viernes, 17 de marzo de 2017

Traición y heroísmo entre Yaguarón y Río Branco

Sucesos de la Revolución del 97 en la frontera 

HECHOS EN LA VILLA DE ARTIGAS, NARRADOS POR EL PATRIOTA DN. ISMAEL VELAZQUEZ.


1.
En octubre de 1896, vino el comandante Antonio Mena, al Departamento de Cerro largo, a invitar a los correligionarios para el movimiento que debía producirse desde Buenos Aires. Con ese motivo fui a Melo, á indicación de Navarrete y para evitar que la venida de Mena á Artigas llamase la atención de las autoridades.

Revolucionarios del 97

En Melo tuve una conferencia con el Sr. Mena y en ella nos manifestó que venía mandado por la Junta de Guerra que allí se había organizado y había resuelto producir el movimiento: que esa Junta prescindía del Directorio, porque, éste no creía aún oportuno dicho movimiento: que. venía por tanto a ver si los correligionarios estábamos dispuestos, si teníamos elementos, etc. Le contesté, que yo y mis amigos, no entrábamos en nada que no revistiera seriedad y fuera ordenado por los hombres principales del partido y que me extrañaba no figuraran muchos de esos hombres, ni el Directorio, que nada por ellos sabíamos y que no teníamos elementos ningunos, ni a nadie habíamos visto; pero que trataríamos de ponernos al habla con el Directorio y otros amigos.
En seguida se le escribió de Melo al Directorio y yo en seguida de regresar a ésta, telegrafié hasta por tercera vez, -por el Brasil- al Dr. Terra sin obtener contestación.
También, nos dijo, el Sr. Mena, que iba a entenderse con el general Saravia, pues no lo daba aún como resuelto a la empresa, y que nos avisaría.
Nada más sé nos comunicó, hasta el 20 de noviembre en que vino el Sr. Dalmiro Coronel a decirnos que el movimiento sería el 24, sin dar explicaciones ni adelantar nada. Vino el 22 el telegrama circular del Directorio y como era consiguiente, por él y lo irregular del procedimiento con que se había procedido, nos abstuvimos. N o sé si haber procedido así, fue causa de que nada se nos comunicase respecto al segundo movimiento que se preparaba.
En el deseo, por mi parte, de conocer lo que hubiera, para prestar mi concurso y el de mis amigos si así lo creían, pedí a D. Pedro Nones fuese á Bagé y se informara del mismo general Saravia; fue entonces cuando supimos que efectivamente se trataba de invadir.
Entonces pensé ir personalmente a Bagé a entenderme con el General; pero exigiéndoseme de Montevideo que debía con urgencia bajar allí para una comisión que creía el presidente del Directorio y otros amigos que yo podría desempeñar, resolví ir yo a Montevideo y que fuese el comandante Borche á Bagé, como efectivamente se hizo, saliendo Borche el 31 de Enero para Bagé y yo el 3 de Febrero para Montevideo, donde llegué el 5, día precisamente en que parece había quedado organizado en Buenos Aires el Comité, según comunicación del Dr. D. Juan José de Herrera al Dr. Berinduague.
Era mi propósito ir a Buenos Aires, pero se nos exigió a mí y otro amigo regresar inmediatamente al Departamento, á objeto de llenar la misión para que se nos había llamado, lo que no dio resultado.
En mi estadía en Montevideo, tuve una conferencia con el coronel Saura á objeto de que él viniera a Yaguarón para organizar los elementos que allí debíamos reunir, pues de eso habíamos hablado ya antes con el Dr. Terra, cuando se trató de otro movimiento el 95. El coronel Saura me manifestó que le habían ya indicado otro puesto, pero que, si le ordenaban, vendría; pero otros amigos entendieron que era preciso ahí. Yo lo había indicado desde antes al coronel Saura, porqué veía la falta de un jefe superior para nuestros elementos aquí y porque sabía que sería bien aceptado.
A mi regreso a ésta, tratamos con Borche y Navarrete de ir organizando y proporcionándonos los elementos precisos. Estaba de comisario aquí, el mayor Angel Muniz, quién desde el primer momento se manifestó resueltamente dispuesto a la revolución; pero a mediados de febrero, el general Muniz le ordenó que entregara la Comisaría al coronel Estomba y se incorporara a la División, mandando al coronel Aguiar para que diera posesión a Estomba. El mayor Muniz desacató la orden y pasó esa noche para el Brasil Con veinte hombres armados, incidente que no me fue posible evitar y de ello resultó que tuve también que emigrar ese día y nos desconcertó, como era consiguiente nuestros trabajos aquí.  En esos días, el general Saravia mandó a los comandantes Noblía y Tomás Borche á objeto de indicar que los elementos de aquí, debían subir a San Luis, por el Brasil, para pasar allí; pero se observó que había inconvenientes, porque existía gente que había que hacerla emigrar primero para seguir después por la frontera. Además, que la gente que debía invadir aquí tenía que incorporarla a la que estaba en estas inmediaciones y seguir a reunirse a los coroneles Berro y Jara en el Departamento de 33.
El 3 de marzo, se recibió orden de estar prontos y el 4 de invadir.  En la noche del 4, mismo, se hizo pasar al mayor Muniz con 30 hombres, emboscándose en el monte de Yaguarón, dónde fue descubierto de mañana por las fuerzas del coronel Estomba, la que fue batida por el mayor Muniz, tomado herido al oficial, algunos prisioneros, caballos, etc. El coronel Estomba, creyendo que ya estaban todos los revolucionarios en el país se retiró· precipitadamente hacia Tacuarí. El mismo día 5, pasó el resto de la gente con el comandante Borche, Navarrete y Saavedra, con 300 hombres. En vista de haber sido abandonado Artigas se resolvió entrar el 6, no con el propósito de dejar guarnición pues, la división debía seguir inmediatamente a buscar la incorporación de otras partidas e ir al encuentro del general Saravia pues el coronel Berro ya se sabía que estaba en 33.
Cómo se supo que Estomba había seguido precipitadamente retirándose, se acordó formar una ligera guarnición con la gente que había quedado en Yaguarón por falta de recados y armas.
Marchó pues la división y se hizo pasar el 8; algunos de Yaguarón se consiguieron 3 armas, y ese fue el plantel que estuvo así algunos días, hasta que se fueron consiguiendo más armas en vista de que los del gobierno que había en Yaguarón no intentaban nada.
Se nombró recaudador de Rentas a Don Rodolfo Paseyro y se fue aumentando la guarnición así que se obtenían armas, lo que era difícil, puesto que no las había en Yaguarón, porque se habían comprado todas para la división.



2.
Días, después, se presentó el coronel F. Jara con 20 y tantos hombres a quienes se les proporcionó algunos recursos; como se suponía la División ya incorporada por el Rio Negro, acordamos que él, reuniese algunas partidas que estaban por Yerbales y Parado, resolviendo seguir Jara al Rincón de Ramírez para reunirlas, pero; en esa circunstancia, recibió aviso de Borche que había retrocedido e hicieron conjunción por Arroyo Malo. Las causas que se dieron para no incorporarse al general Saravia era la de haberse éste internado y falta de caballadas, conservándose éste por Centurión, Melo y otros puntos. En esas circunstancias, hubo la pelea de Arbolito y enseguida de ella, el 20, vino aquí, el mayor Derquin, como con cien hombres perfectamente armados, manifestándonos que venía con el propósito de quedar de guarnición y disgustado por todo lo ocurrido. Al darme cuenta por él y todos los oficiales que lo acompañaban, de cómo se había separado del Ejército el día de la pelea, le hice ver lo imposible que era su estadía aquí, pues el general Saravia, debía conceptuarlo desertor: además se hizo público que él se había dirigido al Gobierno desde Yaguarón.
Le aconsejé que se dirigiera al general Aparicio o coronel Lamas, que yo también lo haría para explicar su conducta, en lo que insistí, pidiéndole en vista de su no conformidad que se retirase de la Guarnición hasta tanto yo daba cuenta, como lo hice por telegrama al Comité, de donde vino un telegrama para él, pidiéndole se incorporase, ese telegrama me dijo el Dr. Terra se lo había enviado. Nada dio resultado, pues, se conservó por la frontera y pasó después para el Brasil entregando su gente al comandante Alonso según se dijo.
Entre tanto, se había organizado aquí, una guarnición de 50 a 60 hombres de infantería con armamento variado, pero bueno, Comblein, Remington, Maulincher; también se había organizado un escuadrón de caballería al mando del hacendado capitán J. Perdomo y tres piquetes más a órdenes de Rolin, Alonso y Lorenzo, era todo como 160 hombres, con lo que se debía guarnecer la frontera una vez que desapareciese la amenaza de las fuerzas del general Muniz, que estaba cerca de Melo y las que habían en 33, que entraban hasta el Rincón de Ramírez.

3.
Vino enseguida la persecución del general Saravia al general Muniz y la vuelta para Melo del Dr. Terra y coronel Núñez.  El Dr. Terra antes de llegar a Melo mandó aquí al Sr. A. Paseyro con una escolta a hacerme saber su carácter de Delegado del Comité, cuyo nombramiento e instrucciones me enseño el Sr. Paseyro y para que yo bajase á Melo, lo que no efectué por mi mal estado de salud y otros inconvenientes como manifesté a mi amigo Paseyro con intención de ir después.
Yo había resuelto ir a Rio Grande y hasta 'Porto Alegre si era preciso, pues tenía orden del Comité de obtener toda la munición posible. 'En esto estaba, cuando supe que el Dr. Terra y Núñez se retiraban de Melo en dirección a ésta, por la aproximación de Arribio.
Esa noticia me contrarió tanto que enseguida hice chasque al Dr. Terra haciéndole ver lo inconveniente de la marcha hacia Artigas, por ser éste, un rincón sin salida una vez que viniese un ejército fuerte siguiéndolos. A los dos días vino el Dr. Terra con su escolta y me dijo, que el coronel Núñez quedaba en Corral de Piedra y que de allí no se adelantaría. A pesar de eso le reiteré lo anterior e hice ver que aquí, no podría resistirse si venía Arribio y que no, había salida a no ser para emigrar. El Dr. Terra convencido indudable1nente de que así era, hizo chasque en el acto a Núñez observándole cuanto le dije y Núñez parece prometió no continuar.
 El 14 de abril entonces resolví mi viaje al Brasil: a las diez y media pasé a Yaguarón para aprontarme y tonar el vapor a las 12; á esa hora efectivamente me embarqué y estaba allí, el Dr. Terra, que había resuelto también, seguir y entonces me dijo, que el coronel Núñez había llegado a Artigas con su escolta, que había conferenciado con él y acordado no pasar del Corral de Piedra y que Núñez regresaba enseguida a su campo, lo que no hizo, pues al día siguiente de nuestra salida al llegar a Pelotas ya supimos que la división seguía su marcha hacía Artigas, dando el Sr. Paseyro otras noticias desagradables.


4.
Seguimos el 16 a Porto-Alegre, donde enseguida nos ocupamos de nuestro cometido; yo debía tomar allí el tren para ir a San Gabriel, pero el 17 recibimos nuevos y alarmantes telegramas de Yaguarón del Sr. Paseyro y otros amigos en que se nos decía que Núñez estaba con toda su división en Artigas y hacia todo género de exigencias al Sr. Paseyro, que era el jefe interino del punto. Empezaban no los síntomas, sino los arreglos, para la disolución de las fuerzas. A mi no me sorprendieron ya esas noticias, porqué, no suponía otra cosa desde que habían venido a Artigas. Yo le pedí al Dr. Terra que se viniese en seguida, pues, a mi juicio solo él podría remediar algo. El Dr. Terra estuvo conforme en regresar debiendo seguir yo al mismo tiempo á San Gabriel, para de allí, venir a San Luis llenando así en una buena parte nuestro cometido, pero a la mañana siguiente resolvió el Dr. Terra no seguir para esperar una persona que no estaba en Porto Alegre  entonces le dije que yo no seguiría a San 'Gabriel y tomaría el vapor para Artigas pues, si bien creía que en nada podría influir yo ante el Coronel Núñez y sus  jefes a quienes no conocía siquiera, tenía el deber de proveer lo que las circunstancias aconsejasen respecto a la Guarnición de Artigas que dependía de mí.


Me embarqué, pues, el 18 en Porto Alegre, llegando a Yaguarón el 22 a la 1 p. m. En el momento de llegar a Yaguarón fui informado por mis amigos allí -y algunos comerciantes de Artigas que se habían visto obligados a emigrar por las exigencias del coronel Núñez-de todo lo que ocurría.
En seguida pasé a Artigas, dónde ya no encontré al Sr. A. Paseyro que era el encargado durante mi ausencia: este amigo se había retirado con el coronel Martirena y otros temiendo las amenazas del coronel Núñez, procedimiento muy oportuno como se verá.
Fui enseguida a ver al coronel Núñez a su campo; en el camino, el Sr. Garat –ex jefe político de Flores- me dijo: «Núñez le va a exigir dinero para comprar municiones, diciendo que le han propuesto cantidad, pero no crea por qué es la misma nuestra- la que él hará aparecer como otra.». Aunque no conocía entonces yo al Sr. Garat, así lo creí porque sabía perfectamente que no había munición en Yaguarón fuera de la que yo había mandado y traído. El coronel Núñez me recibió bien, preguntándome en seguida por el Dr. Terra, le dije que había· quedado en Porto Alegre pero que vendría enseguida; no le pareció bien y sin dejarme decir más me dijo la resolución que de acuerdo con sus jefes había· adoptado de disolver la división de su mando, pues que la revolución estaba vencida y sin recursos; que á él se le había ofrecido cuanto recurso fuera preciso al llegar al Departamento y que no tenía más intención que 8 tiros para cada soldado y que él no haría guerra de montoneras por no ser patriótico eso: que el partido no había respondido porque en 40 días de campaña no había habido incorporaciones, que todo estaba perdido.



5.
Entonces – con mucho cuidado- le manifesté mi extrañeza pues que el general Saravia se había internado al centro, que el coronel Lamas sabíamos había marchado de Olimar y que en cuanto a municiones él podía contar en ese momento con regular cantidad que yo había traído y esperaba más al día siguiente por el vapor, y más que se había conseguido –cantidad de armamento y más municiones que debía recibirse en la frontera San Luis y que yo creía posible aún salir con su división por la frontera hasta Aceguá: me preguntó si yo tenía la seguridad de que llegado a San Luis recibiría armas y municiones, le contesté afirmativamente y entonces me dijo: -“Bien, confiando en su palabra y siempre que se pueda comprar 25 mil tiros que me han ofrecido en Yaguarón, para lo que preciso mil pesos y entregándome usted alguna munición más, yo marcharé porque teniendo munición le daré una segunda lección a Arribio. Le observé que extrañaba hubiese esos 25 mil tiros en Yaguarón sin yo saberlo: me dijo que era un negocio muy reservado, pero que si conseguía el dinero, a la noche siguiente se lo llevaría a la margen del Rio –las municiones. Me di cuenta de que el quería el dinero y que él emigraría, pero me quedaba la esperanza de que él pudiera salir de Artigas y una vez afuera algunos jefes trataran de seguir con el coronel Jara y los demás que seguían. Quedé de ver si conseguía el dinero para el día siguiente –siempre que se pudiera realizar la compra y ser buena la munición que él iba a mandar inspeccionar y avisarme.
Jefes Blancos de la Revolución del 97
Al regresar a Artigas, varios amigos me pidieron que de cualquier modo se le diese la cantidad pedida, en la convicción de que no era para munición, pero su para librar al comercio de la imposición o contribución que se decía desde el día antes les iba a imponer, lo que yo no habría podido evitar. Referente a Antonio Paseyro, me dijo que debía haberlo fusilado y que eso aún podía suceder.
Al día siguiente volví a verlo: me dijo que esa noche le entregarían las municiones compradas y que en la madrugada marchaba con toda su gente y que tenía seguridad de salir muy bien si se encontraba con Arribio, pues tenía municiones y eso era todo. Entonces conseguí en Artigas 880 pesos que fueron a entregárselos personalmente D. Ruperto Coirolo y D. Rafael Medeiros, cuyo recibo dio. Esa madrugada marchó el coronel Núñez con las fuerzas que tenía, dejando el Batallón 4º que lo tenía en Artigas y lo dejó en la plaza a órdenes del comandante Chaves.


6.
En vez de llevar ese batallón como me había dicho, le ordenó –así que recibió el dinero-, que se hiciese cargo de la Receptoría y que si no era bastante ese batallón le mandaría otro. Yo había quedado esa noche en Yaguarón y muy temprano se me avisó que Chaves tenía orden de exigirme seis mil pesos, que si yo no los tenía los sacase del comercio como contribución. Yo me detuve en Yaguarón y di mis instrucciones al capitán Juan T. Martínez, encargado de la fuerza de la guarnición que estaba acantonada rigurosamente desde la noche antes, pues parece que se hablaba de saquear al pueblo: en esos momentos fue Chaves a Yaguarón a verme para que yo viniese y acordase la forma de él hacerse cargo de la Guarnición y Receptoría según lo ordenado por Núñez, pero yo ya sabía todo, hasta que Núñez estaba pasando gente en el Paso de las Piedras y había mandado buscar una gran tropa para pasar al Brasil. Le dije a Chaves que podía retirarse que yo había tomado las precisas medidas ente las autoridades de Yaguarón para quitarle los ganados a Núñez y hacerlo prender y que lo hacía responsable por los desórdenes que hubiese en Artigas, pues si se producían los que consiguiesen pasar a Yaguarón serían llevados a la cárcel. Chaves se fue y enseguida hizo pasar los soldados del 4º con sus armas ocultas para Yaguarón, donde continuó haciendo la venta que se venía haciendo desde días antes, y quedando en Artigas solo la Guarnición de allí.
El coronel Núñez seguía su pasaje precipitado en el Paso de las Piedras donde habíase apoderado de la balsa y botes, pasando sus caballos y gente preferida primero dejando desarmados a los demás. En estas circunstancias los encontró la vanguardia de Arribio, haciendo tirar a muchos al agua en la mañana del 25. La tropa de ganado, 400 novillos en su mayor parte del Sr. Galarraga, la abandonaron al llegar Arribio. Núñez enseguida y sabiendo que con interés se le buscaba para prenderlo se fue con dirección al Arroyo Grande siguiendo a Río Grande donde dio su manifiesto antes de irse a Buenos Aires.
El mismo día 25 se dio cuenta al Comité. El mismo 25 y en momentos que se trataba de hacer pasar la guarnición para Yaguarón por la balsa unos y otra parte con el armamento iba a una Isla inmediata, se presentaron precipitadamente el mayor Albarenque con 50 hombres completamente desarmados que no pudiendo pasar en las piedras y habiéndoles tomado las armas Núñez, tuvieron que retirarse a Artigas, tiroteados ya por los enemigos pasaron a Yaguarón con caballos y recados. En esa circunstancia fue que el capitán Labeque con Frutos Rivero, Juan S. Zamora, Santana y otros más salieron imprudentemente a descubrir si ya venían cerca los enemigos lo que no había duda, puesto que como queda dicho, el mayor Albarenque había llegado perseguido por ellos.


7.
Cuando Labeque regresó la balsa llegó a Zager bajando los últimos hombres lo que se hizo apresuradamente para hacerla regresar como se efectuó gracias a la actividad y esfuerzo del gerente del paso capitán brasilero Juan B. Machado –a quien el comité agradeció por nota sus importantes y desinteresados servicios de ese día. Mientras la balsa volvía a Artigas, las fuerzas del gobierno, creo que al mando del comandante Cristi entraban por la calle principal; fue entonces que el valiente capitán Labeque formó sus compañeros al frente de la calle y los tiroteó hasta concluir sus municiones consiguiendo así desorganizarlos y detenerlos, haciéndoles algunas bajas.
En ese momento llegó la balsa, era ya tiempo, pues al cesar el fuego por falta de municiones, los atacantes entraban por otras calles y llegaron a la playa en el momento que la balsa se retiraba. El capitán Labeque fue muy felicitado al desembarcar en Yaguarón con sus compañeros.
Las armas de la guarnición fueron tomadas por la guarnición de Yaguarón debido a no haber procedido el capitán Martínez según las instrucciones que tenía, pues en el último momento hubo que llevarlas a una isla y allí las tomó un empleado de la policía de Brasil muy afecto al Bordismo. Se componía ese armamento de 47 Remington y Combleins de infantería, 4 Winchester, 3 Maubicher y un arma del capitán Basualdo y algunas espadas, habiendo quedado en Artigas como 20 armas descompuestas y 40 lanzas, todo lo que se habría salvado si se hubiese transportado en la noche antes, como se había indicado.
Benavente y su estado mayor en La Cruz

En Yaguarón ya, me ocupé con el correligionario Coirolo de acomodar la gente, alquilamos un gran almacén del Sr. Olivera donde se colocaron ciento y tantos hombres y otros en otras casas cedidas generosamente por el Sr. Coronel Díaz; suministrándoles carne, yerba, leña y fariña.
A los dos días llegó el Dr. Terra a Yaguarón. Impuesto por mí de todo lo ocurrido con Núñez, le indiqué la conveniencia de que él personalmente llevase a Aceguá, donde había también fuerzas emigradas con el coronel Trías, le gente que había emigrado con el armamento que se había recogido y estaba en poder de un amigo en el Paso de las Piedras y algunas que yo ya había comprado a las mismas fuerzas. El Dr. Terra estuvo de acuerdo y se hizo ese mismo día una reunión de jefes en casa del Sr. Coirolo y después de muchas dificultades que trató de allanar el Dr. Terra y repartir los recursos que pudo, se acordó mandar la gente a la estancia de Borche como se pudiese para de allí marchar, pero ese mismo día algunos jefes que estuvieron en la reunión parece que hicieron nuevas exigencias del Dr. Terra que creo no pudieron ser atendidas y resolvieron quedar. Acordamos que de cualquier modo siguieran Terra con Borche, Bastarrica, Orue, Labeque y otros oficiales y los soldados en número de ciento y tantos a los que se les compraron en su mayor parte los mismos recados que habían vendido, pero que iban al cuartel y de allí según decían aconsejados por sus antiguos jefes, volvían a irse. Esa noche se mandaron 95 armas de precisión, algunas espadas y como 30 mil tiros a una estancia donde debía pasar a recibirlas el Dr. Terra para seguir a Aceguá. Al siguiente día siguió Terra efectivamente con algunos oficiales y Borche también marchó con los que se habían mandado a la estancia donde estaban las armas: llegado allí el Dr. Terra resolvió, según lo manifestó Borche, no seguir en la expedición, tomando el tren para Río Grade de donde fue conducido después a Porto Alegre. Desde entonces no tuve comunicación con el Dr. Terra. El armamento quedó depositado, siguiendo Borche y Bastarrica a Aceguá, dejando allí el primero los hombres que llevaba y siguiendo el mayor Orue para la Argentina; el capitán Labeque creo siguió con Terra.
Poco después de esto vino el Sr. A. Arostegui siendo portador de una note del Sr. A Márquez dándome conocimiento de su nombramiento de Jefe de Fronteras y para que entregase al Sr. Arostegui las armas reunidas, las que puse a disposición de dicho señor.


8.
Tratábamos de organizar algunos hombres para que el Sr. Arostegui llevase al Ejército, conjuntamente con las armas, cuando fue llamado urgentemente de Bagé para donde salió enseguida por diligencia. Poco después vino el Sr. José Arostegui y el Sr. Bastarrica en busca de esas armas y municiones las que ordené entregar y fueron llevadas para ponerlas a disposición del Coronel Trías; ignoro a quien fueron entregadas las 95 armas y las municiones.
Foto cedida por Néstor Faliveni Moreno

Mi situación en Yaguarón era difícil, pues desde abril había orden de internarme y tenía que estar completamente oculto; pero eso no obstó a que pudiera ocuparme de algo. Seguí comprando las armas que me fue posible de las muchas que aún se vendían en Yaguarón y que habían pertenecido a la División Núñez, había también algunas de las obtenidas por mí en Pelotas, como también municiones. Me ocupaba de organizar algunas partidas que se habían conservado por Rincón y Parado y habían pasado el Mayor Olano y otros oficiales para hacer reunir todo y proceder como fuese de conveniencia, todo con orden y autorización del Comité. En esta circunstancia pasó el Ejército del Norte estacionándose en Aceguá durante el armisticio y enseguida una orden del Coronel F. Saravia para que esas fuerzas se le incorporasen, lo que les ordené hiciesen en la isla Patrulla donde creo no alcanzaron ya á Saravia.
Pactado el armisticio el General Saravia me ordenó por nota que mandase por el coronel Varela Gómez el armamento que hubiese disponible y municiones a lo que di cumplimiento entregando 42 fusiles con su munición correspondiente, quedando algún armamento para el que no había munición aquí ni en el Ejército según me manifestó el Coronel Varela Gómez que entendió debía dejarse.
Todo lo que decía en su parte el General Arribio referente a muertos y ahogados e] 25 cuando entró a Artigas es incierto, pues no hubo otro muerto que el sargento Isaac Vibla que estaba avanzado a 2 leguas afuera con 3 soldados y peleó sin querer rendirse porque todos los que lo rodeaban daban la orden de matarlo, y el otro muerto fue Cándido Esmeradeo, un español vecino que ese día, ebrio salía de la Villa y fue lanceado, degollado y robado a una cuadra de la Iglesia. No hubo ahogado ninguno, ni aquí, ni en el Paso de las Piedras.


Publicado originalmente en “La Revista Uruguaya”, editada en Mercedes en el invierno de 1905, en entregas mensuales que se transcribieron numeradas y lo más textual posible,