en 1914, ante la consternación de todo el nacionalismo que reconoce esa pérdida como “uno de los mejores servidores”, calificándole como “apóstol de la verdad, de las nobles acciones e integridad”.

                                    Treinta y tres fue su cuna, a la que amó, mezclando los afectos del terruño y de la patria con el amor de la familia  y del hogar. Al decir de su amigo Javier De Viana, en su discurso de despedida en el cementerio: “ciudadano de puras virtudes, enseña inmaculada del nacionalismo.”

 

 

domingo, 16 de febrero de 2025

Entre mitos y mojones: teorías y realidades

                    En los confines del Barrio Libertad, entre el Camino de las Tropas que va a la Laguna de Arnaud y la vía férrea, hace muchos años ya se estableció una plazoleta para jerarquizar y conservar el antiguo mojón existente en el lugar. La misma, que además de contener una serie de juegos infantiles, conforma un muy lindo entorno de descanso y pasaje peatonal, cuenta además con un monumento en hormigón con la representación grabada del primer plano de la ciudad de Treinta y Tres mesurado por el Agrimensor Travieso en el que se destaca la leyenda que dice “Plano Fundacional de Treinta y Tres” 
                 
   
El mojón propiamente dicho, una construcción de ladrillo que escasamente se levanta más de un metro sobre el piso, tiene desde entonces en una de sus caras una placa de bronce que dice escuetamente “Homenaje a los fundadores – 1853 – 10 – 3 -1978”, aludiendo inequívocamente a la fecha de fundación de nuestra ciudad y la fecha de 1978 (cumpliendo los 125 años exactos de la fundación), me animan a suponer con seguridad aunque no lo he confirmado documentalmente, que haya sido en esa fecha que se realizó el diseño y parquización de la mencionada plazoleta. 


                      Estos dos elementos de conmemoración histórica antes mencionados, la placa en el mojón y el cartel de hormigón, y –porqué no- una cuota de desinformación de las autoridades que realizaron esa obra, han llevado que mucha gente tenga el convencimiento que ese antiguo mojón es uno de los “mojones fundacionales” que se habrían erigido durante las mensuras y delimitación del pueblo de Treinta y Tres, lo que no es correcto. Como se demuestra en la foto satelital que ha sido sobre escrita y que acompaña estas líneas, ninguno de los dos planos “fundacionales” cuyas copias también se adjuntan, ni el levantado por Joaquín Travieso en 1855 (la legua cuadrada y 63 manzanas) ni el de Amorín y Brun de 1862 (que demarca las chacras y aumenta el amanzanamiento a casi el doble, 121 manzanas), coinciden en ninguno de sus puntos de referencia con la ubicación del mojón que nos ocupa. 
                    A pesar de que existe alguna versión de la tradición oral que indica que el mismo estaría marcando el límite de las propiedades de los Teliz y los Medina, a cuyas sucesiones como es sabido la Sociedad Fundadora les adquirió la legua cuadrada donde se erigió el pueblo, sin dudas la explicación más razonable de la existencia del elemento de demarcación, es la sentencia judicial definitiva del largo juicio favorable a “el pueblo de Treinta y Tres” contra Lucas Urrutia y otros por la posesión de las tierras del Ejido, que en su enunciación devuelve los derechos de propiedad a la sociedad olimareña, obligando a quienes se habían adueñado de las casi 150 hectáreas y que lo habían alambrado para uso propio (Lucas Urrutia, Domingo Ferreira, Claudio Arnaud y Domingo Goyenola), dejarlo libre para el uso popular. Según informa Francisco N. Oliveres en su libro titulado “Los pleitos sobre el ejido”, de 1929, a pedido del Fiscal de la época, se mandaron construir mojones que delimitaran en toda su extensión el terreno del Ejido al oeste de la población “en el paraje denominado Los Ceibos”. El mismo límite que en su mensura de 25 años atrás, Amorín y Brun había hecho coincidir con el punto máximo de la creciente del Olimar.

                    Por otra parte, Luciano Obaldía Goyeneche en su obra “El solar olimareño” de 1970, también menciona el mojón que nos ocupa, señalando que “fue colocado por orden judicial en el pleito que seguían varios vecinos de ese entonces contra Lucas Urrutia. 
                    En mi opinión, con estas dos pruebas testimoniales y la demostración gráfica de la ubicación de los planos, queda demostrado sin dudas razonables, que el mojón de la plazoleta no es de ninguna manera un “mojón fundacional”, sino una demarcación construida 35 años después de la fundación de nuestra ciudad. En definitiva, un mito urbano que es falso. 

  El Mojón “del centro” 


                     En un predio particular, enfrente a la Plaza 19 de abril, concretamente en el patio de la casa lindera al edificio de la Jefatura de Policía, existe otra construcción de tipo mojón, que no guarda similitudes de ningún tipo con el que veníamos describiendo anteriormente: es más fino, más alto, y en una de sus caras está recubierto con losas de piedra laja, y en esa misma cara se aprecia claramente en su diseño, una inscripción con el Nº 33, y los dibujos de una cruz y una espada cruzadas entre sí, y que ha dado pie para crear opinión en el sentido que ese sí sería un mojón fundacional. 


                    Circulan versiones que inclusive aseguran que desde ese punto comenzaron las mensuras de la cuadrícula de manzanas para conformar el pueblo los agrimensores que, como ya mencionamos anteriormente, realizaron los planos originales. 
                    Hay un par de razones que en principio hacen dudar del origen fundacional de este elemento, y considerar esa versión como otro mito urbano. La primera de ellas, es que no está en el centro de las demarcaciones realizadas por los agrimensores delineantes: está a unos 80 metros al este y 12 metros al sur del punto donde se cruzan las diagonales de las manzanas que figuran en los planos de Travieso y Amorín y Brun, hecho que fue comprobado a mi solicitud por un par de agrimensores radicados en nuestra ciudad. La segunda, es que –como se puede apreciar en una de las fotos que acompaña estas líneas-, un par de metros más atrás del mismo hay otro, prácticamente del mismo tamaño pero sin recubrir, lo que hace pensar que originariamente fueron construidos ambos a la vez con un propósito que no es el de servir de punto de mensura. 
                    Sin embargo, la dueña de la casa que se crió allí y algunas vecinas que acompañaban juegos infantiles en el mencionado patio, nos han asegurado fehacientemente que –al menos el recubrimiento ornado, fue obra del recordado escultor olimareño Ramón Rubiños, reconocido por la utilización de la piedra laja en sus obras, quién realizó el trabajo por cuenta del dueño de casa en el entorno de los años 60. Una de las personas informantes, además, recuerda tener foto de un día de juegos en torno a la construcción, cuando aún no había sido recubierta. Los testimonios tampoco aseguran el significado del trabajo, aún cuando cabe suponer que el número Treinta y Tres alude a la ciudad, y la espada y la cruz entrecruzadas estarían simbolizando la unión del militar Dionisio Coronel con el párroco José Reventós, para la fundación de nuestra ciudad. Hay, incluso, quienes le dan una simbología relacionada con la masonería, de la cual no tengo ningún testimonio valido en ese sentido.
                    Confirmando estos datos, en la grabación en video de una entrevista realizada por la periodista Daniela Lemes al propio artista Rubiños, ésta le interroga acerca del referido mojón, y Rubiños sostiene que él lo hizo a requerimiento del escribano Isabelino Suárez, que ignora el significado exacto del diseño pedido, y que se encontraba sin finalizar porque Suárez así lo dispuso. 

El mojón de la cuchilla 


                        Existe un tercer mojón, éste ya lejos de la ciudad, a escasas cinco leguas en las estribaciones suroeste de la Cuchilla de Dionisio, perdido solitariamente en medio del campo y junto al camino que lleva a la escuela Nº 23, al que también se le atribuyen varios orígenes. 
                        La versión más confiable, sin dudas, es la que teoriza que ésta construcción data de finales de la década de 1870, en ocasión de la visita de monseñor Jacinto Vera, primer obispo de Montevideo, que en el marco de su recorrido por la zona este del país, realizó en ese lugar una misa, efectuando casamientos y bautizos entre los pobladores de la zona. 
                            Algunos veteranos pobladores de la zona consultados, han sido coincidentes en afirmar que el mojón que hoy existe durante muchos años tuvo en su vértice superior, una cruz de madera, de la que dieron cuenta el tiempo y la intemperie, y que al menos en una ocasión durante el siglo XX, fue restaurado con revoque nuevo para procurar su buena conservación. 
                            Las otras versiones, una que lo señala como determinando el límite entre las posesiones de Juan Francisco Medina y Antonio De La Quintana a principios del siglo XIX, y otra que establece un origen más moderno, como mojón de mensura de un trabajo de fotografía aérea realizado por el ejército nacional a mediados de los años 60 del siglo pasado, no parecen tener mayor veracidad.                                     Quizá haya en algún otro lugar del departamento otros mojones cuyo origen esté tan mitificado como en el caso de estos tres que mencionamos, pero en el caso de este último, por ejemplo y aunque no les conozco personalmente, tengo datos de la existencia de al menos otro muy similar en la 13ª sección de Cerro Largo, en las proximidades de Cañada Grande.

viernes, 14 de febrero de 2025

Tras un tiempo de abandono...

Volvemos hoy con un par de nuevas entradas al blog que teníamos abandonado en su cotidaneidad desde hace poco más de dos años, cuando estando en plena pandemia debí optar en utilizar mi tiempo de una manera más productiva económicamente, relegando la continuidad de las publicaciones en esta página. Este verano del 25, superadas ya las contingencias que provocaron esa decisión comentada, intentaré ponerme al día paulatinamente con algunos de los artículos más relevantes publicados en la prensa local, y otras aún inéditos, escritos simplemente para formar parte de esta recopilacion de historias y noticias "e ainda mais", al decir de los vecinos del nordeste... Esperemos pues, que esta continuidad que pretendemos, a partir de ahora, tome vuelo y nos permita retomar el contacto anhelado. Saludos a todos